Por Silvia Trujillo.
“No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante clarosi usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrássi está contra la violencia
pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después
Hoy, estamos exactamente a un mes de conmemorar los veinte años de la firma de los Acuerdos de Paz. Entonces, como siempre, el tema se vuelve a poner en agenda. Estuvo congelado y guardado en los anaqueles durante los últimos diez años, o quizás más, aunque quienes han investigado sobre el tema plantean que fue entre 2006 y 2007 que se cerró ese ciclo político.
Y la efeméride hace que el tema se vuelva a poner de moda, por estos días nos convocan a una serie de foros, estaremos leyendo diversos artículos y columnas sobre su contenido y hasta no faltarán aquellos cínicos de siempre, que después de haber devastado el proceso, se elevarán en halagos y presentarán como sus más fervientes defensores. Pero ¿qué esperábamos? Los distintos gobiernos, desde aquel entonces para acá, nunca estuvieron dispuestos a darles impulso. De palabra, sí; de crear instituciones vacías, sí; de promover marcos legales, también; pero de hacerlos funcionar, no; de otorgar el presupuesto que esas instituciones necesitaban para resolver los problemas profundos, tampoco; de contratar el personal pertinente y formarlo, menos. Lo poco o mucho que se ha avanzado en este país en dicha agenda, ha sido empujado por las organizaciones de la sociedad civil que trabajaron denodadamente para hacer real las palabras y el discurso de aquel 29 de diciembre de 1996. Si volvemos a lo escrito en el Acuerdo sobre el cronograma para la implementación, cumplimiento y verificación de los Acuerdos de Paz, se podrá leer que con esos contenidos se trataba de resolver “las raíces de la conflictividad social, política, económica, étnica y cultural, así como de las consecuencias del enfrentamiento armado” (1995, párr. 1).
Y henos aquí con indicadores que duelen, vidas que se pierden pudiéndose haber salvado, niñez que no tiene aún la oportunidad de aprender a pensar por sí misma y unas brechas entre ricos y pobres que escandalizan. O al menos así tendría que ser.
Si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizarno me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante clarosi habla de paz pero tiene
costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical
Pero como todo, cuando se transforma en monolito, se estancó. Nos quedaron como esas estatuas de los parques que sabemos que están allí pero nunca volteamos a ver. Y, poco a poco, los Acuerdos de Paz salieron de la agenda, de nuestras charlas, de nuestros discursos y de nuestras acciones. Y la generación de mis hijas, hoy no tiene ni idea que decían o para que se firmaron.
Y si nos vamos más al fondo de la cuestión cabría que nos preguntáramos ¿Qué paz? Para las mujeres y para las niñas no ha habido paz, los índices de violencia contra nuestros cuerpos alcances niveles que asustarían a cualquiera. O al menos así tendría que ser. 9,600 mujeres muertas de forma violenta entre 2000 y 2016; cerca de 3,000 niñas de 10 a 14 años violadas fueron madres solo en 2015. Para los pueblos indígenas tampoco ha habido paz, negados sus derechos, expoliados sus territorios, rechazada su cosmogonía. De la misma forma, para las y los defensores de derechos humanos no ha habido paz, asesinados por defender lo que es colectivo, torturados por querer que la verdad salga a la luz, criminalizados por poner en evidencia lo que las élites quieren esconder.
si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con élsi está entregando el país
y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porqueríano me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
Quizás se trate, entonces, de pensar qué tipo de paz queremos, no ya metida en el corset de los Acuerdos de Paz sino una paz que emancipe, una paz que trascienda los enunciados y se nos haga vida, una que nos permita el dialogo y la convivencia. Eso nos obliga a pensar en vías para construirla. ¿con quiénes?, ¿incluyendo qué temas? ¿de qué forma?, sin duda necesitamos dialogar, escucharnos, tratarnos de entender en la diversidad que somos. Sin duda necesitamos incorporar nuevas estrategias, nuevas formas de relacionamiento, atrevernos a pensar críticamente, dejar la pereza intelectual de lado y ponernos a construir. Ponerle colores, sabores, música a ese país en el que queremos vivir. Se trata de acumular fuerza creativa, de cuestionarnos el sistema en el que vivimos y la dominación y opresión de la que hemos sido objeto, pero también de la que hemos reproducido, se trata de darle una direccionalidad a nuestra estrategia para no debatir por el simple hecho de ser contestatarios, sino de darle un objetivo político al asunto.
Se trata de poder vivir en un país sin tener miedo. ¿Será mucho pedir?
no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.Mario Benedetti
Las palabras
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