Por: Silvia Trujillo
“una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos”.
Alejandra Pizarnik.
Árbol de Diana, de Poema No23 (1962)
¿Cómo puso Safo (s. VII a.C) derribar los muros de silencio que sobre ella se imponían por su condición de mujer? O ¿cómo hizo Christine de Pizan (1364-1430) para dedicarse profesionalmente a la escritura?, ¿cómo hicieron las mujeres convencidas del pensamiento ilustrado para vencer los cercos de la misoginia gestada en el contexto pre revolución de la Francia del Siglo XVII?, ¿qué fuerza hizo que Madeimoselle Jodin se atreviera a decir en la Asamblea General francesa “nosotras también somos ciudadanas”?, ¿qué apoyos encontró en otras, Olympe de Gouges para escribir la Declaración de derechos de las mujeres y las ciudadanas?. Sin duda, fue una profunda convicción y la necesidad imperiosa de resistirse a esos férreos mandatos patriarcales los que las alentaron a utilizar la palabra como trinchera.
En Estados Unidos, Sojourner Truth, mujer negra, analfabeta, nacida esclava y madre de ocho hijos, en 1851, en la Convención de los Derechos de Ohio, se preguntó ¿y acaso no soy una mujer? Y sus palabras hicieron que perdieran sentido todas las justificaciones misóginas para no permitir el voto de las mujeres. En el París pre Comuna, Louise Michel iba de un lado al otro abriendo escuelas libres donde aplicaba su pedagogía libertaria, experiencia que le sirvió de antesala para promulgar durante el gobierno comunero (1871), la educación gratuita para todos. Fue, además, una maestra de la palabra, escritora, articulista, anarquista y feminista quien escribió “tened cuidado del día en que las mujeres se cansen de todo lo que les rodea y se levanten contra el viejo mundo. Es día un nuevo mundo comenzará”.
Como ellas, muchas otras en la historia se asieron a las palabras, porque fueron éstas las que, poniéndolas a luchar, les salvaron la vida. Como a Sherezade, quien cada noche narraba una historia a su marido, el sultán Shahriar, para que no la asesinara al amanecer como había hecho con las esposas anteriores. Así, Las mil y una noches, más que un texto sobre la belleza de la protagonista-que es como ha sido trasladado en el mundo occidental- es una evidencia concreta de su inteligencia y sus atributos intelectuales. Todo esto lo analiza Fatema Mernissi, para enfatizar “(l)a Sherezade oriental es una mujer cerebral y ahí es donde radica su atractivo erótico. En las fábulas originales casi no se menciona el aspecto físico de Sherezade, mientras que el rasgo de su educación se repite en bastantes veces. La única danza que se permite mientras cuenta sus cuentos es la de jugar con las palabras en las horas más altas de la noche”.
También fue así como las palabras salvaron de una muerte lenta a Yasmina, una niña nacida en el desierto, quien perdió el habla cuando vio como asesinaban a su madre, pero decidió recuperar la posibilidad de comunicarse por medio de los relatos que escribía sobre la tierra. La misma tierra que sirvió para enterrar a su madre, le sirvió, posteriormente, de papiro interminable para trasladar sus narraciones. Esta historia la cuenta Malika Mokeddem, nacida en 1949 en Kénadsa, al oeste del desierto argelino quien, siendo la mayor de diez hermanos, fue la única mujer en su clase de secundaria. Luego de superar muchos obstáculos, es hoy una reconocida y laureada escritora.
En Centroamérica contamos con el legado de Sor Juana Inés de la Cruz en México y de Sor Juana de Maldonado en Guatemala, quienes encontraron en los muros de los conventos la libertad para poder escribir, así como a Prudencia Ayala, una mujer indígena de principios del siglo XX, quien publicó dos poemarios y fue fundadora de un periódico, pero además se lanzó como candidata a la presidencia de la república de El Salvador en 1930.
Este breve recorrido no hace más que dejar en evidencia el largo camino recorrido por las mujeres, en todos los continentes y contextos, para dar cuenta de las pautas culturales y políticas que las han mantenido en situación de desigualdad, pero a la vez, para presentar propuestas de vida diferentes, formas distintas de ser mujeres que la delimitada por el patriarcado, creación de imaginarios alternativos y revolucionarios.
Y es, a la vez, una invitación para que busquen el legado de las mujeres en la literatura. Ahora que estamos en los albores de la Feria Internacional del Libro de Guatemala -FILGUA- dense la oportunidad de conocer las propuestas de mujeres, busquen en las diferentes casas editoriales los libros de poesía, novelas, comedias, drama y todos los géneros literarios. Y déjense llevar.
Allí, el viernes 14 de julio se realizará la presentación de Mujeres que se crean a sí mismas, una antología que reúne voces de poetisas contemporáneas que, si bien se caracterizan por su diversidad estilística y temática, confluyen en proponer alternativas a la identidad tradicional. Posteriormente, el 23 durante toda la tarde se ofrecerán diversas actividades con el fin de dar a conocer propuestas, ya sea de cuentistas centroamericanas, un seminario de literatura feminista, la poesía de Berta Cáceres, así como un homenaje a Margarita Carrera.
Son oportunidades imperdibles, para compartir, para conocer nuevos mundos, nuevas identidades miradas, experiencias. No me queda más que incitarles a esta aventura.
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