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Página principal > Columnistas > Texto > Izabel Acevedo > Maternidad, la dimensión desconocida
15 abril, 2018  |  Por: esQuisses En: Columnistas, Izabel Acevedo, Texto

Maternidad, la dimensión desconocida

IZ

Por Izabel Acevedo

Me dispongo a escribir esta columna, pero la acción misma sobre la que me propongo escribir me lo impide. Intento avanzar de distintas maneras a lo largo de la semana contra viento y marea, pero dos torbellinos, los cuales son mis hijos, interfieren de todas las formas posibles. Uno se apodera del teclado mientras el otro se sube a mis piernas. Pintan con sus crayones de colores mis apuntes, quieren que llamemos por Skype a la abuela.

Pero una buena noche, en que ellos duermen a pierna suelta, me dispongo a escribir sobre eso que es criar niños en un mundo por demás carente de sentido como el que habitamos actualmente.

Ser madre es, para ir rápidamente al punto, el trabajo más más difícil que me ha tocado realizar en la vida. Fue cuando mis hijos gemelos tenían aproximadamente dos meses de haber arribado al mundo que fui plenamente consciente de que nunca antes había estado tan cansada en la vida (y eso que mi profesión requiere en algunos casos trabajar 18 o 20 horas sin parar).

Por otro lado, tengo la sensación de que una vez que tienes hijos y decides permanecer en casa cuidándolos, entras en una silenciosa dimensión de la que el mundo realmente no quiere saber. Una dimensión desconocida (u oculta) llamada maternidad.

A ese mundo entré como Alicia entra en la madriguera del conejo: con completa ignorancia de lo que vendría.

Realmente deseaba mucho tener hijos y la vida con ellos ha sido, es y estoy segura que será, maravillosa. Pero en esta ocasión no nos detendremos en el factor maravilloso porque de eso si que habla mucho la gente y yo misma no paro de hablar con mis familiares y amigos de cómo mis hijos son hermosos y básicamente unos genios (todos pensamos eso de nuestros hijos y hay algo de verdad en ello, los niños son de verdad geniales). Pero eso no tiene tanta urgencia de ser hablado como lo que quiero exponer acá.

Como empezaba a contarles, cuando mis hijos nacieron busqué un camino lógico para criarlos, pero rápidamente me di cuenta de que no había tal cosa. Después de que los niños nacen todo se convierte en un agujero de conejo que lleva a un mundo surreal y completamente desconocido. Un mundo donde todo es inventiva, improvisación, prueba y error. Tal vez las únicas herramientas reales para criar niños son el sentido común y el ingenio.

Y pasados los primeros meses empieza a surgir una pregunta que debe de ser la segunda pregunta más común después de: ¿es niño o niña? Y esta es; ¿cuándo vas a volver a trabajar? Esa es una pregunta estresante cuando tienes a uno (o dos) bebés a tu cargo y sabes que no van a ser independientes mínimamente en al menos uno o dos años más. Además es ampliamente sabido que en los primeros años de vida se construyen las bases emocionales y cognitivas de los niños. Por lo que el “¿cuándo vas a volver a trabajar?”, es una pregunta muy seria.

Y en este punto crucial es donde las mujeres tomamos uno de dos caminos que no tienen salida. Uno: Empezar a trabajar lo antes posible (sobre todo cuando el ingreso de la madre es absolutamente necesario o cuando solamente se tiene ese ingreso para la subsistencia de las crías). Dos: Quedarse unos años cuidando de las crías en casa.

Aunque estando embarazada pensé que sería el tipo de madre que escoge la opción número uno, resulté ser algo más parecido a la madre número dos.

La opción número dos actualmente es tomada con frecuencia por uno de los sujetos que deben de mantener con vida a los niños dentro de un nido contemporáneo. En algunos casos he visto que es el padre quién lo hace, pero mayoritariamente sigue siendo la madre quien permanece en casa.

Tomada entonces la decisión de permanecer en casa unos años y de substituir temporalmente mi proyecto personal por el de criar personalmente a mis hijos, me di cuenta de que hay muchas cosas aquí en “Mamalandia” (desde donde les escribo) que no están bien. Cosas que nunca han estado bien respecto a la personas que crían a las nuevas generaciones de la especie humana. Para decirlo pronto, las madres (y algunos padres) somos una silenciosa pero ENORME fuerza de trabajo gratuita alrededor del mundo. Una fuerza de trabajo que hace posible el mundo tal cual es y que se encuentra en completa vulnerabilidad.

Me explico. Para empezar, alguien que permanece en casa cuidando a sus propios hijos, muchas veces cuida también de los ancianos, enfermos e incluso repite su ciclo de cuidados al hacerse cargo de sus nietos. Pero no tiene ningún tipo de contrato. Entonces, ¿cómo podemos saber dónde empiezan sus tareas y dónde terminan? Tampoco podemos saber con precisión cuál es su horario. Básicamente estas personas estan disponibles las 24 horas del día y no tienen fines de semana, días de asueto y mucho menos (permítanme reírme) vacaciones.

Hay estudios que afirman que el trabajo de las “amas de casa”—termino que no entiendo muy bien—necesita de las capacidades de por lo menos cinco profesiones distintas y que si de manera objetiva calculamos el salario de estas personas multiplicando las distintos tipos de trabajo efectuados por las horas trabajo invertidas, el resultado sería un salario más alto que el que podría tener un buen abogado en Manhattan.

Pero todo lo contrario. Salvo en países como Suecia en el que el Estado reconoce y paga todo este trabajo realizado (que envidia dan a veces los suecos), en el resto del mundo las y los cuidadores de niños, ancianos y enfermos no recibimos ningún tipo de reconocimiento por nuestro trabajo. Y con ninguno me refiero a ninguno. No salario. No vacaciones. No pensión para la vejez. Nada. Y esto precisamente es lo que nos coloca a las cuidadoras en una situación de descuido, dependencia y en resumen, alarmante vulnerabilidad.

Recuerdo que cuando era niña le pregunté a una monja lo siguiente: si Dios creó al mundo, ¿quién creó a Dios? Ella no supo qué responderme y eso mismo me pasa ahora que me pregunto: Si las madres cuidan de todo el mundo, ¿quién cuida a las madres?

Para tener los datos conmigo, hablé con mi médico de cabecera (es decir mi padre) sobre la situación física y psicológica de una madre. Y lo que me dijo es que mis sospechas son acertadas, nadie cuida de las madres y esto a la larga es un problema de salud física y mental del que nadie habla y del que nadie se ocupa.

Para empezar, me dijo, está el problema de la alimentación. Muchas mujeres pierden peso mientras dan pecho y muchas otras suben de peso después de este período ya que no tienen tiempo para vigilar su propia alimentación y mucho menos de hacer ejercicio. Hay muchos casos de anemia y muchos casos de sobrepeso. También constantes contracturas en la espalda que se vuelven problemas crónicos de columna. Por otro lado cuando los niños empiezan a ir a la escuela y se enferman (porque aún no tienen defensas), las primeras en contagiarse son sus madres y esas enfermedades mal cuidadas a la larga tienen repercusiones en su salud. En la mayoría de casos hay signos de depresión, ansiedad y estrés, en el caso de las madres que trabajan debido a que además de trabajar, tienen que criar lo mejor posible a sus hijos. En el caso de las madres que se quedan en casa porque no tienen el ingreso, que si tienen las que trabajan, y además han abandonado sus proyectos personales. Y hasta acá nada parece de vida o muerte, hasta que vemos la fotografía completa.

A ver, imaginemos a una trabajadora 24 horas, sin horarios propios ni días de descanso, que además constantemente tiene padecimientos físicos o depresiones crónicas de los cuales ella misma no puede hacerse cargo. Es una trabajadora que ha abandonado sus proyectos o que no para de trabajar y no puede ver tanto como quisiera a sus hijos, que además se encuentran en bancarrota—ya que el porcentaje de mujeres que poseen sus propio patrimonio y/o tiene ahorros es bajísimo en relación a los hombres.

No es necesario decir más, solo conviene preguntarse, ¿qué futuro hay para las mujeres y hombres que cuidamos? Responder a esta pregunta es crucial para definir nuestro porvenir, porque cada vez hay menos madres o padres que deciden, o pueden, dedicarse al cuidado de sus hijos, de los miembros de la familia enfermos y los ancianos. Entonces creo que es muy oportuno detenernos aquí y preguntarnos, ¿hacia donde queremos que camine nuestra especie?

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