Por: Silvia Trujillo
Rebeca Solnit escribió en 2015 el libro “Los hombres me explican cosas” donde pone en evidencia un fenómeno que, por común, es invisible. Se refiere a ese hábito tan enraizado que hace que muchos hombres estén siempre corrigiéndonos y diciéndonos a las mujeres qué, cómo, cuando y dónde debemos decir las cosas. Es una forma aceptada de ninguneo, o sea, decirnos (sin decirlo) que lo que enunciamos no tiene importancia, es superfluo o, al menos, tiene menor valor que su versión.

Cuenta la escritora que estando en una fiesta el anfitrión comenzó a hablar de uno de los libros muy exitosos de aquel momento, la autora era la propia Solnit pero, a pesar que en cuatro oportunidades se le intentó decir que ella estaba allí, él no permitió interrupciones y siguió hablando de las bondades del libro en cuestión -que finalmente ni siquiera había leído, sino que lo conocía por medio de una reseña de un periódico-.
Esa práctica se conoce como mansplaining, de hecho, la misma Solnit inspiró el término, y los hombres están tan cómodos en su rol de dueños de la palabra que lo hacen, aunque ni siquiera manejen el tema. “Los hombres me explican cosas, a mí y a otras mujeres, independientemente de que sepan o no, de que están hablando. Algunos hombres”, sentencia la autora.
Sucede cotidianamente y adquiere visos surrealistas cuando los hombres nos corrigen la plana a las feministas, nos explican el significado de términos que nosotras hemos acuñado, discutido y vivido. Nos cuestionan, sin fundamento, sobre categorías que no se han tomado el trabajo de comprender. Incluso, cuando intentamos dialogar para explicar nuestros argumentos, pretenden ponernos en ridículo espetando frases y vocablos que no aplican y que lo único que hacen es dejarlos a ellos en ridículo.
Silvia Federicci explica en “EL Calibán y la bruja” que “en la Europa de la edad de la razón, a las mujeres acusadas de regañonas, se les ponía bozales como a perros y eran paseadas por las calles” para silenciarlas. Esa barbarie continúa hoy, con cada muerte violenta de las mujeres se pretende acallar las voces de aquellas que dicen basta, pero, también, existen mecanismos más sutiles. Por ejemplo, cuando se desautoriza la palabra de las mujeres en una reunión de trabajo, pero cuando un hombre plantea la misma idea es inmediatamente aceptada o cuando una periodista intenta colocar su opinión en el noticiero de la mañana y su compañero de trabajo eleva el tono de voz evitando que ella continúe. Sucede en la publicidad cuando la figura que vemos es de una mujer pero ella no habla, la que explica el producto es una voz en off….masculina. Sucede en la Academia cuando los investigadores desautorizan los conceptos creados por las cientistas por “subjetivos, poco probables o sin asidero empírico”. Hoy los bozales son invisibles, pero siguen muy presentes.

El mainsplainig debería ser considerado como violación a la libertad de expresión, por que de hecho lo es, pero hay más que decir al respecto. Tiene consecuencias muy nocivas en la medida que esa descalificación de la voz y propuesta de las mujeres contribuye a reforzar el ninguneo al que este sistema nos condena. La Solnit lo explica así “probablemente ahí afuera, a millones de mujeres se les está diciendo, en este planeta de siete mil millones de personas, que no son testigos fiables de sus propias vidas, que la verdad no es algo que les pertenezca, ni ahora ni nunca. Esto va más allá del Hombres Que Explican Cosas, pero forma parte del mismo archipiélago de arrogancia”.
Las mujeres en Guatemala han/hemos roto ese silencio impuesto, pero aún tenemos que derrumbar estos muros mas sutiles montados por los hombres que explican, tenemos varios frentes en los cuales dar batalla, pero uno, sin lugar a duda, es esta reivindicación permanente, porfiada, firme del derecho a hablar, a colocar nuestros puntos de vista en los debates, a que nuestras propuestas sean escuchadas. Tenemos derecho a nuestra verdad. Y a decir aquí estamos, vamos por más, vamos por la esperanza.
Una técnica que funciona para hacernos escuchar y que me ha funcionado es la utilización de un lenguaje directo, que no le da chance al interlocutor a ningunearnos, sino lo pone a pensar. Cuando damos mucho rodeo a los hechos o planteamientos el otro o la otra se desconectan. Sin negar lo que planteas, creo que hay técnicas que nos ayudan a dirigir mejor nuestros mensajes o planteamientos.