Por Silvia Trujillo
“Ahora estas noticias, este collage de recuerdos.
Igual que lo que cuentan son obra anónima: la lucha de un puñado de pájaros contra la Gran Costumbre.
Manos livianas las trazaron con la tiza que inventa la poesía en la calle,
con el color que asalta los grandes anfiteatros.
Aquí prosigue la tarea de escribir en los muros de la tierra: EL SUEÑO ES REALIDAD”
JC en Último round(1969)
Hace un par de días, un amigo muy querido, me preguntó sin mala fe ni un ápice de sarcasmo ¿Podes aclararme como se dice “celebrar” o “conmemorar” el 8 de marzo? Le dije “no hay nada que celebrar” (mientras resonaba en mi el estribillo de Los Fabulosos Cadillacs), éste es un día de lucha, eminentemente político, en el cual las mujeres, y cuantos se nos unan, utilizamos para seguir demandando como a principios del siglo XIX, la mayoría de nuestros derechos, que están enunciados, pero no son efectivos.
Y mientras les respondía pensé ¿Qué vamos a celebrar? si aún nos matan porque “viajamos solas”, si aún nos ciegan la vida de cuatro tiros por no querer que se roben nuestros ríos, si aún se niega la paridad en la participación política porque siguen pensando que tenemos que “pedir permiso” a los hombres, si siguen violentando sexualmente nuestros cuerpos, si hay niñas de ocho, nueve y diez años pariendo. Insisto ¿Qué vamos a celebrar? Si aún nos siguen considerando seres humanos de segunda categoría.
Y cuando, más tarde, otro amigo me preguntó “¿cómo estás?”, “bien” le respondí más por costumbre que por sentirlo. Ese día habían asesinado a Berta Cáceres en Honduras, la condenaron por rebelarse, no le perdonaron el haberse enfrentado a la expoliación y muerte de los que quieren seguir acumulando a costa del despojo de los territorios. “Bien” volví a balbucear o -como suelo decir últimamente – “cómo esta región y este país me dejan”.

Pero “Honduras será otra después de este asesinato” me dijo él, mas por convencerse que por consolarme. “Y ese es el problema” le respondí, ¿por qué seguimos sembrando muertes? Probablemente Honduras no sea el mismo país después de su muerte, probablemente nosotras no seamos las mismas después de su muerte, porque si es cierto lo que dice Feirstein que somos el conjunto de los otros incorporados, entonces con Berta se nos fue una parte, estamos hoy incompletas, rotas, quebradas.
Y de todas maneras me queda el sinsabor, la tristeza, la impotencia. Después de todo este camino recorrido ¿será ese nuestro único legado? seguir poniendo el cuerpo y la vida, ¿será eso lo que como generación en lucha de este presente, le legaremos a las generaciones del futuro? me pregunto retomando a Tischler. Y sé con certeza que no. Qué hemos construido mucho más de lo que nos han quitado, qué a pesar del terror y toda la saña con la que se sigue pretendiendo imponer el poder dominante y a pesar de que las prácticas sociales genocidas mellan los intentos por crear otra forma, aquí estamos, aquí seguimos sembrando vida, pariendo luchas.
Hemos – y utilizo la primera persona del plural a propósito porque me siento heredera de las ancestras y porque una parte de ellas me habita- puesto el cuerpo y las ideas para crear una propuesta de vida que no niegue a las demás personas, que respete las diferencias, que permita la convivencia con todos los demás seres, damos vida creando ideas. Así el feminismo en tanto propuesta política revolucionaria, transformadora y libertaria nos ha propiciado cambios en todos los aspectos de nuestra vida, pero no sólo a nosotras, la apuesta es para todas las personas independientemente de que cuerpo sexuado tenga.
Como dice Sara Morace el feminismo es una revolución que lleva 150 años y agrega “no es habitual porque normalmente se entiende por revolución un proceso que tiene un inicio y un fin, pero en el caso de las mujeres este proceso no está para nada terminado y, fundamentalmente, es un proceso que se refiere – y que ha comenzado a cambiar – todos los aspectos de la vida, de las mujeres y de los hombres”.
Y por eso nos siguen matando, porque encarnamos un proyecto político radicalmente diferente. Y pienso nuevamente en las mujeres que salieron a la calle a inicios de la década de los ochenta en pleno terrorismo de estado en Guatemala, pienso en las valientes abuelas de Sepur Zarco, en todas aquellas que quebraron el silencio para nombrar lo innombrable, en las que se negaron a seguir escondiendo lo que sucedía como si eso fuera “normal”, en las que sacaron a la calle lo que las estaba matando, en las que siguen visibilizando la muerte enfatizando la vida, en aquellas que se encontraron para aguantar juntas el dolor. Todas ellas que han revolucionado sus vidas y las de la sociedad en la que viven.
Aquellas mujeres y su búsqueda desesperada por el aparecimiento con vida de sus hijos, maridos, padres, al igual que las abuelas de Sepur que siguen buscando a sus maridos, aparecerían en primera instancia como reproductoras de su rol histórico asignado. Sin embargo todas ellas trascendieron la lógica patriarcal porque esgrimían su lucha en nombre de la familia, la maternidad y el amor –pero en ese acto de rebeldía al poner su dolor en la calle, hicieron político “lo personal”, los transformaron en problemas públicos, en asuntos de Estado, señalaron a los responsables. Aquellas mujeres de inicios de los ochenta desde sus diferentes enfoques lograron crear el momento fundacional del feminismo en Guatemala, “sacarlo de la clandestinidad” como lo manifiesta Ana Leticia Aguilar, por tanto, fue de quiebre, de fractura, de potencialidad, hoy las abuelas de Sepur Zarco, junto con otras mujeres que las acompañaron rompieron el cerco de impunidad, permearon el sistema de justicia, crearon precedente para otras. Ellas y su rebeldía digna.

Entonces, me retracto, ¡sí hay motivos para celebrar! Sufrimos y celebramos en estos nuestros países con contextos hostiles de América latina, sufrimos y seguimos luchando y carnavaleando en las calles, para vencer el dolor a pura danza, a pura risa. Porque nuestra risa como dice Bajtin es subversiva, revolucionaria, porque nuestras acciones irrumpen en el tiempo tedioso y negador de la cotidianidad y lo subvierte. Entonces, hoy encontrémonos de nuevo en las calles, exigiendo todo lo que nos falta, pero celebrando por todo lo que hemos logrado, cantando, bailando, abrazándonos, con la dignidad rebelde por delante, con la rabia digna iluminándonos y con la risa como principio revolucionario.
Fotografías: Caminata T’amank: Caminata por las mujeres organizada por la Escuela Frida Kahlo
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