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Página principal > Columnistas > Texto > Izabel Acevedo > Algo huele mal en Nicaragua
21 mayo, 2018  |  Por: esQuisses En: Columnistas, Izabel Acevedo, Texto

Algo huele mal en Nicaragua

IA

Por Izabel Acevedo

“Something is rotten in the state of Denmark”
William Shakespeare – Hamlet

Irónicamente, la persona que me hizo dejar de ser una incondicional de los revolucionarios centroamericanos….fue Daniel Ortega. Cuando tenía unos veinte años, asistí a una conferencia impartida por distintos representantes de partidos de izquierda de Latinoamérica. Asistí con expectativas, con ganas de que un revolucionario revolucionara mi pensamiento. Busqué un buen asiento y esperé. Pero Ortega no apareció sino hasta media hora más tarde cuando hizo su entrada entre aplausos y se dispuso a exponer.

Recuerdo que después de los primeros minutos empecé a tener la sensación de que estaba borracho, porque hablaba de manera tropezada y aburrida. ¿O la borracha era yo? Nadie parecía incómodo en absoluto. Además el discurso que elaboraba con gran esfuerzo era aburrido, conservador, anticuado. Siguió con algunas consignas de panfleto y antes de que terminara la cosa yo ya estaba en la calle, terriblemente decepcionada. Con ganas ahora si, de un buen trago, porque una importante verdad me había sido revelada esa tarde y esta es: también hay que hacer la revolución a los revolucionarios.

Por esos días me hice de varios enemigos al criticar la intervención de Ortega. Quienes lo defendían utilizaban un lenguaje casi idéntico al lenguaje que había utilizado él en su conferencia. ¿Qué era todo aquello? ¿Una secta?

Recuerdo haber tenido mi primer disgusto de política con mi padre porque él no parecía escandalizarse de que Fidel Castro llevara tantos años en el poder. Tampoco le parecía mal la censura y la falta de información en la que vivían los cubanos en esa época. Esa fue tal vez la primera vez que estuvimos en desacuerdo en asuntos políticos y debo confesar que me dió un poco de gusto pensar diferente.

Foto por Bienvenido Velasco - EFE
Foto por Bienvenido Velasco – EFE

Y ahora me pasa un día sí y un día no que me topo de frente con amigos que no pueden reconocer que los líderes de izquierda también se equivocan y a veces se equivocan mucho.

No podemos ser incondicionales de las personas que admiramos, por una razón muy sencilla. Son personas. Con aciertos y desaciertos, con genialidades y grandes pecados escondidos en su corazón. Las personas cambiamos y Daniel Ortega en manera alguna es el mismo revolucionario que gobernó Nicaragua después de la revolución, y no son sus palabras aburridas y plagadas de religión las que nos lo indican. Lo que nos da la seguridad de quién es Ortega actualmente son sus actos.

Lejos de ser un marxista, en los últimos años Ortega, se ha vuelto cada vez más autoritario e impopular gracias a sus políticas neoliberales. Y hoy en día, después de haber estado en el poder 22 años, si sumamos sus dos períodos de gobierno, es responsable de 65 asesinatos a civiles desarmados, perpetrados entre abril y mayo de este año, de 15 personas desaparecidas y un sin número de heridos que el ministerio de salud dió la orden de no atender.

Tampoco puedo dejar de mencionar aquí, que Daniel Ortega ha sido acusado de violencia sexual a menores más de una vez, y sin embargo esto no parece escandalizar a nadie.

Parece que a los de izquierda se nos hace más fácil indignarnos cuando las injusticias las cometen los ultraconservadores de derecha, pero nos cuesta indignarnos cuando las injusticias las comenten viejos revolucionarios como Ortega. En esos casos nos callamos la boca o los excusamos con aquello del intervencionismo gringo.

Y si, es verdad, tener estados independientes de las grandes potencias es un reto enorme, pero no por eso vamos a querer ser gobernados por patriarcas que nunca salen del poder, que coartan la libertad de expresión, que matan, que violan.

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