Por: Silvia Trujillo
Una mujer parada en un espacio deshabitado. Sola. Su cuerpo diminuto, inerte, inquietante. Su ropa, en primera instancia, no dice mayor cosa. Una camiseta raída color café, un pantalón ancho al que le ha pasado el tiempo entre los hilos y le queda una reminiscencia del color negro que alguna vez tuvo. Permanece inmóvil. Su presencia, inquieta. Pero no dice nada. Su mutismo perturba más aún. Parece que nos mira, pero su mirada está en otro lugar. Esta allí, podemos verla, pero, a la vez no está. El silencio apabulla, como en un sepulcro, pero su figura grita, habla del olvido. Hay cierta distancia entre su cuerpo y el nuestro y sin embargo, su presencia es lacerante, punza como una daga que se introduce poco a poco en las entrañas, y coloca a quien la empuña, cada vez más cerca. Es ella pero a la vez es otra. Hay dolor, puedo sentirlo. Hay tiempo, pero congelado. Hay olvido y homenaje.
Es Regina José Galindo. Estamos en Guatemala, en las vísperas del día internacional de las mujeres. La artista está presentando la pieza que ha titulado Presencia, en donde evoca a mujeres que han sido asesinadas en este país y cuyos casos aún siguen impunes. Durante siete días ella usará ropa de cada una de las víctimas como una forma de hacer visible su existencia, su proyecto de vida, su legado. Entonces el vestido de Saida o la ropa gastada de Iris cobra otro sentido. Se retoma como una segunda piel. Están en esa habitación, tomando la forma del cuerpo de la artista para recordarnos que siguen esperando justicia. Justicia en el país que deja en la impunidad al 95% de los casos de muerte violenta de mujeres.
Estoy frente a Regina/Iris en este performance, me quedo inmóvil durante unos minutos pero caigo rendida frente a su potencia. Comienzo a sentir la ausencia, el reclamo, el dolor. Pienso en Iris, en su vida y en la forma espantosa que la perdió. Una frase da vueltas en mi cabeza “los vecinos de la zona 5 contaron que la escucharon gritar durante toda la noche pero nadie hizo nada”.
Nadie hizo nada.
Nadie hizo nada.
Nadie.
Nada.
Y me descubro, sin saber cómo, sentada en el piso, abrazada a mi bolsa, desarmada, pensando en la brutalidad del crimen, en la brutalidad de una sociedad que la condenó a morir desmembrada, que escuchó sus gritos, nuestros gritos, los de todas las que todos los días enfrentamos la violencia. Y se quedó inerte.
No hizo nada.
Y pienso que en esta guerra desatada contra nuestros cuerpos, hasta las palabras me resultan escasas. Inútiles. Pero de todas formas seguimos pronunciándolas para demandar, para exigir, para arrinconar con nuestra furia a ese sistema patriarcal que nos sigue matando.
Regina sigue allí. Toda su potencia creativa puesta en función de la memoria. Hay en ella una potencia y pasión contenida en su inmovilidad que interpela. Ella es la artista y ella es la obra, su cuerpo el maniquí, la materia prima, la imagen. Esa imagen que condensa un sinfín de significados, que nos obliga a cercarnos al problema aunque ella permanezca inmóvil en medio de la sala. Sé que no está actuando, ni representando, no lo busca, no lo necesita. Lo está viviendo, se ofrece a sí misma en este ritual de la memoria, en esta ceremonia de dignificación. Nos invita a vivirlo y a sentirpensarlo con ella. No hay movimientos y, sin embargo, es pura acción.
Desde su cuerpo y su dolor nos invita a reflexionar y a actuar. No está allí inmóvil para que nos demos por vencidas, sino, por el contrario, para que exijamos con mayor vehemencia que esos crímenes no se queden en la impunidad. Es una puesta a prueba para nosotras, para la sociedad, nos está interpelando.
El arte, la artista y las poderosas imágenes que tienen la capacidad de decir tanto sin una palabra, sin un movimiento. El arte que nos da aliento para seguir vivas. No encuentro mejor forma de conmemorar este 8 de marzo. Reivindicando, exigiendo porque de eso se trata.
Presencia estará nuevamente hoy 8 de marzo de 12 a 14 horas y mañana 9 en Casa Ibargüen (7ª avenida 11-66, zona 1, Ciudad de Guatemala), y desde el viernes 10 al domingo 12 en Casa de la Memoria (6ª avenida y 1ª calle zona 1, Ciudad de Guatemala.)
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