Por Oscar Villeda.
De todo el contenido que he publicado en esQuisses, este ha sido, sin lugar a duda, el más difícil de escribir.
El motivo de la visita fue que Luisa y yo nos casamos y no nos costó mucho decidir por la isla como nuestro destino para la luna de miel. De ahora en adelante ustedes me llamarán Don Oscar, no tengo problema con eso. También voy a compartirles que estoy seguro que para mí, no existe en el mundo mejor compañera de viajes que Luisa (gracias por todo señora, te amo).
Eso por un lado, por otro, Cuba es un lugar al que llevo años queriendo visitar y crear contenido que esté a la altura de la situación está resultando ser una tarea bastante complicada. Este viaje ha sido la experiencia más densa de mi vida, desde el momento que tocas tierra tus sentidos son bombardeados por estímulos infinitos y es ahora que me siento a escribir que me doy cuenta que tanta información me hace sentir abrumado. Tampoco tengo problema con eso.
Desde mi punto de vista de mero turista, considero que es posible identificar un leitmotiv presente en cada rincón de Cuba: su historia. Aprovecho esta pausa para tomar aire: desde la pacífica vida de los taínos, guanatahabeyes y siboneyes, interrumpida por la visita de cierto navegante del viejo mundo en 1492, seguida por la colonización española e inminente exterminio de los aborígenes derivado de los abusos, matanzas y enfermedades (productos de exportación europeos de aquella época), luego llegaron los esclavos, los piratas y corsarios, la breve ocupación inglesa y posterior canje con los españoles (quienes recibieron de vuelta Cuba a cambio de Florida), José Martí, la lucha por la independencia, guerras (varias y extensas), la ocupación de Estados Unidos, Cespedes, Fulgencio, el triunfo de la revolución, el comunismo, la CIA y muchos otros eventos que no he mencionado.
Si a esta historia (descrita muy superficialmente por su servidor) le agregamos música, la cosmología yoruba, el estilo de vida insular, un particular estilo de tomar café, clima caribeño, brisa del mar, por supuesto, ron y habanos, entonces llegamos al resultado de la Cuba actual. Excepto que Cuba es mucho más que eso.
Debo hacer la aclaración que este viaje estuvo geográficamente focalizado en La Habana, por lo que nuestra visita no fue más que un pequeño destello de todo lo que Cuba tiene para ofrecer. La ciudad capital es un lugar donde la historia deja de ser un relato y se hace tangible. Los edificios, calles y plazas cuentan toda la secuencia de acontecimientos que han dado a La Habana la personalidad poderosa que la representa y que se mantiene fresca sin que le importe mucho el pasar de los años.
Las calles de la Habana ofrecen diferentes texturas, desde lo muy cubano de Centro Habana, pasando por la icónica plaza de la revolución, hasta el turismo de Habana Vieja. Luego, el solemne bosque de la Habana, la pomposidad de El Vedado y Nuevo Vedado. Del otro lado del Almendares: Miramar.
Tengo la impresión que si existe una cuerda que une cada faceta de esta ciudad debe ser El Malecón, un lugar para la gente, propios y extraños.
Por supuesto que no hablar de la situación socio-política de Cuba sería como pretender ignorar un elefante dentro de una habitación. Viajar expande tu visión del mundo tanto como la visión que tienes de tu propio país, digo esto porque mi manera de abordar este tema descansa sobre una fuerte base de comparación. Los cubanos gozan de un sistema que ofrece servicios públicos de altísima calidad para todos, Guatemala está en un punto completamente opuesto de este espectro. Por otro lado, el sistema incluye una ración importante de control y regulación ofrecida por el gobierno y una economía que, en algunos casos, pone a los mismos cubanos a observar las virtudes de su propia tierra desde el lado equivocado de la vitrina. Yo no estoy seguro de querer renunciar a tantas libertades que suelo dar por sentado. Al mismo tiempo reflexiono que la versión de libertad guatemalteca es muy obscura, vivimos sin problema una desigualdad muy aguda. Comparación.
Dejando por un lado mi inexperta opinión política, puedo decirles que los sabores, sonidos y colores de Cuba pueden darle vida hasta al más monocromático de los espíritus. Luisa y yo nunca volveremos a ser los mismos. Por eso estamos muy agradecidos.
Mientras la piel de mis bronceados hombros termina de pelar, los cubanos siguen escribiendo su propia historia, una que es muy de ellos y que nuca dejará de evolucionar. Nosotros agradecemos la oportunidad de vivirla desde adentro, al menos durante unos días. Allá la clave seguirá sonando por muchísimo tiempo, yo seguiré marcándola con mis pies, sentado, en mi trabajo. Un abrazo a todos en la Casa Baylac.
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