LIRU LALUDU WEYU
LIRU LALUDU WEYU
LUBUIDUN LAFUCHUHATE AHE
AH LIRU LALUDU WEYU
ÑUDUNUGUYA HAMUGA LIDON
LEBEINGUI BABA AHEI
GAÑEINUGUYAME
ABAN NIZANDU WURITI NIBUGAÑA
AROGARA NUGUYAME
TUNI NUWARAGUMANIA AHE
OH WALIRULALANINA ABAU AHEI.
-CANTO TRADICIONAL GARÍFUNA (UNESCO, 2012)
A bordo, desde donde estamos sentados, la proa de la lancha interrumpe nuestra vista del horizonte cada vez que la cresta de una ola la levanta. Aquí la pregunta no es “¿Será que me va a dar nausea?” sino “¿Por qué no me ha dado todavía?”. Vimos pasar Punta de Palma y Livingston, casi llegando a Belice giramos a babor y eventualmente tocamos tierra, arena, blanca. El caribe guatemalteco, mejor dicho, el caribe centroamericano en su totalidad, es un paraíso. Durante el siglo XVIII esta región significó un nuevo comienzo para aquellos garífunas valientes que se atrevieron a salir en búsqueda de lo desconocido, para ellos se trataba de huir de la represión y navegar hacia nuevas oportunidades. Hoy, las playas nos reciben a nosotros los turistas, huyendo de las turbulentas aguas de la vida diaria en las que nos mantenemos a flote. Dejamos que las olas limpien nuestro espíritu y sacudimos el exceso de agua con un poco de punta. La parte presencial del viaje tristemente debe terminar y todos regresamos al lugar de donde venimos. Hago malabares imaginarios para no caerme mientras me acomodo en la hamaca que encontré, amarrada a dos palmeras a la orilla de mis lagunas mentales; la brisa del ventilador eléctrico me refresca, inclino la cabeza y le doy golpes para tratar de sacar el agua de mis oídos. Aquí, en mi escritorio, me doy cuenta que sin querer traje conmigo un poco del caribe. No me despierten.
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