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Página principal > Reportajes > Narrativa > Coraje y Tragedia: la historia de Nuevo Signo
9 agosto, 2018  |  Por: Alejandro García En: Narrativa, Reportajes

Coraje y Tragedia: la historia de Nuevo Signo

NS

Por Alejandro García

Este año marca el 50 aniversario de la formación de Nuevo Signo, posiblemente el grupo literario más influyente en Guatemala. Formado en una época cuando el país estaba empezando a ser afectado por el conflicto armado, cuando escritores no tenía acceso a editoriales y cuando artistas y disidentes políticos eran perseguidos al punto que muchos buscaron refugio en países vecinos, el trabajo realizado por los miembros de Nuevo Signo es nada menos que ‘monumental’.

En apenas tres años el grupo autofinanció, editó y publicó más de diez libros de poesía, incluyendo un grandes éxitos titulado Las plumas de la serpiente que sacudió la escena local. El grupo se separó en 1970, tras la desaparición de uno de sus miembros, el poeta Roberto Obregón. Roberto es uno de los tantos escritores desaparecidos durante la guerra interna (1960-1996). Excepto por Obregón, Antonio Brañas—que murió en 1988—y José Villatoro, todos los otros miembros han recibido el Premio Miguel Ángel Asturias.

El año pasado, Luis Méndez Salinas y Carmen Lucía Alvarado de la Editorial Catafixia reeditaron Las plumas. Con una hermosa portada diseñada por Odiseo del Silencio, esta nueva edición captura la intensidad, sensibilidad, belleza política, compromiso y la ferocidad de sus autores.

Para este reportaje hablamos con Luis, Carmen y el antiguo editor de Nuevo Signo, Francisco Morales Santos.

En 1944 la Revolución de Octubre sacó del poder al dictador Jorge Ubico y a su sucesor Federico Ponce Vaides. Durante los próximos diez años Guatemala disfrutó de avances sociales, económicos y culturales. Los gobiernos revolucionarios iniciaron una popular campaña de alfabetización, institucionalizaron los derechos de los trabajadores y fundaron el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). Árbenz, como presidente, inició una ambiciosa reforma agraria que buscaba redistribuir tierra ociosa a campesinos pobres. Incluso los artistas locales pudieron crear con libertad y participar en actividades culturales pagadas por el gobierno.

Sin embargo, uno de los afectados por la reforma de Árbenz fue la United Fruit Company (UFCO).

En 1954—catorce años antes de la formación de Nuevo Signo—la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) patrocinó un golpe militar para derrocar el gobierno democrático de Jacobo Árbenz y poner en poder un presidente que apoyara los intereses de Estados Unidos. Entonces llegó el coronel Carlos Castillo Armas. Tiempo después Guatemala regresó a una época de censura y persecución política.

Este nuevo régimen de extrema derecha castigó cualquier expresión artística que desafiara el castilloarmismo. El gobierno quemó libros y persiguió a artistas. Muchos intelectuales, como Luis Cardoza y Aragón y Raúl Leiva, salieron al exilio. Los artistas de la siguiente generación de repente se hallaron solos y desprotegidos dentro de un ambiente hostil. En 1960 el conflicto interno inició, empeorando la crisis.

“Nuevo Signo inició del deseo de mostrar nuestro trabajo fuera de las publicaciones distribuidas por el gobierno”, Francisco ‘Paco’ Morales Santos, entrevistado para este reportaje, dice. “No queríamos crear ningún grupo; queríamos encontrar una salida para nuestra poesía”.

Paco, de setenta y siete años, es un hombre corpulento, de ojos amables y con tímidas canas que apenas empiezan a trepar sus patillas. Paco es, además, una de las figuras más esenciales de la literatura guatemalteca contemporánea. Ganó, en 1998, el Premio Nacional Miguel Ángel Asturias.

“Lo llamábamos motorcito”, dijo el poeta José Villatoro, en 1984, como parte de una serie de entrevistas luego publicadas en la tesis de licenciatura de María del Rosario Domingo Arranz y basada en la historia del grupo.

“Él sentó las bases de lo que harían las próximas generaciones”, afirma Carmen, de Catafixia. “Además, muchas veces él nos ha enseñado a gestionar y hacer que las cosas pasen con pocos recursos a la mano”.

A pesar de su ilustre carrera y los halagos de sus pares, Paco permanece modesto. “Nuevo Signo no tenía líderes”, dice, con seriedad. Y cuando se le pregunta cómo fue él terminó curando y supervisando las publicaciones, simplemente responde: “alguien tenía que hacerlo”.

En 1968, Paco, con 28 años, publicó Nimayá, su cuarto poemario que además fue la publicación inaugural de Nuevo Signo.

Tenebrario

Simplemente no estás.
Eso parece.
Tu pellejo ha voceado su quebranto
y no quieres complicarte
las angustias que más que los impuestos
convinieron en darte cárcel,
sello de sombra
y salivazo.

Delia Quiñónez, la única mujer del grupo, fue la siguiente con Barrio Pleno, un libro que, según la tesis de María del Rosario, los críticos de la época aclamaron. En el 2016, Delia recibió el Premio Miguel Ángel Asturias. Fue la sexta mujer en recibirlo.

Barro pleno

Encinta de sol,
colmada de tu barro limpio y firme
voy trasmutando mi cuerpo
en viva flor que destila rocío
tras tu ruta.

Ese mismo año el grupo publicó Transportes y mudanzas de Antonio Brañas, Guatemala y otros poemas de Julio Aguilera y Pedro a secas de José Villatoro.

Funeral de Florencia López Matón

Para este funeral
no hace falta estar presente
junto al cadáver o su plañidero,
el llanto, la boca seca y el pañuelo
Hace falta ser el cadáver
y ese rencor que se le apaga.

Estos libros fueron financiados por los poetas, eran ediciones mimeografiadas con un tiraje de 200 copias y las portadas eran realizadas por artistas visuales ahora legendarios como Víctor Vaskestler e Isabel Ruiz.

Para finales de 1969, Nuevo Signo publicó Arpa sin ángel de Luis Alfredo Arango y recibió a su último autor, el joven poeta y filósofo, Roberto Obregón. El debut de Roberto llegó con la segunda edición de El fuego perdido, que había sido publicado originalmente en la Unión Soviética.

Es importante mencionar que entre los poetas que formaron Nuevo Signo, Delia era la única autora originaria de la capital. En Guatemala, donde la mayoría de sus artistas provienen o comparten en la ciudad, esto es, como dice Luis de Catafixia, “un fenómeno sin precedentes”. Paco añade que esta variedad geográfica enriqueció la estética del grupo y el trabajo de sus miembros.

Rápidamente los poetas ganaron la atención de la crítica. Grupo similares como Piedra y Siglo (El Salvador) y Twanka (Honduras) alabaron a Nuevo Signo. El trabajo de algunos de sus miembros apareció en antologías en otros países de Centro América y unos incluso en Europa. Los poetas empezaron a leer en reuniones de sindicato y escuelas públicas también. “Era una oportunidad para ofrecer a la gente un nuevo tipo de poesía y quitarle los elementos teatrales que la gente pensaba que un recital debía tener”, afirma Paco.

Sin embargo, en una época y lugar cuando los artistas eran perseguidos por su trabajo, activismo o conocidos, Nuevo Signo empezó a coleccionar oponentes también. Una vez Paco y el resto fueron a la escuela Central para Varones, en la capital. Los estudiantes, inspirados por la lectura, preguntaron a sus maestros quiénes eran los poetas activos durante la revolución. “No le pongan atención a esos”, respondió uno de los catedráticos, haciendo referencia a los poetas, “esos son un montón de comunistas”. Durante los primeros años de la guerra interna, en medio de una feroz persecución política que castigaba a disidentes, Paco dice que la respuesta del maestro—a pesar no tener fundamentos, ya que ninguno de los escritores formaban parte activa de la insurgencia—ponía a los poetas en riesgo.

Roberto Obregón, el desaparecido

En 1961, Roberto Obregón recibió una beca para estudiar filosofía en la universidad Patrice Lumumba en Moscú. Mientras estuvo en la Unión Soviética, Roberto publicó tres libros de poesía, uno de ellos, La flauta de Ágata, fue traducido a cuatro idiomas rusos y tuvo una impresión de más un millón de ejemplares. En 1968, Roberto regresó a Guatemala y poco tiempo después se unió a Nuevo Signo.

José Villatoro aseguró que Roberto tuvo un gran impacto en el grupo, “Él llegó a infectar al resto de una diferente dinámica”, afirmó. Según Villatoro, Roberto quería leer en las calles o subirse a buses y recitar. “Él era un hombre extrovertido con mucha más experiencia que el resto de nosotros”.

El trabajo de Obregón es urgente, cosmopolita, crítico y llego una flameante vitalidad.

Calavera o escudo

Es urgente aplicar una hoja de papel
sobre Vietnam
—de color blanco—,
como lo hacíamos, de niños,
sobre el escudo de un centavo real.
En seguida repasarlo
con la punta de un lápiz (…)
y así revelar
el rostro del fascismo norteamericano.
Encender un fósforo, y en la noche
iluminarlo,
y con la calavera
darle un buen susto de Latinoamérica.

Sin embargo, la intensidad de Roberto, el contenido de sus poemas y su educación soviética también llamaron la atención del ejército.

Paco cuenta que a mediados de 1969, él y Roberto iban de camino a Costa Rica. Aproximadamente en el kilómetro 15 de la entonces polvorosa y desolada carretera Panamericana, un puesto de control militar detuvo al bus en el que iban. Los y las pasajeras bajaron y casualmente ofrecieron sus documentos de identificación—a nueve años de haber iniciado la guerra interna esto era, pues, algo de rutina. La mayoría de los y las pasajeras regresaron dentro sin mayor problema. Todos menos Roberto y Paco.

Roberto acababa de regresar de la Unión Soviética. Dentro de un régimen anti-comunista, los intelectuales con un currículum como el de Roberto eran objetivos obvios.

“¿Tiene familiares en Checoslovaquia?” le preguntó uno de los agentes armados, viendo los documentos de Roberto.

“No”, respondió el poeta, su voz calma pero firme.

El oficial le explicó a Roberto que el ejército tenía información de otro Obregón estaba estudiando en Checoslovaquia y que había sido becado por la guerrilla. Según Paco, el ejército había estado siguiendo a Roberto desde que regreso al país. Después de un rato el agente permitió a los poetas regresar al bus.

Las plumas de la serpiente

En enero de 1970, después que todos los miembros de Nuevo Signo publicaron al menos un libro bajo su propio sello, el grupo sacó una antología: Las plumas de la serpiente.

“Pensarías que porque eran tan jóvenes que estos poemas son poemas inmaduros; son todo lo contrario”, asegura Luis Méndez, quien el año pasado ayudó a reeditar el libro. “Pienso en Luis Alfredo, en Delia y Paco; estos poemas son esenciales, no solo para la época sino para su carrera”.

El grupo salió de gira y visitó sus lugares usuales: escuelas públicas, universidades, reuniones de sindicato, etc. Sin embargo, la emoción desapareció el 6 de julio, tras la desaparición de Roberto Obregón.

El 28 de marzo de 1970, Roberto viajó a El Salvador donde participó en varias actividades literarias. Después de meses de lecturas, Roberto regresó a Guatemala. Fue detenido justo en la frontera, en Las Chimanas. Días después los miembros de Nuevo Signo publicaron una nota en El Imparcial, pidiendo por la pronta liberación del poeta. El grupo se separó poco tiempo después. Hasta le fecha se desconoce qué pasó con Roberto y sus restos nunca han sido hallados.

Desde el 2011, Luis y Carmen de Catafixia han estado publicando la obra de importantes poetas contemporáneos como Vania Vargas y Wingston González. En el 2013 empezaron la colección T’zaqol, una nueva serie dedicada a compartir poesía de los escritores claves del idioma español, entre ellos Raúl Zurita (Chile) Antonio Gamoneda (España) y, recientemente, Nuego Signo.

“Como siempre pasa, encontramos una copia de Las plumas en una venta de libros usados”, cuenta Luis. Tiempo después, Luis y Carmen se pusieron en contacto con Paco—quien ya había sido publicado en T’zaqol con su libro Estación Florida—para volver a editar la colección.

En mayo del 2017, Catafixia lanzó una reproducción fiel de Las plumas, que también incluye las portadas originales de los libros publicados por el grupo en los años sesenta, una introducción del crítico José Mejía, un ensayo escritor por Antonio Brañas publicado en el 2013 y textos de Delia y Paco, escritos para conmemorar esta nueva edición.

Carmen dice que esos siete poetas dieron forma a lo que es ser poeta en Guatemala y añade que sin ellos y ella, no existiría una Catafixia. “Nos enseñaron que es posible generar lugares de diálogo y creación, y la importancia de llevar la poesía a la gente”, dice. “Consideramos que este libro es un tributo a su trabajo poético, pero también al hecho que se reunieron y que trabajaron bajo las condiciones históricas que estaban viviendo”, añade Luis. Incluso ahora, editoriales independientes como Catafixia son el verdadero músculo de la literatura guatemalteca, así como Nuevo Signo fue hace cincuenta años.

Antonio Brañas, Delia Quiñónez, José Luis Villatoro, Julio Fausto Aguilera, Luis Alfredo Arango, Roberto Obregón y Francisco Morales Santos dieron vida a Nuevo Signo, una serpiente de siete cabezas que se mantiene como uno de los pilares más importantes de la poesía guatemalteca. Su trabajo y legado quizás puede ser ejemplificado de mejor forma con el siguiente poema, de Luis Alfredo Arango:

El cómputo del tiempo

 Hicieron un camino interminable:
cada hora le agregaban una piedra (…)
Mientras el camino crecía hacia delante,
los astrónomos vigías,
metidos en sí mismos,
andaban hacia atrás…
¡Tocaron lo infinito!

—

Publicado originalmente en inglés, febrero 21 del 2018, en el blog del sitio de traducción literaria Asymptote.

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Escrito por Alejandro García

Zurdo. Soy fiel creyente en la comunidad y colaboración. Inquieto noctámbulo. A veces leo, a veces viajo, a veces tomo fotos, a veces hago música, muchas (muchas) veces escribo, a veces no. Orgulloso piloto de un Subaru intergaláctico.
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