Por: Alex Socop
Es lunes, los niños y sus padres se amontonan frente a la entrada de la escuela que está al otro lado de la calle. La bandera ondea y el sol es amarillo. Gruñen los perros que se disputan los restos de comida sobre el asfalto. Hay rostros con esperanza, hay desencantados, hay fantasmas que entran a la escuela y otros que salen. Mi país se forma allí, en medio de paredes enegrecidas y oraciones antes de clases. Soy un niño más entre los que llegan, no sé bien por qué debo asistir a la escuela. Mis padres y mis maestros solo me han dicho que estudiar es bueno para la vida, pero no consigo entenderlo bien. Me gusta jugar, es lo que más disfruto de ir a la escuela. No me gusta usar uniforme ni responder exámenes.
Observo la escena y me pregunto si alguno de esos niños un día llegará a convertirse en un gran escritor, en un científico, en un médico. Me llena de alegría encontrarme con jóvenes que a su corta edad sienten pasión por la ciencia por el arte. Agradezco tener vida para conocerlos y platicar un poco. Uno siempre puede aprender cosas nuevas y eso es hermoso. Llevo algunos años pensando que la matemática y la física, más que ramas de la ciencia, son su tronco. Por eso, en los años recientes de mi vida me he dado a la tarea de investigar y aprender por mi cuenta sobre estas ciencias, en especial acerca de la matemática. Mi gusto por estas hermosas construcciones cobra más fuerza luego de recibir econometría en la universidad. Fue como el amor, pero más perdurable. Para muchos es extraño que un ex estudiante de comunicación y diseño gráfico piense así. Tristemente la idea que muchos profesionales tienen sobre las matemáticas no es la mejor. Algunos hasta las tachan de malignas o aburridas. No comparto su opinión. Sin ellas la civilización no sería posible. Como ejemplo, el método analítico de René Descartes parte desde su comprensión matemática del mundo. Él estaba convencido de la ubicuidad de las matemáticas. Gracias a su método se sentaron las bases de la ingeniería, las ciencias sociales, las humanidades y los desarrollos que se dieron en la revolución industrial. Incluso los viajes a la luna fueron posibles gracias a su método. Hasta hoy, el pensamiento cartesiano y su visión de la naturaleza ha influido en todas las ramas de la ciencia moderna y puede seguir utilizándose siempre y cuando se admitan sus limitaciones. La mecánica clásica, contribución enorme de Isaac Newton, completó la visión matemática y mecanicista del universo que Descartes concibió. La mayor revolución científica daría comienzo y la humanidad se transformaría para siempre. En nuestros días las matemáticas y la física han avanzado inmensamente. Hoy comenzamos a entender que la realidad no es sólo mecánica y estática, más bien, el universo comienza a parecer un gran pensamiento, dinámico e interconectado.
Entiendo que no todas las personas serán matemáticos, hay muchísimas ramas de la ciencia en donde todos podemos hacer aportes, la ciencia es necesaria para desarrollar las sociedades y es algo por lo que debemos interesarnos. Tampoco es mi intención enfocarme en la historia de las matemáticas, pero creí conveniente aclarar mi profunda admiración por este campo del conocimiento desde cual parto para pensar un poco sobre la base epistemológica de otra ciencia muy interesante y que estudia, en efecto, la formación del ser humano: la pedagogía.
Los avances que propiciaron la revolución industrial y permitieron que la naturaleza fuera explotada también hicieron que la pedagogía girase alrededor de ese objetivo. Aumentar las capacidades de producción a través de la automatización y de la mano de obra «calificada» sería el objetivo de la pedagogía durante muchos años. A la corriente educativa que se forma sobre esta base se la conoce como conductismo. El conductismo recompensa o castiga al alumno de acuerdo con su desempeño y afirma que cualquier proceso de aprendizaje es consecuencia de la imitación y la repetición de una serie de respuestas a unos estímulos concretos. Se forma al estudiante para repetir y memorizar, no para analizar, cuestionar y resolver. El modelo de consumo y producción actual se sostiene sobre esta concepción de la educación, la cosa va mal y es insostenible a largo plazo, eso ya lo tenemos claro.
En Guatemala, por ejemplo, nos instruyen para ser fuerza laboral, no para tener pensamiento científico. Explotamos los recursos del país y se explota a nuestra gente. Cuánto daño nos ha hecho eso. Hubo intentos de reforma en el sistema educativo nacional, por ejemplo: durante los gobiernos revolucionarios de Arévalo y Árbenz, en donde hasta la arquitectura de las escuelas estaba pensada para ayudar al desarrollo del estudiante. Otras propuestas, como la de los Elementos filosóficos para la Educación en Guatemala, hecha durante el gobierno de Vinicio Cerezo, enlista una serie de conceptos muy acertados sobre cómo debería ser la educación y el perfil del educando en el país. Hasta hoy, el Ministerio de Educación también ha hecho algunos esfuerzos por cambiar las estructuras. El problema es sistémico y con buenas intenciones no será suficiente.
Es muy difícil cambiar un paradigma educativo cuando a los docentes se les paga un salario miserable y más aún cuando es su única motivación para dar clases. Hace falta tener maestros que amen la enseñanza, fomenten la ciencia y la construcción de conocimientos. Conozco a algunos así y les agradezco profundamente todo lo que compartieron conmigo. Apostar por la formación humana para tener una mejor sociedad es responsabilidad de todos los que trabajamos en educación o planeamos hacerlo. La educación debe enfocarse en la formación del ser. La base filosófica que debe acompañarnos debería procurar la valoración del individuo como tal y defender el amor por el descubrimiento, la ciencia y el conocimiento. Esos son rasgos fundamentales que nos distinguen como especie, del mismo modo que la cola distingue a los pavos reales o los colores naranja y blanco a los peces payaso. La búsqueda del conocimiento y la curiosidad son nuestros distintivos más grandes y más importantes. La finalidad de la educación no debe ser conseguir un trabajo, la finalidad es formar seres humanos con cualidades y alto espíritu, que amen su profesión, que lo cuestionen todo, que innoven y que como consecuencia, al hacer bien lo que hacen obtengan una remuneración justa por su trabajo de calidad.
Tengo diversos motivos para considerar que la ciencia es lo verdaderamente importante en el desarrollo de los seres humanos y estoy convencido de que el arte también tiene un papel crucial en la formación y la sensibilización de la persona. Una persona sensible sabrá apreciar mejor el valor de las construcciones matemáticas, de la importancia de analizar lo que nos rodea, de asombrarse por los fenómenos de la naturaleza o de la sociedad y buscarles una explicación. Educar personas que se apasionen por la ciencia será vital para el futuro de Guatemala y debemos comenzar ya. Si no nos comprometemos con este país, con esta sociedad, nadie más lo hará. Es nuestra responsabilidad como personas conscientes y sensibles asumir el rol de formadores y compartir lo que sabemos con los más jóvenes. Mantener un paradigma conductista no nos llevará a ningún lugar. Habría sido como quedarse estancado en la mecánica clásica. Gracias a Plank, a Einstein, a Hawkings, a Darwin y muchos otros más que cuestionaron lo establecido y se atrevieron a ir un poco más allá, la ciencia continuó y continúa avanzando. La educación y la pedagogía deben seguir esa ruta. Hoy comprendemos mejor el hecho de que todas las cosas tienen que ver con todo y de la importancia que tiene ser personas conscientes y empáticas. Creo con firmeza que la educación integral, no solo de conocimientos, sino una educación con valores y una base filosófica que la sustente, una educación holística, es el mejor método para entender mejor este enorme pensamiento del cual somos parte.
«Somos una forma que tiene el Universo de conocerse a sí mismo» – Carl Sagan

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