Por Luisfer GC.
Everybody wants some es, en palabras de Linklater “una especie de secuela espiritual de Dazed and confused”, aquella película que el mismo Quentin Tarantino calificó como una de las mejores diez de la historia del cine. Ambas películas representan “el todo” de distintas épocas que marcaron un hito en la historia del siglo XX.
En Dazed and confused, una juventud característica del desenfreno y la inseguridad existencial. Fin del ciclo escolar en el clímax de los años setenta. Una inseguridad existencial (casi inherente a cualquier época) que no limita a la extrema obsesión por conocer el mundo, experimentar y pasarla bien a como dé lugar porque, en efecto (y según cuentan), es lo que marcó a una época norteamericana que culturalmente moldeaba al joven “rebelde”, en el extenso sentido de la palabra. Era lo que había que hacer, vivir. Y lo que viniera habría que vivirlo igual. “Rock and Roll all night” (soundtrack de la película), según Kiss.
El camino de Everybody wants some es bastante similar, en lo que se refiere a estructura cinematográfica, a Dazed and Confused. Se trata de un homenaje, llegando a tintes nostálgicos, a los años ochenta y a los días previos a un nuevo mundo: la vida universitaria. Un equipo de futbol americano universitario, conformado por estudiantes, que se concentran en una fraternidad. La idea sigue siendo básicamente la misma: pasar un buen rato al lado de los suyos.
Resalta la excesiva competitividad de un grupo de deportistas que aspiran a ser alguien en el equipo. La dinámica se desenvuelve en un mundo de mujeres, fiestas, alcohol, rock and roll y drogas. Nos adentramos en un ámbito que refleja el comportamiento de una juventud que no escapa de sus miedos y dudas que arrastra del pasado (Dazed and confused) pero que aún anhela vivir. El diálogo en escena sigue siendo una característica primordial. Con esto obtenemos una combinación de humor que se reúne en momentos de fiestas, locuras características de jóvenes en los días previos al inicio de la universidad, un equipo de futbol que tiene como objetivo ligar con las mayor cantidad de mujeres del campus y, por el otro lado, algo más profundo como el sentir de una generación que, a pesar de tener el deseo permanente de emborracharse, tener sexo y pasarla bien, conserva aquello que nos hace humano a todos: aspiraciones, frustraciones y dudas de cara al futuro. La película presenta uno de los cambios casi sustanciales por los que se suele pasar, algo que se asemeja a un “impasse” entre el camino de la juventud hacia la adultez y lo que esto conlleva. Como muy bien decía Woodson en Dazed and Confused: “Let me tell you this, the older you do get the more rules they’re gonna try to get you to follow. You just gotta keep livin’ man, L-I-V-I-N”. En esa dicotomía, se desenvuelve el grupo de estudiantes.
El cine de Linklater, como bien lo ha demostrado, va más allá de seguir una línea narrativa que desemboca en un detonante y demás tecnicismos del cine. El director es un maestro del diálogo, muchas veces posicionándonos en un plano existencial y filosófico. Genial en representar la vida con tal naturalidad que resulta casi imposible no sentirse identificado con alguno de los personajes de sus películas. Acierta en experimentar, esta vez, con un elenco bastante novato pero que cumple con la labor que exige la película. Algo similar ocurrió en 1993 con Dazed and Confused, en donde se observó por primera vez a un tal Matthew McConaughey en un elenco cinematográfico.
Linklater tiene esa magia de hacer transportar al espectador a su propia creación.
A ratos nos parece que todas sus películas bien podrían tratarse de una misma vida. Ejemplo de ello es que Everybody wants some podría ser también la secuela espiritual de Boyhood. De hecho, la película inicia como terminó Boyhood.
A fin de cuentas, un dilema irrelevante cuando tiene sentido de cualquier manera. Yo, personalmente creo que las películas de Linklater tienen una fuerte relación entre sí y desembocan en una misma persona. Muestra de la vida de alguien en momentos puntuales. Y, evidentemente, ese alguien puede ser cualquiera, lo que lo hace muy natural.
Linklater, con su último producto vuelve a hacer de lo cotidiano algo interesante y que vale la pena disfrutar. La vida (y lo que nos hace ser lo que somos) es precisamente lo que él muestra con tanta maestría: experiencias y momentos.
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Del 94′. Estudiante. Futbolero. Obsesivo del proceso de autoconocimiento y entendimiento personal y colectivo. El cine le ha ayudado en ese camino que aún recorre.
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