Por: Jorge Campos
A propósito de la reciente publicación de “De Crisis y Catarsis” del poeta Yonny Rodríguez, conversamos sobre su perspectiva de la realidad social hondureña, y de la poesía como terapia de choque que desafía al presente en su expresión más fugaz.
“De Crisis y Catarsis” es un ejercicio poético de denuncia que reprende desde el hastío a la violencia en sus diversas manifestaciones, y a la inercia permisible de quienes voltean el rostro con abulia y resignación: “Al silencio del que hablo,/del que todos estamos empapados,/ se le empañan los cristales,/ se le revientan/ de coraje los ojos”.
En este su primer poemario, Yonny desahoga la rabia de una sociedad ahondada en la desgana del lecho de quien se asume desahuciado; lo que se ha convertido en una buena costumbre, como lo reprocha en su poema “La hiena”:
A punta de dolor
nos domaron,
nos formaron
el buenhábito de
no llorar. Ya nos condicionó esta cacería.
Si nos preguntan el domicilio,
no decimos vivimos en;
respondemos
estamos muriendo…
Volcanadas sanguíneas
bañan
nuestra patria.
Las placas del mal
friccionan.
El ponzoñoso escorpión
por un lado; por el otro,
la hiena avara buenaparanada.
En tanto nosotros,
osos relajados,
seguimos diseñando
nuestro sepulcro.
Y se revela desde una posición en contra de la complicidad oculta en la observación pasiva que congela en el tiempo: “Nos hallamos impedidos/ por el tiempo/ y su ámbito homicida”. Como lo mencionaba Salvador Elizondo “el tiempo es la dimensión fundamental del arte”, y desde esas conjeturas del tiempo, en su poesía Rodríguez resucita la memoria, la enfrenta al instante y la consagra como profecía:
Desfiguradas
en sangre de callejones
no reconocemos
nuestras caras
trizadas
enésimas veces
por el terror.
Muchos no tememos
venga la muerte,
siempre y cuando
nos tome
de frente y prestos.
Aun así,
salir a la esquina del día,
o de la noche,
es encaminar los pasos
a un viaje
de ida
i n f i n i t o.
Jorge Campos: Al leer tu poemario sentí la zozobra de vivir una batalla cruda estacionada por tiempo indefinido.
Yonny Rodríguez: Para mí, es el inventario de mis preocupaciones. Si bien no abarco toda la realidad nacional, acaparo varios temas; sobre todo, los que más me hieren personalmente, es decir, los más inmediatos, como la extorsión, la violencia con sus saldos de encostalados, las cortinas de humo, o mejor dicho, los circos mediáticos que montan los políticos para disuadir a la gente, las expropiaciones, la corrupción e incluso las demás pasiones sádicas que vulneran al hondureño.
JC: Un poemario político. Como lo sugiere el título, una purificación desde la contemplación en medio de la crisis. ¿La poesía tiene esa responsabilidad? Cuando Centroamérica decaía por la guerra, se escribió mucha poesía contestataria. La poesía por sí misma es revolución… Tu poemario es ese grito hondureño, un grito de hastío. ¿Acercarse al dolor colectivo o ser espejo?
YR: Sí. Es mi toma de posición. Yo la veo como heraldo y difusora de ideas de justicia social, de humanismo y, asimismo, como grito solidario entre hombres y mujeres. Ser parte del dolor. El poemario lleva consigo instar a la consciencia de la indignidad y del oprobio. Mostrar la ignominia en que nos tienen y nos tenemos. En sí, es volcar el trabajo creativo a combatir con poesía el estado de las cosas.
JC: Como un electroshock. ¿Qué es lo que más te hastía de la realidad?
YR: La inacción del pueblo.
JC: ¿Esa inacción como resultado de la costumbre? Es decir, la verdad tiene un alto precio que se paga con insensibilidad.
YR: A la inacción y a la pasividad las precede el miedo. Miedo a que te sigan y te rocíen de plomo o que por la noche mientras dormís lleguen también y fumiguen con una ráfaga de tiros, a que te despidan del empleo, a que te proscriban y te señalen de sedicioso, entre otras cosas.
JC: Políticos y mafiosos… ¿A quiénes tiene el pueblo de su lado? ¿Vislumbrás acciones modifiquen esa realidad a corto plazo o será cuestión de destino? Como el viaje de ida infinito que mencionás en tu poema «Nuestra Verdad».
YR: Esa dupla trabaja en conjunto en contra del pueblo. Ya se han descubierto vínculos entre ambos. La verdad (el cambio) está lejano. El atisbo fue el movimiento de las antorchas. Hubo miles de personas en las calles cada viernes, un fenómeno que a cualquiera le erizaba la piel, pero una vez más la máxima maquiavélica triunfó, sí, aquella de «divide y vencerás». El gobierno, al verse amenazado, filtró gente que distorsionó el proceso. De similar forma, los «líderes» supuestamente recibieron viajes y dinero, y así los convencieron hasta desmantelarlo. Falta un golpe de hambre, de autoridad y de convicción.
JC: Una realidad compartida con otros pueblos, como el mío, por ejemplo. La división preside, pero todos también aspiran a cambios… ¿Es la poesía, tu poesía esa convergencia?
YR: Sí, pienso que es un problema de «voluntades dispersas», como decía Gramsci. Todos quieren algo diferente, pero no se superan las brechas políticas y culturales. Esta poesía denuncia. Es una voz colectiva, hecha parte del pueblo, con el fin de convocar y empoderarlo. Entonces sí, intenta abrir ojos y generar debate; criticar a la cotidianidad y a sí mismos. Aspira a desnudar al humano de aquí, a estar vivo nuevamente, a formularse esas preguntas existenciales, ¿quién soy?, ¿qué hago o puedo ser o hacer? Muy ontológico, sin perder el equilibrio literario.
JC: Decía Borges, “el arte es alusión a las cosas”, ¿ese diálogo necesario de las cosas se está produciendo en el arte? ¿Esa preocupación del instante se refleja en el mundo cultural hondureño?
YR: Hay temas afines, pero no tan frontales como este texto. La gente lo hace desde atrás de las trincheras de las redes sociales, pero caeríamos en la misma respuesta de hace un rato: domina el miedo, de ahí esa actitud pasiva.
JC: Se preguntaba Caballero Bonald, “¿Cómo evitar el simulacro, cómo vivir sin desvivirnos?”. ¿Qué se está haciendo para modificarlo?
YR: Se está haciendo arte bajo autogestión. El gobierno no apoya. Han despegado muchas iniciativas muy buenas. Hay una regular agenda cultural, pero debe ser más agresiva y generar más oferta. Tal vez nos falte más acercamiento con la empresa privada. Aunque cabe mencionar que la Dirección Ejecutiva de Ingresos tiene del cuello a los artistas, pues ahora cada uno debe someterse a un régimen fiscal, o sea, que el fisco le retiene el 12.5 %. Nos quita de lo poco que ganamos, en lugar de patrocinar manifestaciones artísticas. El problema acá es el individualismo. Todos quieren sobresalir y a veces hasta bastardean el trabajo de otros. Creo que cada artista se revoluciona particularmente desde el momento en que obtiene consciencia de sí mismo como tal. Ya allí es un agente de cambio. Pero debemos hacer alianzas para cambiar desde las bases. La educación debe jugar un papel fundamental en estos procesos de cambio. Debemos dejar de enseñar ideales absurdos y arcaicos y centrarnos en constructivismo de la población menor.
Sobre Yonny Rodríguez
(Ojojona, Honduras – 1988)
Poeta, escritor, miembro del Taller Literario Miguel de Cervantes Saavedra, dirigido por el poeta José Luis Quesada. Obtuvo el título de Licenciado en Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), asimismo, ha llevado estudios de Literatura. Diplomado en Gestión Cultural por la UNAH-UNESCO. Miembro fundador del Colectivo Artístico Xoxonal (CAX). Fue integrante del teatro universitario Lucem Aspicio y director del Consejo Local de Cultura de Ojojona. Director de las revistas de divulgación cultural El Tilinte y Guancasco. Fue finalista en el certamen de dramaturgia impulsado por la Embajada de Estados Unidos. Consultor en temas de prevención de violencia a través del arte. Ejerce periodismo cultural en el blog Buzón de Rodriguedades (http://buzonderodriguedades.blogspot.com/
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