![](<p><em><span style="color: #ff0000;">Alter Ego N° 5</span> – Jorge Carro L</em></p>
<div style="text-align: justify;">
<p>Vuelvo a Thomas de Quincey cada vez que puedo. Leerlo me hace bien.</p>
<p><a href="http://esquisses.elementalpixel.com/wp-content/uploads/2012/11/thomas-de-quincey.jpg"><img class="alignright size-medium wp-image-1596" title="thomas-de-quincey" src="http://esquisses.elementalpixel.com/wp-content/uploads/2012/11/thomas-de-quincey-300x125.jpg" alt="" width="300" height="125" /></a>Recuerdo que en no pocas ocasiones mi paisano Jorge Luis Borges lo señaló como el modelo más perfecto de escritor, no sólo por la calidad de su bellísima prosa, posiblemente la más elaborada entre los autores de habla inglesa del siglo XIX, sino por el notable ingenio que desbordó en ellas, por la malicia con que felizmente increpaba a los lectores, la manera en que los provocaba a las más inimaginables maldades y al reconocimiento de personajes que para otros autores eran malditos o villanos y que no lo eran para de Quincey que saltó los cercos moralistoides victorianos con su traducción de las “Confesiones de un comedor de opio”, de Charles Baudelaire, publicada en 1821, en el London Magazine.</p>
<p>Y aunque tanto para Borges como para Baudelaire fue un maestro, debemos asumir que de Quincey es todo ausencia en la literatura, donde fue y es aún -¡oh capricho de los mortales inferiores!- “ninguneado”.</p>
<p>“Precursor o sombra”, para Marcos Mayer, “de Quincey pertenece a esa categoría de escritores relativamente oscuros, como Marcel Schwob o Henry James, que no forman parte de una historia sino que parecen ser los bordes de un camino destinado a fulgores más visibles.” Y Mayer va más allá, al señalar que “de estos escritores suele rescatarse más que una página, una actitud. Los pudorosos artificios de Schwob, la distante suspicacia del punto de vista jamesiano, el temperamento digresivo de De Quincey que apunta Baudelaire”.</p>
<p>Al leer a de Quincey no cabe la menor duda que fue un digresivo, aunque pueda discutirse este adjetivo que no en pocas ocasiones esconde bajo su pretendida precisión, una velada dispersión. Pero nadie mejor que el propio de Quincey para hablar de si mismo. “Sin faltar a la verdad y sin cuestiones de modestia, puedo afirmar que mi vida ha sido por completo la de un filósofo; desde mi nacimiento me convertí en una criatura intelectual, e intelectuales, en su más alto sentido, han sido mis intereses y placeres, ya desde mis días de colegial.(…) He pasado la mayor parte de mi vida en la más absoluta e ininterrumpida soledad, por propia voluntad y siguiendo mis inclinaciones intelectuales más que cualquier otra persona de mi edad a la que hubiera conocido o de quien hubiera escuchado o leído.”</p>
<p>Por unos de esos formidables designios del azar, tuve en mis manos hace algunos años, un trabajo donde encontré formidables semejanzas entre el Judas Iscariote, de Thomas de Quincey y el sincrético “Hermanito” Simón, que en Guatemala se venera entre candelas de colores, pom, guaro y tabaco.</p>
<p>Y al rendir tributo a Thomas de Quincey lo hago extensivo a todos los “ninguneados” de la literatura, lógica respuesta que los lobbistas de las palabras, de los que socialmente publican “éxitos de ventas” o viajan por el mundo al amparo de un cuate ministro o embajador. Notable diferencia con de Quincey y otros digresivos como Lucio V. Mansilla, entre los escritores rioplatenses contemporáneos del inglés, para quienes la digresión no operaba como una distracción, sino como un remanso del texto, como la acentuación de aspectos más intensos.<br />
Hoy Thomas de Quincey, tan “ninguneado” por los suyos -como Enrique Gómez Carrillo en Guatemala- está asociado a esos malditos que reivindicaron el simbolismo y el surrealismo francés, en esa posibilidad –estética- que brindan el crimen y las drogas, dando validez sin duda, al viejo adagio alemán: “Dios está en todas partes, el Diablo en los detalles”.</p>
<p>De Quincey es tan desconocido entre nosotros, que pereciera necesario inventarle –como lo propuso Fernando Báez – un prestigio, que por lo demás ya tiene, con creces. De Quincey fue admirado por escritores como Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson, Charles Baudelaire, David Herbert Lawrence, Virginia Woolf y por Borges, que no es decir poco.</p>
<p>De Quincey tenía una teoría literaria que dividía a la literatura en dos: la literatura del conocimiento, que es toda comunicación de sucesos del mundo material con intención didáctica: diccionarios, gramáticas, leyes ortográficas, calendarios, farmacopeas, informes, etc.; y la literatura de poder: afectiva, provocativa, destinada a conmover al lector, a apasionarlo por un tema. Esto es lo que logra Thomas de Quincey en “Sobre el asesinato como una de las bellas artes”, un exquisito libro, único en su género y que si se consigue en alguna de nuestras pocas librerías-librerías, deberías comprar y leer.</p>
<p>Como dije alguna vez, hace ya muchos-muchos años, el mañana de la cultura es el de los “ninguneados” de hoy, como los best seller del presente son el olvido del mañana.</p>
</div>
)
Alter Ego N° 5 – Jorge Carro L Vuelvo a Thomas de Quincey cada vez que puedo. Leerlo me hace bien. Recuerdo que en no pocas ocasiones mi paisano Jorge Luis Borges lo señaló como el modelo más perfecto de escritor, no sólo por la calidad de su bellísima prosa, posiblemente la más elaborada entre […]
![](<p><em> Jorge Carro L.</em><br />
<strong>Tributo a Olga Orozco</strong></p>
<div style="text-align: justify;"><a href="http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2012/10/olga-orozco-Berenice.jpg"><img class="alignright size-medium wp-image-1305" title="olga orozco Berenice" src="http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2012/10/olga-orozco-Berenice-295x300.jpg" alt="" width="295" height="300" /></a>Pasé uno de los últimos fines de semana en mi dacha leyendo poesía: la Poesía Completa de Olga Orozco, publicada por la editora Adriana Hidalgo. ¡Qué más puedo pedirle a la vida!… ¿salud?, ¿dinero?, ¿amor?….</div>
<div style="text-align: justify;"><span style="color: #ffffff;">—</span><br />
Desde hace años tengo la costumbre de leer un poema antes de dormir, que es mi forma de comunicarme con Dios, como alguna vez me dijo Jorge Enrique Móbili, co-primer director de la revista “Poesía Buenos Aires”. Otros necesitan un templo, yo sólo un libro. Mis santos-demonios de cabecera después de tanto tiempo, siguen siendo Rimbaud, Lautreamont, Baudelaire, Mallarmé, Wiltman, Dickinson, Apollinaire, Tzara, Éluard, Desnos, Huidobro, Vallejo, Michaux, Pound, Trejo…<br />
<span style="color: #ffffff;">—</span></div>
<div style="text-align: justify;">Leyendo la poesía de Olga Orozco volví a estar a su lado en la redacción de la revista Claudia, donde ella se multiplicaba en muchas respuestas a las lectoras, en un rostro que se devela parcialmente en “Yo, Claudia”, publicado por Ediciones en Danza.</div>
<div style="text-align: justify;"><span style="color: #ffffff;">—</span><br />
Olga tenía un escritorio en el Edificio Abril sobre la Avenida Alem; yo tenía el mío (en Sudameris, la agencia publicitaria de la editora de Claudia y muchas otras revistas más) sobre la calle Paraguay. Leyendo su poemas volví a ver sus bellos ojos llenos de sol y de misterio, y a esperar alguna conjunción con no sé qué planeta. Olga era portadora de mágicos poderes con sus palabras. Oírla era un poema. Y entre poema y poema leídos, volví a compartir un “jugo de paraguas” en el café Chamberí, y a entrar y salir apresurado como una ráfaga de “La fantasma”, un lugar emblemático que Olga compartía con el actor José María Gutiérrez, en San Telmo. Tiempos y recuerdos que rescaté en mis Malasmemorias publicadas en “Palabra virtual”:</div>
<div style="text-align: justify;"><a href="http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ensayo.php&id=2&p=Olga+Orozco&t=recuerdos+del+Caf%E9+Chamber%ED">http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ensayo.php&id=2&p=Olga+Orozco&t=recuerdos+del+Caf%E9+Chamber%ED</a></div>
<p>La poesía de Olga Orozco “espera para sí misma la misteriosa gratificación de asir lo inasible y expresar lo inexpresable”; es un sin tiempo vital, singular acaso perfecto, hermoso. Y entre recuerdo y recuerdo me vi saliendo con Olga de la librería Galatea con una flamante reedición de Gallimard de Poésie Ininterrompue, hablando de Nusch y de Gala (los grandes amores de Paul Éluard) y de Oliverio Girondo, con quien se iba a encontrar en la Jockey (el café) de la esquina.<br />
<span style="color: #ffffff;">—</span><br />
“Aquí están tus recuerdos… / Aunque se borren todos nuestros rastros… “<br />
Así es Olga: “Jugabas a esconderte… […] La mala suerte / Las muertes / Lejos, de corazón a corazón… / Lejos, desde mi colina / Les jeux son faits / Los reflejos infieles […] No estabas en mi umbral / No hay puertas / Olga Orozco / Para este día / Para hacer un talismán.”<br />
<span style="color: #ffffff;">—</span><br />
Leer la poesía de Olga Orozco es una inyección de futuro, aunque nos hable de la muerte. De infinitas maneras la muerte es más bella en la poesía de Olga que fue bella más allá de los cánones de la revista Claudia donde nos veíamos aún para permitirme que yo despotricara contra Cesare y Mina Civita (los principales accionistas de la Editorial Abril) y los mediocres aduladores que los rodeaban. Eran tiempos en los que conocí a Jorge Sarmientos (que estaba becado en el Instituto Di Tella) en casa de mi jefe, el escultor Stephan Strocen. Eran tiempos en los que remataba la noche escuchando (jazz) a Enrique Villegas, a Lalo Schiffrin y al Gato Barbieri. Eran tiempos, ¿te recordás Olga?… en los que me maravillaba escuchar en el Di Tella a Umberto Eco, hablar de cosas que yo no entendía.<br />
<span style="color: #ffffff;">—</span><br />
Eran tiempos en que la “Pequeña centinela” (Alejandra – Flora – Pizarnik) caía “una vez por la ranura de la noche / sin más armas que los ojos abiertos y el terror /<br />
contra los invasores insolubles en el papel en blanco.”</p>
<p>Con la poesía de Olga Orozco un menos-niño como yo, puede ser intensamente feliz como para agradecerle a la vida poder volver a rencontrarme con ella y con un tiempo en que todo comenzaba a no ser, irremediablemente.</p>
<p>“Lejos, / de corazón en corazón, / más allá de la copa de niebla que me aspira / desde el fondo del vértigo, / siento el redoble con que me convocan a la tierra de nadie. / (¿Quién se levanta en mí? / ¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de zarzas, / y camina con la memoria de mi pie?) / Dejo mi cuerpo a solas igual que una armadura de intemperie hacia adentro / y depongo mi nombre como un arma que solamente hiere.”</p>
<div style="text-align: justify;"></div>
)
Jorge Carro L. Tributo a Olga Orozco Pasé uno de los últimos fines de semana en mi dacha leyendo poesía: la Poesía Completa de Olga Orozco, publicada por la editora Adriana Hidalgo. ¡Qué más puedo pedirle a la vida!… ¿salud?, ¿dinero?, ¿amor?…. — Desde hace años tengo la costumbre de leer un poema antes de […]
![](<p><span style="color: #ff0000;"><strong>Alter Ego</strong> </span>N° 3 – Jorge Carro L.</p>
<div style="text-align: justify;"><a href="http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2012/10/Filloy-3.jpg"><img class="alignright size-medium wp-image-1062" title="Filloy, 3" src="http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2012/10/Filloy-3-300x225.jpg" alt="" width="300" height="225" /></a>Conocí a Filloy en la Fiesta de las Letras que organizamos en Necochea en enero de 1964 y me acerqué a él con todos los prejudicios de los puede hacer gala un joven (entonces) seudo intelectual, pues no podía comprender como ese hombre podía ser juez y autor de Caterva, una novela poco conocida en Argentina (y no digamos fuera, en Guatemala por ejemplo) aún en estos tiempos. Al pronunciar su apellido, don Juan me corrigió: «se pronuncia Fiyoy porque es gallego y no irlandés», y desde ese momento supe que sería fundamental para mí conocer toda su obra.[Para más de la Fiesta de las Letras, recomiendo visitar: <a href="http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ensayo.php&id=5&p=Fiesta+de+las+letras&t=comenzaba+en+la+playa+y+terminaba+en">http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ensayo.php&id=5&p=Fiesta+de+las+letras&t=comenzaba+en+la+playa+y+terminaba+en</a>… ]Filloy, como bien lo señala Mempo Giardinelli, influyó sobre las generaciones más jóvenes (Julio Cortázar, por ejemplo), y sin embargo, “no hizo mucho por darse a conocer durante los largos años que ejerció la judicatura en la ciudad de Río Cuarto, y a casi seis años de su muerte todavía no ocupa el lugar que merece en ningún Olimpo ni Parnaso. Sin embargo, Filloy escribió mucho, muchísimo, porque tuvo tiempo para hacer casi de todo, para vivir dos vidas incluso, ya que Filloy murió mientras dormía la siesta el 15 de julio de 2000, pocos días antes de cumplir, entérense, señores, 106 años.” Es decir que fue un escritor de tres siglos…Hoy a doce años de su partida, el «mito» Filloy ha sido alimentado por su asombrosa personalidad y por haber escrito y publicado en forma errática, además de un permanente escamoteado reconocimiento y ninguneo generalizado de la crítica.</p>
<p>Filloy utilizó siempre siete letras para “bautizar” sus títulos; menos uno de ellos se corresponden con cada letra del abecedario, de la A a la Z. Caterva, Op Oloop, ¡Estafen!, Finesse, Ignitus, etc.</p>
<p>Giardinelli recuerda la afición de Filloy por la palindromia, su antigua vocación prostibularia y su fobia antiporteña.
“Filloy es una leyenda que creció en la medida en que era un escritor casi secreto, enigmático y peculiar.
Después de sus primeras siete obras, se mantuvo casi 30 años sin publicar. Entre 1939 y 1967 hay una enorme pausa en su bibliografía, aunque no dejó de escribir ni un solo día. Y si se llamó a silencio (editorial, no escritural) fue porque en esos años su labor como magistrado lo forzó al recato y le impidió hacer pública la constante impudicia de sus textos, así como sus opiniones polémicas, abundantes en toda su obra.”</p>
<p>Entre 1967 y 1973 aparecieron sus tres novelas más conocidas en una importante editorial porteña, pero desde ese año en adelante volvió a su costumbre de publicar ediciones de autor.</p>
<p>De joven Juan Filloy fue también dibujante caricaturista, además de uno de los fundadores del Club Talleres de Córdoba (aunque jamás jugó al fútbol) y del Museo de Bellas Artes de Río Cuarto.
Llegó a Río Cuarto a comienzos del año 1920, recién recibido de abogado por sólo dos meses, pero se quedó por 64 años, hasta que en 1984 residió en la ciudad de Córdoba.</p>
<p>“Filloy fue prácticamente el inventor de la parodia en la literatura latinoamericana […] Su obra es un infinito ejercicio de realismo alusivo, de ironía constante” y su influencia sobre sus contemporáneos – como lo rescata Giardinelli- “es mucho más evidente que admitida. De hecho, algunas de las obras más importantes de la narrativa argentina de las últimas décadas tienen deudas con la producción filloyana, aunque en ningún caso esa influencia ha sido estudiada y mucho menos admitida.”</p>
<p>Filloy recibió en sus largos 106 años, varias distinciones: Gran Premio de Honor de la SADE, 1971. Puma de Plata del Pen Club, 1978. Miembro de la Academia Argentina de Letras, 1980. Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Río Cuarto, 1989. Premio Esteban Echeverría, Gente de Letras, 1991. Premio Trayectoria, Fondo Nacional de las Artes, 1993. También fue condecorado por dos países caros a su cultura: Italia con la Orden al Mérito de la República, 1986, y Francia con el nombramiento de Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres, 1990.</p>
<p>Es mi deseo que este tributo en línea sirva para que el nombre de Juan Filloy deje de ser un escritor de culto y pase a la simple categoría de lector leído.</p>
</div>
)
Alter Ego N° 3 – Jorge Carro L. Conocí a Filloy en la Fiesta de las Letras que organizamos en Necochea en enero de 1964 y me acerqué a él con todos los prejudicios de los puede hacer gala un joven (entonces) seudo intelectual, pues no podía comprender como ese hombre podía ser juez y […]
Variaciones a partir de una duda de Agnese Marra dAlter Ego 2 – Jorge Carro L. De igual forma que se me hace difícil decidir quién fue primero si el huevo o la gallina, me ocurre lo mismo al preguntarme si fue primero Brasil o Jorge Amado. Y es que hablar de Amado […]
![](<h2><strong>Vacunémonos de mediocres censores y ácaros editores</strong></h2>
<p><a href="http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2012/09/Jorge_Carro.jpg"><img class="alignright size-medium wp-image-3864" alt="Jorge_Carro" src="http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2012/09/Jorge_Carro-173x300.jpg" width="173" height="300" /></a><em>Jorge Carro L.</em></p>
<p style="text-align: justify;">La censura desde siempre es ejercida por mediocres, por tanto no es de extrañar que se intentara ejercerla contra Karla Olascoaga por haber escrito <em>“</em><em>Crónica de un asesinato anunciado</em><em>”</em>, cuento ganador del concurso <em>“Construyamos juntos una cultura de Paz y amor”,</em> promovido por el Programa Permanente de Cultura de Paz, de la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guatemala.</p>
<div style="text-align: justify;">Karla como escritora, tiene el derecho de escribir en uso de su libertad creativa, sobre el tema que se le de la real gana, cosa que molestó a algunos mediocres inquisidores que suelen pulular en las riveras de Atitlán, como en infinitas ocasiones pululan (en una extraña mezcla de envidia y cuateísmo) en las redacciones periodísticas o entre los “asesores” editoriales.</div>
<div style="text-align: justify;">Pero en este bello paraíso surrealista que vivimos el sol sale a pesar de las amenazas de los censores, tal como lo demostró el Juzgado de Primera Instancia Penal de Nebaj, Quiché, al condenar a 3 años y 8 meses de prisión a Juan Manuel Ralón, vicepresidente de la Comisión de Seguridad de Panajachel, quien el 27 de octubre de 2011 emitió comentarios contra la periodista Lucía Escobar, luego que esta denunciara públicamente ilegalidades de ese comité vecinal. Debo agregar que Ralón reconoció ante la judicatura su responsabilidad en los hechos que se le atribuían.</div>
<p style="text-align: justify;">Regreso al tema de los amenazadores censores, recordando que el escribidor de esta flamante sección o columna o como quiera llamársele en el mundillo en línea, padeció la última vez de la ternura de la censura en <em>Siglo Veintiuno</em>, cuando un obvio mediocre jefacho de las columnas de opinión impugnó una de mis últimas <em>“Sursum corda”</em> (que así se llamó mi sección por años) porque comentaba lo difícil que era escribir una nota cultural en sólo 1500 caracteres cuando el espacio asignado desde casi la fundación del matutino, era de 3500 caracteres. Nota que obviamente finalizaba exactamente en los pinche 1500 caracteres determinados, supuestamente, por la remodelación del diseño del matutino. Semanas después el mismo supino pseudo periodista me despidió también de las otras dos columnas (supuestamente culturosas) que publicaba semanalmente, cosa que venía haciendo rigurosamente desde las páginas de la desaparecida revista <em>Crónica</em>.</p>
<div style="text-align: justify;">Es que el censor o lo que fuera ese pseudo periodista que padeció <em>Siglo Veintiuno,</em> no estaba en condiciones de comprender que no todos los escribientes tienen el mágico don de la brevedad de Augusto Monterroso, de igual manera que no todos los asesores editoriales entienden los textos que se le presentan.</div>
<div style="text-align: justify;">Uno de estos ácaros editores hace unos años rechazó mi no-novela “<em>El Gliptodonte”</em>, no por mala o mal escrita, sino porque no le parecía que los libros que estaban en los anaqueles de una librería pudieran hablar entre ellos, con el mismo lenguaje de los textos que habitan en sus páginas. Hoy esa novela publicada en su primera edición guatemalteca por <em>Artemis-Edinter</em>, verá su versión árabe-marroquí, editada por la Universidad Mohamed V, de Rabat, esa bella tierra que inspiró a Enrique Gómez Carrillo sus crónicas de <em>“Fez, la andaluza”.<br />
</em></div>
<div style="text-align: justify;"><strong><em>“</em></strong><em>Lo que queda por hacer es mucho. Sólo utópica y esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección. Esta civilización está gravemente enferma y para evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario cambiarla desde dentro de la misma. Ayudar profética y utópicamente a alimentar y provocar una conciencia colectiva de cambios sustanciales es ya de por sí un primer gran paso.”, </em>proféticamente nos advirtió <em> </em>Ignacio Ellacurría, SJ.</div>
<p> </p>
<p>Concluyo invitándolos a dar ese primer paso: vacunándonos contra mediocres censores y ácaros editores, leyendo el cuento de Karla Olascoaga, <em>“</em><em>Crónica de un asesinato anunciado</em><em>”</em>.</p>
)
Vacunémonos de mediocres censores y ácaros editores Jorge Carro L. La censura desde siempre es ejercida por mediocres, por tanto no es de extrañar que se intentara ejercerla contra Karla Olascoaga por haber escrito “Crónica de un asesinato anunciado”, cuento ganador del concurso “Construyamos juntos una cultura de Paz y amor”, promovido por el Programa […]