Por: Pablo Bromo
Hace cinco años, René Herrera –vocalista de De La Rut– me regaló su disco Música en la piel mientras conversábamos sobre Julio Cortázar y Miguel Ángel Asturias en el jardín de un estudio en zona diez. Era el 2013 y solía dar clases de escritura creativa y apreciación literaria a un grupo de alumnos bastante interesante. Entre ellos estaba una activista estudiantil bastante querida, una poeta, dos chicas publicistas, no recuerdo quienes más y René.
Cuando él me dio su disco, rápidamente le dije que escribiría algo honesto a manera de reseña para que lo compartiera en sus redes. Escuché el disco, escribí sin prejuicios y le compartí mis apuntes al final de la siguiente clase.
Nunca supe si la compartieron en sus redes o qué paso con la nota, pero recuerdo que halagaba la frescura de su ritmo y la soltura de sus músicos –en especial Dina, la vocalista, tecladista y saxofonista del grupo hasta hace poco–. También recuerdo que mencionaba a Aleks Syntek y algo de funk latino, no recuerdo muy bien, pero de que me gustó el disco. Pues sí, me gustó.
Un par de años después, tuve el chance de conocer más de cerca a Edgar Fuentes, su guitarrista. Trabajamos juntos alrededor de un año e incluso compartimos el mismo escritorio. Edgar era el diseñador de la empresa y el encargado de poner la mayoría de música que escuchábamos todo el día.
Sus gustos lo delataban sobre el escenario: Caloncho, Juanes, Calle 13, Cultura Profética, Café Tacvba, Sticky Fingers, EWF, Salsa colombiana, Maná y Maroon 5. Mucho pop en español a mi gusto, pero nos la pasábamos bien soltando playlists y conversando de música hasta altas horas de la tarde.
Ese fue el año de su gira Elephant Caravan, una serie de conciertos alrededor de Guate junto a Esquisses, casi en el mismo formato de la gira Triciclo que Filoxera, Hot Sugar Mama y Kontra habían realizado anteriormente. A diferencia que De La Rut, era una banda casi desconocida pero con mucho camino por delante. Aquí, en Elephant Caravan, me atrevo a decir que fue donde empezó el proceso más interesante, productivo y creativo de la banda. Y lo digo, porque empezaron a dialogar junto a otros músicos durante una gira entera dentro de Guate. Eso los llevó a explorar sus límites y a conocer los diferentes públicos. Además, como siempre le insisto a otros músicos: «Hay que explorar la música local contemporánea». Me refiero a escuchar e interactuar con colegas. Ya que para construir y mantener una escena local es necesario aprender ellos. Disfrutarlos, conocerlos, criticarlos y aplaudirlos. La apatía, siempre he pensado, es una de las formas más nefastas de odio, indiferencia y egoísmo que existen. Además, hay que ensayar mucho. Y doy constancia que De La Rut lo hace como un mandamiento sagrado.
¿Pero a qué va todo esto? Pues los De La Rut recién le abrieron concierto a Maroon 5 y, por lo que me contaron muchas personas, la banda se lució y enalteció sus sonidos reggae–pop llenos de acordes funketos, letras pegajosas, reefs cabales y picos sonoros que conjugan muy bien con las tendencias que fluyen actualmente en Latinoamérica.
Su música está más cerca del público de lo que se imagina la banda. Creo que eso hay que explotarlo y hacerlo notar. Sus sonidos son limpios y conjugan muy bien con el falsete de René, que escribe letras elocuentes y juguetonas que hacen clic inmediato en el público. Por eso no me parece sorpresa que los De La Rut vuelen alto. Nunca lo he dudado. Y aunque la dupla René-Dina ya no estará presente, los De La Rut tienen un territorio nuevo para explorar con ganas. Hay que mercadear ese talento, el de la banda en conjunto, porque querámoslo o no, sin un empujoncito no llegaremos lejos.
Busquen a los De La Rut y pónganle coco a sus letras, acordes y música. Y si pueden, compartan su música en reuniones o en redes de conocidos. También busquen la música de Dina Ramírez, que está por sacar su disco como solista. Baibai.
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