Alejandro Marré es un poeta y artista visual guatemalteco que ha publicado los libros Times New Roman Punto 12 (Editorial Cultura 2005), Century Gothic Punto 10 (Vueltegato Editores 2010), Timeless Punto 11 (Catafixia Editorial 2011) y Sagrada Carne (Editorial Del Gabo 2014). Ha expuesto en varias galerías y espacios culturales en Centroamérica, Colombia y Estados Unidos, y trabaja en gestión cultural en Guatemala. Fue productor del programa radial LIBROSIS en 1850.fm y conductor de programas culturales vía Streaming en Yaakuntv.
Los siguientes poemas son incluídos en AUTOMÁTIKA 9mm
1.
Automática escritura y nueve milímetros.
Nueve milímetros de sangre,
nueve milímetros de avalanchas,
nueve milímetros de angustia,
nueve milímetros de vida,
de preguntas,
de historia,
de cargos,
de sentencias y utopías.
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2.
Veo luces, bengalas, pirotécnias
alumbrando el horizonte de la ciudad capital
con su historia idiota, encendida,
sus plasmas planos,
sus antenas espirituales
conectadas a memorias y orugas,
a cuentos e inventos,
a su polución anímica.
Veo y escucho,
disparos secos,
secos los huesos,
secos los labios,
seca la memoria,
seca la verdad,
veo y escucho,
guardo silencio.
6.
Tomé una herramienta de polvo y huesos y la convertí en metralla, cañón encañonado, encabronado y sublime. Corrí por las calles del barrio, calles oxidadas de la ciudad-útero en donde nacen héroes y antihéroes, santos e historias, las balas perdidas y sus prehistorias ignoradas, los nombres que no debieron ser, las cuentas por cobrar, las llamadas anónimas, las guerras de juguete, las muelas rotas, las contabilidades sin sentido.
Tomé mi cuerpo como ofrenda y mi vida como escolta, me aferré a mis huesos últimos penúltimos, hice un santo y seña y entendí que el horizonte era mi único reflejo, mi única deidad, mi única alegría. Mi bandera una carcajada y mis vísceras la prueba fehaciente del delirio, del manto sagrado que cae cada noche cuando suenan las ráfagas de viento y balas en esta ciudad que arde. Arde anónima y sin rostro, arde aburrida, maltrecha, malparida. Huérfana de lujuria y de nubes, amputada de la gracia y de la risa. Alejada del abrazo último, del fuego sagrado, del verbo elemental.
10.
Dame un abrazo en mitad del vecindario
entre disparos de sal y vidrio roto,
dame un prisma momentáneo,
unas tortillas con aire,
una tregua de ciudad capital.
12.
Somos como piezas de un tetris bestial que dicta con un dedo torcido y se hace la paja en silencio, mientras vocifera mantras celestes sobre el cielo de la ciudad enmohecida y abraza a cada niño que pasa por la calle. Somos monstruos de colores que sonríen y matan al mismo tiempo, como fieras enloquecidas encerradas en sus cubículos sagrados, urnas perversas eyaculando aburrimiento castrante. Somos el coro que entona repetidamente los mismos llantos ridículos desde que se hizo la luz. También somos luz, una luz extenuantemente cara, una luz abusivamente dolorosa. Somos los instantes posteriores de un grito, el susurro de las máquinas que nos brindan la muerte, las comas que no llegan en el momento justo y dejan en el aire un lenguaje arrítmico preñado de sinsentidos. Somos el etcétera que viaja de gesto en gesto entre la afición, somatándonos el pecho cada vez que podemos y orinando las calles como marcando un territorio imaginario, síndrome de esperma loco, porra de estampidas autistas. Somos el epicentro, un alfabeto que solo doblega, que solo corta de tajo. Somos los horarios permisibles las 24 horas del día, somos el estruendo, la fascinación, el jingle. Somos los monos sabios desnudos y avergonzados, aterrados por una luz celeste que fluye desde nuestras retinas, somos las retinas tras las puertas, tras las cortinas, tras los mostradores sacros, tras las confesiones a medio día. Somos el canto, la burla, el canto nuevamente, la burla mil veces repetida. Somos los poros oxidados de sangre, las heridas de muerte, los estigmas sacrosantos vociferando leyendas y partidos de fútbol. Somos la tribuna enloquecida, los potros muertos y el espasmo de verlos muertos. Somos el shock, el shock, el shock, el shock, el shock. Somos el shock y el show, los aplausos hipócritas extraviados, las risas pregrabadas, los barcos que se hunden y que se rescatan del fondo del mar, como se rescatan a los asesinos en las hogueras, como se rescata el cambio al pedir la cuenta. Somos el manantial de los golpes, el cielo en llamas, la cama en llamas, la calle en llamas, el miedo en llamas, las llamas en llamas, y el silencio por las víctimas unos minutos más tarde. Eso somos, somos eso y más es lo que somos. Somos eso y más es lo que somos. Somos eso y más es lo que somos.
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13.
Déjate caer sobre la roca que se destruye con amor,
las lentejuelas salvajes han logrado su cometido,
Samsara omnipotente que succiona a los idiotas,
una ventana al interior que nos apremia,
Déjate llevar por la brisa suave y misteriosa,
ejercita tus muñecas y tus piernas,
hay mantras y sol y cerezas,
el final del túnel es el inicio del túnel.
Trata de partir en dos un átomo,
la historia que repite a cada 13 segundos,
el tiempo es una puta orgánica,
el reloj nos advierte de sus bromas,
sus versos son claves cifradas.
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