Por: Pablo Bromo
Grabado en el mítico Funkhaus Studio de Berlín, All Melody, el séptimo álbum del compositor alemán Nils Frahm, parece diseccionar la música clásica y neorromántica hasta convertirla en polvo de estrellas electrónico y existencial.
Hablar de la música de este pianista post-clásico siempre me ha dado placer. Desde que lo descubrí hace varios años, toda su obra me parece una evocación al cosmos y un delirio punzante a la armonía y la melancolía.
Pero no todo es melancolía en Nils Frahm. En su nuevo disco, All Melody, recién publicado en enero del 2018 por Erased Tapes; el compositor nos invita a descubrir un nuevo elemento en sus insistentes composiciones: la embriaguez imperecedera de la eterna melodía.
Desde sus enigmáticos discos Felt (2011), Screws (2012), Spaces (2013) y el espectacular Solo (2015) en el que le da rienda suelta a su instrumento favorito: el piano; el alemán ha dejado constancia en adormecer la ansiedad y la abrupta sensación de agonía que nos invade. Pero en este nuevo álbum todo cambia abruptamente. Hay más introspección y un uso elegante de otros discursos sonoros. Desde las primeras rolas, “The whole universe wants to be touched”, “Sunson” y “A place”, se puede percibir esa atómica explosión y experimentación sonora que años atrás ha dejado magistralmente sobre el escenario. A diferencia que, para All Melody, tiene resguardada una cantidad de recursos rítmicos inexplorados anteriormente: coros espectrales, cantos de pájaros, trompetas, sintetizadores modulares y beatboxes. Todo esto, perfectamente articulado como si el disco entero fuera un viaje conceptual en lisérgico extremadamente poderoso y bien intencionado.
Después de las primeras tres rolas, la primera mitad del disco transcurre sin tantos espasmos hasta llegar a su epicentro, que es la canción homónima del álbum: “All melody”. Aquí se disipa la referencia gregoriana y barroca hasta lograr un mejor tempo electrónico, un viaje modular y un dub sintético más hipnótico.
A partir de aquí y en “#2”, sabemos que su música es contemplativa e inusual. A pesar de que los ritmos son lentos, hay exquisita profundidad y agitación constante. Vibraciones de Arvo Pärt, Miles Davis, Boards of Canadá, Brian Eno, James Holden, Jon Hopkins y hasta Sascha Ring resuenan inmaculadas. Pero no es que exista una reverencia o influencia, todo lo contrario, Nils Frahm es la piedra angular de toda esta contemporánea instrumentalización. Él es el player.
Dejándolo obvio –y lo pueden percibir en “Kaleidoscope”–, All Melody de Nils Frahm es un disco sensitivo, íntimo, enigmático, complejo y sumamente hermoso. En cada una de las canciones se puede sentir la intensidad de un compositor que se disfruta cada esbozo de la armonía y cada rincón que sus contrastes producen.
Es de lo más exquisito que he escuchado en los últimos años. Una belleza y un parteaguas emotivo al oído. Una caricia y una meditación deliciosa. Disfrútenlo.
Aquí pueden escucharlo en Spotify.
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