Por: Jorge Campos
En los últimos días volvió a estallar en las redes sociales el crimen que perpetraran Bertolucci y Brando durante el rodaje de la película «El último tango en París», la cual obtuvo nominaciones al Óscar a mejor Actor y Director.
Para muchos era ya una historia conocida, pues el mismo Bertolucci admitió el crimen en el 2013, dos años después que falleciera la víctima, Maria Schneider; para otros como yo, es una historia completamente nueva.
En la entrevista en la cual admitió el crimen, no deja de sorprender el desafecto con el que asegura que «para obtener algo (en arte) tenemos que ser completamente fríos». Y me pregunto, ¿cuál es el límite de una obra maestra? ¿Qué ética se aplica al arte? ¿Cuál es la frontera entre la libertad del arte y el crimen?
Nada, bajo ningún fundamento, puede justificar un crimen premeditado, menos el arte, pues la dignidad humana es superior a cualquier producto estético. El arte es exaltación humana, justificar los medios por la finalidad es una abominable contracción.
Y es aquí donde nos encontramos al borde del abismo entre moral y ética, porque hacer valoraciones morales sobre el creador no descarta el valor estético de la obra, sin embargo cuando la obra misma está empañada por un procedimiento sombrío se desnaturaliza, pero no pierde nunca su valor estético, y quizás sea esa el asta a la cual se aferra Bertolucci.
Nunca he estado de acuerdo en valorar las obras en dependencia de la vida de sus autores porque si bien procede de éste, el arte mismo adquiere vida propia en su gestación, por ello un asesino, un violador pueden crear lo sublime aún cuando la obra desciende directamente de una transgresión. Lo que no debemos perder de vista es la ética y el aval de todos nosotros, no apoyando que se justifiquen los medios por el fin. El producto de un crimen puede alcanzar el brillo del culmen artístico, pero no implica que su creador sea eximido de su delito.
Para muchos, este reciente estallido de Hollywood es innecesario porque su víctima nunca fue ajusticiada, para mí es lo contrario, es hacer justicia en el tiempo por los crímenes que se han justificado por el arte, por los que siguen sucediendo, por los que no debemos dejar que sucedan.
Jorge Campos
Managua, Diciembre 2016
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