Por: Pablo Bromo
Sabemos por sus rolas que Jim Morrison, Ian Curtis y Bob Dylan han sido los más exquisitos en desbordar poesía, oscuridad, hedonismo, experimentación y lirismo sonoro; sobre todo por sus queridas y sagradas influencias que vienen de la poesía del siglo diecinueve y el desencanto narrativo de principios del veinte. Por eso no es raro sentir que toda su música sea una parranda poética y un debraye intelectual con cada acorde de guitarra, cada grito suspendido y cada secuencia de batería salida de lo más profundo de la tristeza, la rabia o el vacío.
Obvio, entre sus compadres de inspiración estaban Huxley, Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Blake, Kerouac, Ginsberg, Burroughs, Ballard y la lista continúa. ¿Pero… y qué con Morrissey?
Morrissey se volvió a poner de moda y no era para menos. En sus rolas abundan las apologías hacia la poesía romántica con claros espasmos de cotidianidad urbana y figuras retóricas estilizadas por el poder de la literatura que leía: Yeats, Keats, Wilde, Shakespeare, Vonnegut o Selby Jr. Todo un tipazo, este Morrissey. Culto y sereno. Vago pero conciso. Perfecto para reencarnar síntomas de la Guerra Fría en cualquier chava o chavo de esta época tan poco comprometida, “sin sentido”, liberal, exquisita y poco romántica que estamos viviendo.
Ahí la diferencia entre Curtis y Morrissey es abismal. Uno es desolador y el otro optimista, pero al mismo tiempo están conectados por un lirismo cínico que todo lo condensa. Y eso es lo que los hace imprescindibles.
Les gustaba lo mismo, sí, aunque Curtis era obrero y Morrissey un “chico bien”. Pero entre esa línea tan delgada, ahora disuelta por el Internet y las redes sociales, está el punto de partida para estos dos compas que nos acompañan con sus rolas desde hace buen tiempo. La verdad, se siente rico que dos poetas darks sean nuestros camaradas en este viaje musical (por momentos desolado) que vivimos a diario.
Todo en Curtis –pero especialmente en Morrissey– son rolas salvajes, elegantes, tiernas, puntuales y convulsas. Siempre llenas de deseo, furia, desolación y abandono.
Por eso es que mi rollo con The Smiths es que sencillamente me encantan. Floto en su ternura, no desde hace tres o cuatro años, sino desde la primera vez que los escuché cuando recién descubría la fuerza de Depeche Mode y el arrebato de Joy Division. Al final, cuando me presentaron a The Smiths, la voz de Morrissey me empalagó tanto que terminó por gustarme. Algo así como me pasa con la voz de Thom Yorke, el “amo y señor del ojito pache” que sigue escribiendo rolas memorables y haciendo vanguardia con cada composición que saca en solista o con Radiohead. El mejor ejemplo: A Moon Shaped Pool que recién salió hace un mes y es perfecto para estos días de lluvia intermitente.
Pero bueno, regresando a Morrissey (The Smiths) resulta que todo (o casi todo) es perfecto, a excepción de sus discos solista que no me gustan tanto. Pero eso sí, sus cuatro discos de estudio como banda son joyas coleccionables. Mis dos favoritos: The Smiths (1984) y The Queen is dead (1986). En estos abunda la complejidad de rolas bien versadas y sonidos melódicos-poderosos que todo lo embellecen tiernamente.
Si tuviera que hacer una lista de mis rolas favoritas (seguramente la mayoría) están en estos dos discos. Son pilares infinitos y fecundos. Veintiún rolas que enamoran y exaltan la belleza. La voz de Morrissey en esta época es tierna, brillante y juguetona; Johnny Marr brilla con cada acorde y efecto. El bajo de Rourke es algo tan primitivo pero tan necesario que conjuga nítido con la bataca de Mike Joyce. Todo “mandado a hacer” para los que vivimos de amor y desamor repentino.
En estos discos todo es jugueteo, ritmos cabales y partículas sonoras que palpitan con el corazón más salvaje. Son poemas suavecitos que te abrazan como cualquier libro de Oscar Wilde. Por eso mi playlist tiene doce rolas (no más, no menos). Doce rolas que caben en un casete o en un cedé, y están listas para ser escuchadas en cualquier momento. A veces, sólo a veces, añado “Stop me if you think you’ve heard this one before” pero regularmente son estas doce:
- This charming man.
- Bigmouth strikes again.
- Barbarism begin at home.
- The boy with the thorn in his side.
- What difference does it make?
- There is a light that never goes out.
- Some girls are bigger than others.
- Hand in glove.
- Panic.
- How soon is now.
- William, it was really nothing.
- Heaven knows I’m miserable now.
Si las quieren ir a bailar les recomiendo ir a escuchar al querido Pablo Luján, un melómano empedernido. Hoy las estará poniendo junto a otras clásicas de Morrissey en las noches temáticas del SOMA.
Vayan a bailar y pásenla rico. Yo estaré terminando de editar un libro que precisamente tiene un epígrafe de Morrissey en las primeras páginas. Así que estaré brindando con ustedes de alguna manera, como en un poema de Rimbaud que habla de la poesía oscura y embriagante, esa que nos habita y nos celebra y nos alucina cada viernes. Feliz finde.
?Podrias poner una playlist publica en espotifai? Gracias!