Por Victoria Castañeda.
Hace poco más de un mes, la gran sala del teatro nacional de Guatemala se inundó de música exquisita producida por el maestro Joaquín Orellana. No cabía ni un alma más y cada uno de los asistentes se dejó llevar por cada nota, cada sonido, cada compás que surgía del escenario y de los famosos e inigualables útiles sonoros.
Fue un evento único, pero detrás del telón, en las entrañas del recinto creado por Efraín Recinos, en la intimidad de 4 paredes, pude presenciar uno de los ensayos que dieron a luz ese gran concierto. Bajo los torrentes de agua, los relámpagos de ese 28 de agosto mi cerebro se dio un festín que por azares del destino y la gestión de nuestro querido columnista Pablo Bromo, se hizo realidad.
Para los que lograron ir al concierto no hay más palabras que pueda agregar a este fotoreportaje, ya que ustedes lo vivieron en carne propia. Estar presente frente a tremenda producción a tanta genialidad de cada uno de los cantantes del coro, de los intérpretes de los útiles sonoros y sobre todo del mando de dos grandes directores musicales es algo soñado.
Así que sin más, pasen a disfrutar cada una de las imágenes que con gusto preparé para ustedes, para conocer algo de lo que observé y viví en ese pequeño ensayo, ese pequeño conciertito tras bambalinas.
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