Downtown Train #30
Por Alejandro García
Entré a supermercado pasadas las ocho de la noche. Aprendí a hacer súper tarde, para evitar las interminables líneas en la caja. Cuando entré todavía algunas personas iban llenando sus carritos y caminando alrededor de los apretados pasillos. El aire dentro era fresco y con olor a mantequilla.
Tomé bananos, manzanas, limas—que no son limas sino limones, porque los lemons son más bien limas. Gringos alrevesados. Melón, pan blanco y aguacate. Tres aguacates, $.1.15 cada uno. Maldita inflación.
“Avocados?” Un hombre al lado me dijo. Era alto, treintañero, ligeramente encorvado y llevaba una chaqueta de cuero de los Cavaliers, de los Cleveland Cavs. Lebron James bordado en el pecho. Ni modo. Maldita inflación.
Asentí.
“Are you one of those hipsters que le ponen aguacate a todo? ¿De los que hacen licuados y postres y que lo untan a los pancakes, que lo combinan con la sandía, con melones?” señaló a mi canasta. “Vi esta noticia de un lugar que están sirviendo café dentro de los empty shells del aguacate, café orgánico of course—“
Maldita inflación.
No. Pensé decirle que no, que yo no era un jípster que le unta el aguacate a los panqueques. ¿Quién putas hace eso?
Yo soy más bien un tipo que creció en un barrio, en Gerona, a dos calles de un mercado donde las frutas y verduras son orgánicas, no porque tengan un sello, sino porque simple y sencillamente vienen de la tierra. Y que sí, crecí comiendo aguacates, aguacates de Gerona, aguacates de El Molino, aguacates de San Juan Ostuncalco. Y que mi abuela me enseñó a cortarlo en trocitos y echárselo al caldo de pollo. Y que mi abuelo me enseñó a untarlo, sí, pero en una tortilla caliente, con una pizca de sal. Y que mi papá— ¿Quién reputas sirve café en un aguacate? Y que mi papá me enseñó a partirlos sin cuchillo. Y que mi mamá me enseñó a escogerlos. Y no, no necesito tutoriales de YouTube para saber escoger un aguacate que sirva para mañana, otro para el lunes y otro para el próximo miércoles. Y que no, nunca me he cortado tratando de quitar la semilla, #avocadoaccident.
Maldita inflación.
“No,” le dije y me fui.
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