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Página principal > Columnistas > Texto > Alejandro García > Look out, kid! You’re gon’ get hit!
25 febrero, 2016  |  Por: esQuisses En: Alejandro García, Columnistas, Texto

Look out, kid! You’re gon’ get hit!

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Por: Alejandro García

 

Downtown Train#1 

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“Do you, um, 9th avenue? Where?” me preguntó una muchacha de ojos achinados, hablaba con esa cadencia rítmica, casi musical de los asiáticos/angloparlantes. “This way?” apuntó a mis espaldas.

“I’m sorry?” le dije y repitió la pregunta.

“9th, yes, that way,” le contesté y seguí caminando. Ese día llevaba menos de 24 horas en Nueva York, lo más seguro es que le di mal la dirección.

No sé por qué se le ocurrió preguntarme a mi, un “típico guatemalteco”, moreno, de 1.70, a mi un no-estadounidense. Pero, al rato, después de atravesar Times Square hacia Bryant Park, me di cuenta que no hay un arquetipo definitivo de neoyorquino.

Y es que el newyorker bien podría ser ese tipo moreno cocinando Halal en la esquina, o el ejecutivo judío con maleta en mano, o la señora que enfoca con su iPhone al león de la New York Library. Hasta este pelele guatemalense que, con Google Maps en mano, buscaba la 42 y Madison. Esa (esta) ciudad es un vórtice, un reducto cultural, una Torre de Babel, un nido y una parada. Esa (esta) isla es un tremendo escenario multilingüe, vibrante y caótico, contradictorio pero siempre rítmico e inigualable.

Otras veces me han pedido direcciones y siempre contesto con un sonoro “I’m sorry?” para hacer el ajuste neuronal de inglés a español, tratar de calibrar mi brújula interna y estar en guardia para la repregunta.

Me esfuerzo en no parecer un turista, incluso en zonas que no conozco; y me siempre me han dicho que camino rápido. Quizás el no verme impresionado por la ciudad y mi casi correteo son dos características del newyorker, ¿qué se yo? La verdad es que seis meses después de llegar a Manhattan, la ciudad no deja de impresionarme.

–

De Nueva York sabía por Bob Dylan, Tom Waits, Woody Allen, los Simpsons y los Yankees.

De pequeño veía con mi papá esos (interminables) partidos de baseball. En canales nacionales cuando aún narraba Abdón Rodríguez Zea, o en ESPN cuando no. Aún lo hacemos, pero no con la misma frecuencia. Y es que entre 1995 al 2000 los Yankees estuvieron en cuatro series mundiales.

Recuerdo estar sentado sobre las piernas de mi papa viendo como la isla se extendía majestuosa en esas tomas aéreas.

“¿Ya fuiste ahí, papa?” le pregunté una vez.

“No, m’ijo.”

“¿Pero sí a los Estados?”

“Sí, pero solo a Miami.”

Mi papa se sorprendía por el tamaño de los hot dogs, la forma de los pretzels, la cantidad de gente en la calle y los disparos del aún joven Mariano Rivera; Marianito le decía Abdón entre sus “ave maría purísima” y “te fuiste Marcelina”.

“¡Qué vocezona!” también decía cuando ponían New York New York de Frank Sinatra, o como él le dice Fran’, sin la K.

Esas tomas mostraban a la Estatua de la Libertad, el edificio Chrysler, las Torres Gemelas, Broadway, Times Square y el magnífico Yankee Stadium que cerró en septiembre del 2008. Uno nuevo fue abierto, con el mismo nombre, meses después.

“¿Y ya viste el estadio?” fue una de las primeras cosas que me preguntó mi papá cuando recién llegué en agosto.

“No, papa. El estadio está en el Brox, yo en Manhattan.”

–

Con unos amigos, también recién llegados a NY, fuimos a Madison Avenue por un plan de teléfono. Veinte minutos después ya con la línea activada (aprendan Tigo, Claro y Movistar), con Google Maps en la mano y Dylan en los audífonos me aventuré al downtown de Nueva York. No conocía el sistema de transporte público, así que, simplemente, caminé.

El calor era similar al de Miami: húmedo y palpable, casi visible, parecía ondular como hirviendo desde el suelo.

Fui pues a Grand Central, ver de lejos el Empire State, entrar al Madison Square Park, a Union Square y ahí una banda de rock escocés…

Y de ahí, casi sin proponérmelo llegué al Greenwich Village, ahí donde Ginsberg y Van Ronk, donde empezó Bruce y Jimmy, donde me cagó una paloma en lo que escuchaba un concierto de jazz en el Washington Square Park. “¡Bienvenido a Nueva York!” seguramente dijo antes del disparo pastoso.

Pasé al lado del Blue Note y, otra vez, sin proponérmelo, quedé enfrente del Café Wha?, el bendito Café Wha? Le tomé varias fotos.

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De ahí The New School, Extremely Loud & Increidble Close a 1 dólar, Donald eres un pendejo, el consulado de Guatemala.

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Ya de regreso, en la esquina de la casa de mi tía, estaba Paquito de Rivera recostado sobre un Cadillac rosado. Ahí entendí lo surreal e impredecible de la ciudad.

“¿Paquito?” me acerqué.

“Sí,” dijo, o más bien preguntó.

A Paquito lo había entrevistado en el 2013 cuando se presentó junto a Berta Rojas en Guatemala. Paquito es uno de los saxofonistas más importantes del latin jazz. Trabajó con Bebo Valdés y Dizzy Gillespie. No nos habíamos conocido, toda la comunicación para la entrevista fue por email.

Hablamos un rato. Hablamos de Guatemala, de Cuba.

“¿Ya has ido?” me preguntó.

“¿A Cuba?” No.”

“Debes ir, antes de que se llene de McDonald’s y Starbucks.”

Hablamos de qué estaba haciendo él, ahí, en pleno Hell’s Kitchen, de qué estaba haciendo yo, ahí, en Manhattan.

“Ah, pues suerte,” me dijo. “Y, bienvenido a la jungla” y nos tomamos una foto.

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Días después llegó el Ishto y nos fuimos a vueltear a Times Square.

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