Por: Silvia Trujillo
“Si él estuviera vivo ya te habría buscado” le dijo un ex compañero de su padre desaparecido a María Elisa Meza Paniagua. Los años previos habían significado para ella pensar en su padre, Gustavo, como una ausencia que a la vez era presencia abstracta, estar y no estar, ese es el sino de las personas desaparecidas, ser una especie de entelequia que vive en la “obstinada negación de la ausencia final”, como decía Cortázar.

Ese día María Elisa aceptó que ya no volvería a ver a su padre, un médico cirujano nacido en la Ciudad de Guatemala, secuestrado el 7 de septiembre de 1983 en la colonia Ciudad Nueva, en la zona 2 de esta capital. De ese hecho se conmemorarán 35 años en pocos días, ella tenía 6 meses de edad. Sin embargo, esa certeza le permitió estar más convencida aún de querer saber más sobre él y su mamá, Ana Elizabeth, a quien asesinaron en febrero de 1988.
Hoy su papá y mamá perviven en su memoria y en la de quienes acompañan a María Elisa en su lucha por rescatar del olvido a las personas desparecidas. Su historia la cuenta en primera persona en el video– documental “Sé que existo” dirigido por Eduardo Say del Colectivo Cine en la Calle. Así, fue como conocí a María Elisa y, como bien dice ella, “la mía es solo una de las 45.000 mil historias más que existen en Guatemala”.
Yo vivo en zona 2, justo en la colonia donde desaparecieron a Gustavo Meza ¿cuántas veces habré caminado por la calle donde caminó él por última vez?, ¿cuántas veces habrá María Elisa atravesado esa calle con una punzada en el estómago?, ¿por cuántas calles, plazas, mercados caminamos hoy, donde ayer secuestraron y desaparecieron a hombres y mujeres? La memoria de esas familias atravesadas por la desaparición forzada está lastimada, nuestra memoria lo está, porque si bien es cierto que quizás no le pasó a un familiar directo nuestro, la desaparición forzada nos pasó a nosotras/os, esa herida en la memoria es nuestra, es colectiva, porque el vacío que han dejado nos sigue impactando hoy. ¿Cuántos profesionales de la medicina, como Gustavo, nos faltan?, ¿Cuántas personas que hoy podrían estar salvando vidas, enseñando, construyendo, participando nos faltan?
Muchas veces nos han dicho que olvidemos, que ya pasó, que dejemos de estar rememorando cosas que pasaron hace mucho tiempo y obcecadamente les pregunto ¿por qué?, ¿por qué se han empeñado tanto en desaparecerlos físicamente, pero, además, en querer que desaparezcan de nuestra memoria? ¿qué de “peligroso” tenía lo que ellos y ellas hacían que se vuelve tan pertinaz su lucha para que les olvidemos?
La desaparición forzada, además, sigue presente hoy porque es un crimen de lesa humanidad, cuyos autores deben ser juzgados. Si alguna de las personas que el Ejército secuestró habían cometido un crimen, su deber era someterlos a un juicio, no desaparecerlos. Pero lo que se buscaba no solo era acabar con quienes se consideraban subversivos, sino, sembrar el terror en toda la población, hacerlo público para que nadie más osara desafiar el orden imperante. Y ese miedo que lograron instalar, persiste aún en muchas personas de este país. Seguimos viviendo con miedo. Quizás de distinta índole, pero basado en lógicas muy similares, nos sembraron el temor al “otro”, nos hicieron creer que con ese “otro” es imposible tender puentes y forjar alianzas, nos hicieron “naturalizar” que si piensa distinto se transforma automáticamente en el enemigo a conjurar. Pregúntense, si no, ¿por qué nos cuesta tanto pensar en colectivo?
Por todas estas cuestiones y muchas más, es que tenemos que seguir hablando de las desapariciones forzadas, de sus efectos a corto y largo plazo. Y por eso desde 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió declarar el 30 de agosto como el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.
Desde muchos años atrás el Comité Internacional de Cruz Roja -CICR- se había involucrado en el apoyo a las y los familiares de personas desaparecidas no sólo porque es parte de los principios del derecho internacional humanitario sino porque actualmente en las guerras y en la “paz” de las democracias esta práctica sigue sucediendo. En ese marco, uno de sus ejes de trabajo consiste en ayudar a restablecer el contacto entre familiares y apoyar a asociaciones de familiares.
Es por eso que hoy en el Conservatorio Nacional de Música “Germán Alcántara” el CICR invita al concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Guatemala dedicado a las personas desaparecidas y la lucha que sus familiares han impulsado que se llevará a cabo a partir de las 19.30 hs.
En el concierto “Moderno y Contemporáneo” se estrenarán obras de los maestros Joaquín Orellana y Sergio Reyes Mendoza, contará, además, con la participación de la solista en Viola Iunuhé de Gandarias, el Coro Infantil y la Marimba de la Escuela de Música/Casa/Museo Luis de León.
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