Por: Silvia Trujillo
Iba a empezar diciendo que no hablaré de la calidad de la película, ni de mi opinión sobre Gal Gadot, la protagonista. Pero es incorrecto comenzar un texto diciendo que es lo que no voy a decir. Así que corre y va de nuevo. Lo que leerán a continuación son los argumentos para evidenciar como la Mujer Maravilla muestra -una vez más- una heroína moldeada desde el ojo y la percepción masculina, que utiliza la violencia para pacificar al mundo y que, movida por el amor (romántico), encuentra la fuerza suficiente para cumplir su rol. Entonces ¿qué diferencia hay con las otras sagas hollywoodenses que hemos visto?, ¿por qué la quieren vender como una película que muestra un modelo de mujer empoderada? O peor, he escuchado decir, que es “una película feminista”. ¡Claro! Dirán ustedes, ¿quién dijo que a las películas había que ponerles apellidos o intentar etiquetarlas? Tienen razón, sin embargo, sucedió. Parte del marketing que le han hecho a esta última película del universo de Warner es esa. Perdonen la onomatopeya, pero ¡puf!
Vamos por partes. Mucho de lo que las teóricas feministas han evidenciado es que todo lo que conocemos, fue creado y nombrado por hombres, incluidas nosotras las mujeres quienes hemos sido construidas para responder a ese modelo, donde se nos ha ubicado en un rol específico, ser para las y los demás. Cómo decía nuestro bien amado Juan Jacobo (Rousseau) nuestra “dignidad es ser ignorada (s); su gloria está en la estima de su marido; sus placeres están en la felicidad de su familia. (…)”. Demostrar esto que digo aquí de forma tan ligera ha llevado años de investigación, se ha tenido que trabajar mucho para hacer evidente lo que estaba invisibilizado. En esa labor han trabajado algunas teóricas quienes analizaron los mitos cosmogónicos de las distintas épocas y territorios y resulta, como es obvio, que en la gran mayoría de esos relatos los protagonistas son dioses masculinos.
Pero, existen interpretaciones filosóficas que desvanecen esas certezas, como la que plantea Victoria Sendón de León cuando se remonta a los tiempos previos al patriarcado y explica la existencia de la tradición sumeria, por ejemplo, o la civilización cretense donde las mujeres estaban organizadas políticamente y tomaban decisiones de competencia comunitaria. Similar conclusión obtuvo la antropóloga Marija Gimbutas, quien investigó las sociedades de la vieja Europa entre el año 7.000 y 3.500 A.C y determinó que, no solo eran muy desarrolladas, sino que, no contaban con fortalezas ni murallas, ni restos de armas “que constituyen un testimonio de primera mano de la existencia de sociedades pacificas e igualitarias que profesaban una religión naturalista en sus cultos a la Diosa madre y a otras diosas agrarias y locales”.
Entonces, teniendo evidencias de otros relatos como el sumerio, celta o cretense ¿por qué elegir la mitología griega para explicar el origen de las mujeres? Claro! Es Warner y eso vende. Entonces, desde el inicio, la mirada es androcéntrica (visión del mundo y de las relaciones sociales centrada en el punto de vista masculino). Luego, se plantea el lugar común de las amazonas, que despierta el sexismo más irredento, un mundo de mujeres fuertes, cuyo molde responde a la estética contemporánea tan afín a las voluptuosas curvas, donde es criada Diana y forjada para ser una guerrera diestra.

Museo de Tesoros Históricos de Kiev, Ucrania
Las fuentes literarias evidencian que las amazonas vivían en Themiscyra y por lo que parece poco les importaba la estética, de hecho, se afirma que se lapidaban el seno derecho para poder disparar sus arcos con mayor precisión (mit.: amazona es quien ha sufrido la ablación de un pecho). En la versión fílmica, esas amazonas, obvio, tienen ambos pechos y poco importa si su tamaño les impide disparar. Podrán argumentar que eso es una ficción literaria y que tales guerreras solo existen en allí, en la imaginación de los griegos o en La Ciudad de las Damas de Christine de Pisan. Más no todo es literatura, a principios del siglo XX se encontraron evidencias de la cultura escita, en Ucrania, que evidencian a una guerrera con su arco labradas en un escudo, posteriormente otras excavaciones pusieron al descubierto mujeres enterradas con sus flechas y sus escudos en Chertomylk, así como, un osario en la frontera con Kasajstán, en las proximidades de Potrowra, que datan del siglo VI a. C., donde nuevamente se recogió evidencia de mujeres guerreras.
Volvamos a la peli. Diana rompe el mandato de sumisión que la ataba a su comunidad y fundamentalmente a su madre y decide seguir a este hombre que súbitamente apareció en sus vidas robándoles la paz. Allí radica otro punto de discordia en la versión de la directora Patty Jenkins. Su protagonista, si bien decide por ella misma, lo cual sí podría darle el mérito de cierto empoderamiento, cae nuevamente bajo el embrujo patriarcal cuando encuentra la fuerza para cumplir su misión, no en el legado de fortaleza y lucha heredado de las mujeres que la forjaron, sino en el amor de aquel hombre. De acuerdo con el guion, ella está a punto de ser vencida por la maldad del antagonista, cuando advierte la muerte del joven que minutos atrás le había dicho que la amaba. Es en ese momento, que ella encuentra la fuerza para derrotar al mal. Se yergue bravía y lo logra. Consigue su felicidad al verse realizada en la felicidad de los demás. Ni que decir que, para ello, el mundo consigue la paz a través de una violencia en nada distinta a la ejercida por los hombres, con explosiones, aniquilamiento “de los malos” y tanques de guerra que vuelan por los aires.
Finalmente, ¡vayan a verla! Pero por favor no repitan que es una película feminista. No caigan en esa trampa de transformar en mercancía a un movimiento social y político que si algo ha enfatizado es su ser contestatario y radical.
Muy bueno tu análisis pero no la iré a ver con la nieta, que la lleve el padre, je,je.