site logo
  • esQuisses
  • Reportajes
    • Fotoreportaje
    • Narrativa
    • Entrevista
    • Pluma invitada
  • Recomedaciones
    • Literatura
    • Cine
    • Música
  • Galeria
    • Fotografia
    • Artes Visuales
    • Literatura
  • en Vivo
  • Columnistas
    • Texto
      • Izabel Acevedo
      • Jorge Campos
      • Silvia Trujillo
      • Alejandro García
      • Pablo Bromo
      • Sebastián Salvador
    • Visual
      • Petunia
      • G1ft3d
      • José Ochoa
      • Samael Solórzano
      • Sandie López
      • Comics
        • Cubito
  • Agenda
Página principal > Columnistas > Texto > Alejandro García > Se habla español (pendejo)
28 julio, 2017  |  Por: Alejandro García En: Alejandro García, Columnistas, Texto

Se habla español (pendejo)

20464478_10159152572835551_410448017_n

Downtown Train #35

Por Alejandro García

Saliendo de la estación en 161 escuché las primeras sirenas. Unos segundos después dos radio patrullas emergieron de River Avenue, a un costado del blanquísimo Yankee Stadium.

Apreté la cara, como queriendo protegerme de los aullidos policiales. Caminé detrás de ellos. No por seguirlos. Iba, simplemente, hacia la misma dirección—hacia el Concourse Plaza en el sur de Bronx a ver una película.

“What’s with the pigs?” escuché decir a un hombre al lado mío.

Saqué mi teléfono, dejé que el trajín de la ciudad extinguiera el ruido invasivo de los carros-policías y empecé a grabar una nota de voz.

Desde hace unos meses empecé a grabar los sonidos de la calle. Tengo audios de Harlem, de Greenwich, Chinatown, Bronx; para usarlos algún día, quizás. Y es que Manhattan es una olla de ruidos, de sonidos, de música urbana. Un día, caminando por el Lower East Side grabé un enjambre de chihuahuas, el rechinar de los tenis de un grupo de basquetboleros, el sutil rezo de un monje, el siseo de la carne hirviente en una taquería y una conversación entre dos puertorriqueñas. Aprendí entonces que Lower East Side en boricua es losaida. Pensé en preguntarles si les gustaba la pinabora.

Y así, he grabado un trozo de rock escocés cortesía de Scottish Octopus, fuegos artificiales, parejas en peno pleito, la voz nasal John Malkovich en Washington Square—o del que creo que era John Malkovich grabando una película en Washington Square— y dos covers de Wonderwall en Union Square el mismo día.

Caminando sobre la 161, con el teléfono en la mano, camino a Gerard Avenue, grabé mi primer sonido: la puerta metálica de un horno de pizza. El segundo: un hombre ofreciendo botellas de agua. “One dollar, bottle of water,” decía. “One dollar, one dollar.” En cada mano le cabían hasta cuatro botellas. Uno más: el tintineo del collar de un musculoso pitbull terrier, “Felix,” decía su dueño y lo jalaba.

Pasé frente al Bullpen Deli. El olor a carne ahumada pinchó mi nariz. En la televisión tenían algún juego de los Yankees a todo volumen. Seguramente de esos cuando David Cone lanzó un juego perfecto, o de cuando Tino Martínez bateó un gran salami en la Serie Mundial del 98 para voltear el marcador contra los Padres de San Diego, pensé. Pero nunca de cuando Alex Rodríguez le botó la bola a Bronson Arroyo de un manotazo, God forbid.

Luego, más adelante, el Bliss Beauty Salon disparaba bombos y bajos electrónicos, dignos de un buen teclado Cassio noventero.

Quise alcanzar el semáforo parpadeante, 5, pero un par de personas 4 frente de mi bajaron 3 la velocidad. 2. Frené. 1. 0. Un carro bocinó como apurando al de enfrente.

“Hey, boy,” me dijo un tipo alto, moreno; vestía una camiseta negra y rosa de T-Mobile. “You look like you could use a free phone.”

“I do?” y le sonreí—aún llevaba el teléfono en la mano.

“Sí,” dijo y volteó a ver a la mesa que tenía detrás de él. ¿Solo con el I do supo que yo soy Latino? Se dio la vuelta y me mostró cuatro teléfonos, un LG, un SONY, no me recuerdo de los otros. Me explicó que al cambiarme de plan me podía llevar cualquier de los teléfonos y no pagarlos hasta dentro de seis meses. “Six months,” dijo, con los ojos extra redondos. Le dije que no gracias. “You an iPhone man,” dijo. “Te puedo conseguir el 7, the iPhone seven if—“

“I’m okay. I—“

“Hey, e’tá bien,” dijo y sonrió. Por ahí me llegó una rumba lejana. “Si alguna vez necesita’ un peluquero,” alcanzó su billetera. “Me llama’ y—“ me dio una pequeña tarjeta rojo, azul y blanca con su nombre, Andres de Jesus—sin tilde. “You may not need a phone in some time, pero siempre se necesita un buen peluquero.”

La peluquería “Tu Propio Estilo” está ubicada en la 169 y Clay Avenue, ofrece cortes a domicilio y descuento de grupos.

“Mucho gusto, Andres,” le dije.

“¿Tu nombre?”

“Hussein.” Le ofrecí la mano.

“Mucho gusto, Hussein,” sonrió. “Ya tu sabe’, me llama’ y— Also if you need a phone,” dijo mientras el semáforo liberó el tráfico de gente.

Llegando a la esquina de la 161 y Walton, vi a personas aglomeradas del otro lado de la calle, en la esquina sureste del Joyce Kilmer Park; las radiopatrullas parqueadas a un lado. Algunas personas se alejaban del bulto con bolsas de fruta en la mano. Rodajas de piña en bolsas verdes, trozos de sandía en bolsas azules, mango verde con limón y pepitoria, como las que venden en el mercado de Gerona, pensé. Me acerque como atraído por el aroma de la papaya.

Atravesé al gentío hasta llegar adelante. Vi un tipo sobre el suelo, boca abajo, con las manos esposadas detrás de la espalda; parecía un cerdo maniatado en vísperas de un festín. Alrededor del Cerdo habían naranjas estrujadas, bananos aplastados, kiwis reventados, melones con las tripas de fuera, incluso un par de pitayas derramando su sangre violeta sobre el asfalto caliente. Habían, también, cajas volteadas sobre el suelo. La única caja que sobrevivió el asedio ilesa fue una de platanos/maduros; el precio aún entre las frutas, $3X2.

Otros dos oficiales le hacían preguntas a una señora morena. A un lado un niño—hijo de la señora quizás—recogía las frutas; buscaba las enteras, las ilesas, y las guardaba en un canasto de mimbre; dentro tenía una colección multicolor de mangos, manzanas verdes y fresas.

El Cerdo gruñía, trataba de despegar la cara del cemento, rodaba como queriendo darse la vuelta hasta que uno de los policías se arrodilló y le puso una mano sobre la espalda.

“Don’t move,” dijo el policía, su voz inexpresiva pero severa.

Puse atención al murmullo de la gente, a las erres crujientes que hervían hasta formar, todos, un zumbido inquieto, like a boiling broth of accents and languages. Por todos lados venían los asshole, los dumbass, los e’túpido y estúpido y stupid. Por ahí un stupid-ass, también el güero ese, o desgraciado, bastard, y un largo y rítmico in-con-si-de-ra-te, así, partido en sílabas. También un, poor thing Zelma, look at her. Los radios de los policías eructaban voces metálicas—un glitch melódico àla canción de Nine Inch Nails.

“That bitch,” dijo El Cerdo, desde el suelo. “Fucking bitch,” y le disparó una mirada venenosa a Zelma, la vendedora, o a su hijo, quizás a ambos.

Zelma se abalanzó sobre los hombros de uno de los policías que la interrogaban, “sharap, sonafa bitch,” dijo—el rostro enrojecido; dos lágrimas caían por su rostro. El policía dio un paso hacia atrás, tratando de balancear el cuerpo de Zelma.

“Bring it,” dijo El Cerdo.

“Hey,” uno de los policías tomó al Cerdo del cuello.

“Bring it,” repitió.

“You ha’ to pay fo’ the frut,” Zelma dijo, con los pies en el suelo. El policía trataba de calmarla, pero ella escurría su rostro a un lado del torso del agente, entre codo y costillas. “Police, he ha’ to pay fo my fruit.” Durante el forcejeo Zelma le tumbó la gorra a uno de los policías.

“I ain’t paying shit.”

“Police, he ha’ to pay—“

“Piss off.”

“Stop,” uno de los policías le dijo al Cerdo y le empujó la cabeza contra el suelo.

“Police, él tiene que pagar, mire el desa’tre que me vino a hacel. Sáquele la billetera—“

“English, bitch.”

“Acá se habla—“

“English.”

“Take him away,” dijo uno de los policías.

“Acá se habla español,” dijo Zelma, dio paso hacia atrás y tomó una bocanada de aire. “Pendejo,” sentenció.

Mientras uno de los policías levantaba el cuerpo del Cerdo, la gente, como contagiada por la sabrosura de pronunciar un pendejo recio y redondo, empezó a repetir la palabra. ¡Pendejo! en coro. ¡Pendejo! en masa. ¡Pendejo, pendejo! como el policía fuera un delantero—el Cerdo el balón y la patrulla la portería—y necesitase de la hinchada para anotar. ¡Pendejo! a tres cuartos de cancha. ¡Pendejo! llegando a la media luna. ¡Pendejo, pendejo! entrando al área grande. El policía abrió la puerta, ¡pendejo! giró el cuerpo del Cerdo y de su sudadero ¡Pende— cayó una pistola negra al suelo.

Volteé a un lado, Andres de Jesus estaba repartiendo más tarjetas de presentación a la gente.

Comparte esto:

  • Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Google+ (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Tumblr (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
  • Compartir en Skype (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para enviar por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
  • Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)

Me gusta:

Me gusta Cargando...

Escrito por Alejandro García

Zurdo. Soy fiel creyente en la comunidad y colaboración. Inquieto noctámbulo. A veces leo, a veces viajo, a veces tomo fotos, a veces hago música, muchas (muchas) veces escribo, a veces no. Orgulloso piloto de un Subaru intergaláctico.
AnteriorSketches de fin de semana
SiguienteThe strangest days

Comentarios: 0

Deja un comentario Cancelar respuesta

Entradas recientes

  • ERNESTO BAUTISTA: la construcción mental del discurso poético
  • ENTREVISTA: Paula Morales, “nuestra existencia es resistencia”
  • Cristobal De La Cuadra, lo más importante ahora es hacer escena y comunidad.
  • ENTREVISTA: Teresa María, somos mucho más
  • ENTREVISTA: El David Aguilar «Cuanto tocan en mi casa, yo abro»

Agenda cultural


« Febrero 2023 »
Mo Tu We Th Fr Sa Su
    1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28          

Calendar by Kieran O'Shea

© Copyright esQuisses
loading Cancelar
La entrada no fue enviada. ¡Comprueba tus direcciones de correo electrónico!
Error en la comprobación de email. Por favor, vuelve a intentarlo
Lo sentimos, tu blog no puede compartir entradas por correo electrónico.
A %d blogueros les gusta esto: