Por: Jorge Campos
Vivimos en la niebla de una sociedad de fábulas donde el nacionalismo es núcleo de la existencia inconforme; conocer el fútbol es conocer la historia -los equipos de la liga española son repúblicas imponentes que se cimientan en cada gol-, los méritos de nuestros hijos enmarcan una “A” en Twerking Avanzado y la sana obesidad es su justa recompensa. En la cima de un monte los ateos abortaron sus neuronas de humor negro, y el precio de los certificados de salvación para creyentes se derrumba con la bolsa de valores que se lanza al lago de fuego como espectáculo ante el rey de la gloria. Los próceres nacionales son obispos al 2X1 en DutyFree, los santos en altares amigos de pederastas y mafiosos carismáticos que besan el anillo de San Pedro tras las grietas de un muro; los NarcoHéroes son amados por Hollywood porque las balas y la coca llevan progreso a la tierra del abandono, y ahí se levantan cruces en las esquinas de ruegos y riegos en las mañanas, donde lavan sangre mientras filman thrillers rentables. Aquí la mesa de editores reza todas las noches suplicando otro suicida que explote y salpique el titular con un #JeSuisLaMort para que la patria reclame venganza en cada nota del himno nacional desde el espinazo del odio; los políticos-empresarios visten Adidas, y desde la sencillez, se embarcan en yates hacia jardines en cayos de piedra donde hablan de bienestar y desarrollo, capitalismo y socialismo, lucha y condena, seguridad y libertad, socialismo y capitalismo: sociopatismo salvaje. La cultura de muerte se oferta en Walmart en Black Friday sin facturas, los niños de manos blancas juegan a la tortura permisible, la ignorancia e indiferencia son valores que exige la evolución del pensamiento que sepulta, y la intelectualidad se condena a la hoguera de purificación. Pero las conferencias motivacionales nos libran del mal; podríamos estar peor entre ideas worth spreading. Podríamos… Danos hoy nuestra carroña de cada día… Es la República de la fábula anónima en tiempos de la peste del miedo. La patria es una piedra que estruja. En la niebla los ríos de concreto y el viento afilado nos acercan al subterfugio que absuelve de la aversión a la vida. Ahí no somos más que el reflejo falso sobre aguas negras, una letrina abierta, mierda en santidad; ahogo de la vida aterida.

Jorge Campos
Abril 2016
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