Lester Oliveros (Guatemala, 1976). Poeta han dicho, cronista tanto más, narrador irremediable. Actualmente trabaja de freelance para Editorial Santillana, es editor y fundador de la Editorial Cartonera Maximón. Publica Deliriosaurios en el año 2011, Venados & Jaguares en el año 2013 y actualmente trabaja en su novela proscrita Crónicas Suicidas junto con Laurent Bouisset que ha publicado ya uno de los capítulos mas inmediatos.
************ MICRO-VIDAS ************
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[toggle_item title=»Rossio Etoile» active=»true»]Una religiosa, de la que por cierto no tengo registro de su nombre, siempre estaba atenta a la casa de enfrente. La podía observar, sin ser plenamente vista desde una ventanita en el segundo nivel del convento. La casa era de Rossio Etoile una prieta de unas nalgas suculentas, que además recibía allí a los viajantes proscritos, de sangre ansiosa, que vagaban bajo el calor del verano eterno de la isla.
La monja no descasaba un momento, levantada en puntas de pie, para vigilar a Rossio Etoile, que todas las mañanas y por las tardes, al terminar su jornada azarosa, le saludaba desde su puerta agitando sus manitas morenas. La monja se escondía asustada y nunca respondió al saludo; pero en cambio, llevaba la contabilidad exacta del número de hombres que frecuentaban su casa. Eran, según sus cuentas, exactamente hasta el día: seis mil trescientos veintiuno. Pero de entre todos, uno solo era por el que más rabietas, solitarias y exageradas hasta el llanto hacía la monja. Quizás un amor imposible, no se sabe a cabalidad.
Pasado el tiempo murió la monja, sin nombre, sin hijos y sin pecado. Ninguno llegó a su entierro. Rossio, desde su puerta, vio pasar el acompañamiento fúnebre y se lamentó de su amargura y, de paso, de su soledad refinada.
Dicen que luego murió Rossio Etoile y eran cuadras y cuadras de gente en su entierro. Más hombres que mujeres por supuesto. Y esto da mucho que pensar sobre las cuentas exactas de la religiosa.[/toggle_item]
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[toggle_item title=»El Kuto» active=»true»]Al Kuto le dicen así, no por el trago subterráneo, sino por su tamañito. Pero el Kuto es todo un personaje, con todo y sus camisas de vestir y sus 70 años, la voz ronquísima y su dislexia particular. Se divorció de su mujer, el mismo lo cuenta, por el trago. Te lo señala así, de frente, con el dedo apuntando al litro de cerveza que tiene sobre la mesa. Es tramitador. Se acuesta a las seis de la tarde, en intervalos mira programas nacionales, cierra los ojos y se duerme roncando hasta las seis en punto de la mañana. Abre los ojos, apaga la televisión y empieza su ritual.
Como vive en un hotel de paso tiene una monumental bolsa negra de nylon llena de ropa. No desayuna, a veces almuerza, y la cena la hace breve con las boquitas de algunos restaurantes chinos. Eso sí, lo que no le puede faltar son sus tres cigarros para su noche, que se fuma con cierto placer personal que no revelará a primera vista.
Todavía mantiene a una de sus hijas, a la más pequeña que tiene quince años. Esta época ha estado mala, me cuenta. Da una fumada de cigarro y se ríe de algún chiste que recuerda. De plano, la vida sigue, y a pesar de todo el Kuto se ríe aunque no tenga para un cigarro siempre. Se contenta con ser practicante de la amistad. Para mi es una buena persona, aunque me cuenta que fue policía y estaba a las órdenes de gente verdaderamente cabrona.[/toggle_item]
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[toggle_item title=»Don Máximo» active=»true»]Yo todo el tiempo les digo muchachos a los ancianos terribles. Este muchacho es ciego y, a falta de un sentido, la compensación de los otros es superlativa, él tiene un oído perfecto sumado a una destreza asombrosa para tocar el piano. Es padre de dos hijos con una mujer muy bella a la que nunca verá. Sin embargo se siente satisfecho, ya que a falta de un sentido, como ya les advertí, los otros se aumentan. A veces sueña que mira y besa a su mujer cerrando los ojos.[/toggle_item]
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[toggle_item title=»La Shakira» active=»true»]En la espléndida sexta avenida por las tardes caminan cientos, un toldo y es un circo. Hay payasos travestidos, bailarines de Hip Hop, pequeños lustra botas, mujeres con carretas de supermercado ofreciendo café, cebada y arroz en leche, hay amor en las bancas y hasta sobre las panteras de fibra de vidrio.
Hay de todo, de todo hay,
ayayayay
De todo de todo,
ayayay.
Entre ese grueso enredo de destinos se podría perder una mujer que tiene el grosor de una manecilla de reloj, pero no se pierde porque es el alma de esta fiesta. Ya entrada en años, delgadísima, pero ágil, pura como una basurita flotando en la sexta avenida. Supe que estuvo en teatro, hace comedia y le gusta alegrar al mundo. Se le conoce por su gusto por la lentejuela, los sombreros vaqueros con brillantes, el tequila y sus eternas botas de quinceañera. La Shakira debió vivir en la belle epoque, tiene un espíritu joven presa en su pellejo de más de setenta y tres años. Si le parece coqueta, y por qué no decir: grotesco que a sus años ella quiera destacar y se maquille para un gran show imaginario, empiece a ahorrar para su caja o mejor de una vez pagué un servicio funerario completo.[/toggle_item]
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[toggle_item title=»El cóndor» active=»true»]
En cada colonia hay un grupo de cuates, y entre ellos, uno que sobresale por su carisma y buena onda, algo que siempre puede ser importante para destacarse como líder. En estos tiempos ese líder puede que se vea acosado por esa irradiación en el aire de buscar el éxito a como dé lugar. Aspirar a un mejor celular, mejor ropa o un mejor carro no es para nada algo patético, al contrario, la misma sociedad se mueve a través del comercio y la fauna aspiracional que se proyecta en las pantallas de los medios de comunicación.
El Cóndor era ese cuate que nos parecía a todos que se iba a jubilar a los treinta años y que iba a tener de todo en la vida, porque nada le iba a ser negado. Era generoso, bromista y protector.
El problema es que siempre decimos, sabemos y aconsejamos andar con buenas compañías, ya que por las malas podríamos ser alcanzados por las cuentas sin pagar, de esas mismas malas compañías. Eso fue lo que le sucedió al Cóndor, una tarde en una tienda de la colonia, cuando todos dicen que solo pasó a comprar una chuchería y de paso saludó al Siquitibarí que se estaba tomando una cerveza. Algunos cuentan lo contrario de uno y del otro, a saber, cuando todos dicen que saben, nadie sabe lo que dice.[/toggle_item]
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[toggle_item title=»Consideraciones del qué dirán» active=»true»]Don Fermín cuida carros en un sitio de la zona 2, en el que no es necesario que se cuide a los carros, ya que la cascada de luz del centro comercial, los parroquianos tranquilos y la atmosfera de condescendencia se respira por todos lados. De todas formas por su avanzada edad, a don Fermín le dan sus centavos por caminar por allí, no solo medio cuidando, sino recogiendo, ya sea de las mismas manos comprensivas como del suelo, las latas de bebidas. Tiene como ochenta años, pero todavía saluda y sonríe a todos. Cuenta que de adolescente bebía, pero mire, ustedes patojos de ahora no serían nada a la par mí en ese tiempo. Ahora solo recoge las latas vacías y el recuerdo, como cuando uno piensa en un limón y se le hace agua la boca. ¡Cheers mister-F this buds is for you![/toggle_item]
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[toggle_item title=»Una historia bíblica y moderna» active=»true»]Allá en el Paraíso nació Adán, en una hondonada de la zona dieciocho. Les parecerá una gran casaca, pero allí se crío Eva, a dos casas en donde Adán jugaba cincos a los ocho años. Se conocieron a la par de un árbol de manzanas y luego fueron juntos a un festival evangélico. Se enamoraron como locos. Adán y Eva, y un corazón hecho con una navaja en el manzanar.
Les habían ordenado que se casaran pero ellos se comieron el pastel de manzana antes de tiempo, de los mismos frutos del árbol con el corazón marcado. Así que sus padres los expulsaron de casa. Ellos se fueron felices a vivir al Edén, allá en la zona cinco. Dos angelitos nacieron de esa unión, y ellos, sin saber las consecuencias bíblicas los llamaron Caín y Abel. En ese tiempo vivieron de un lugar a otro pero fuera del Paraíso. Ninguno de los dos volvió a la iglesia y también fueron desterrados del Edén.
Caín mató a su hermano Abel y ahora es sicario, le va tan bien el nombre que ahora es jefe en el infiernito.[/toggle_item]
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[toggle_item title=»El Axel de la tienda y su historia sobre el cangrejo» active=»true»]El Axel es el encargado de una tienda, que además tiene cuatro máquinas de Pin Ball. La tienda es fresca en verano y un poco fantasmal, como toda casa antigua del Centro Histórico. Pero a mí me gusta así, tal vez porque me recuerdan las cantinas del altiplano que son amplias, frescas y con mesas de madera y cajones de litros a manera de sillas.
Una tarde que me estaba echando los litros allí, salió el Axel y me preguntó por mi traidita. Le respondí algo guarro.
- Esa debe estar enmotelada vos chino –le contesté.
- Ja, con dos –me respondió.
- Y vos celosa va morro –le pare el royo.
El muchacho tomó confianza y me contó sobre un patojo de su tierra al que lo había mordido un cangrejo de niño y desde esa vez nunca le gustaron las mujeres.
- El cangrejo se le prendió en el chorizo hasta que llegaron los bomberos, mano que pisada sufrió después el pobre, en toda la vida creo yo, porque de tanta chingadera se le quitó lo valiente –me dijo riéndose.
- Cangrejo cerote bien que le gustaba también –rematé.
- Saber, a mí a veces se me imagina que no fue el cangrejo el culpable –dijo.
Los muchachos del interior son de a huevo, a veces le hablan a uno de la literatura universal sin darse cuenta. Me acordé de la novelita Los Cachorros del bróder Vargas Llosa y la triste y extraña vida final del Pichulita.
Luego me llamarón al celular. Era ella y me tuve ir quitando lo bolo con una Coca-Cola y un chicle Fragans.[/toggle_item]
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