Por José Ochoa.
Siempre pensé que mis ilustraciones sólo se podrían considerar “buenas” si todos los conocedores del arte a quienes les pedía su opinión decían que eran buenas. Por supuesto, entendía que una sola pieza no podía ser universalmente aclamada, pero nunca consideré que incluso dentro de la élite del arte conceptual e ilustración, los gustos personales podían diferir. Después de todo, ¿Cómo puede un artista educado y exitoso discutir la objetividad de un estudio anatómico, el dinamismo de una composición, la armonía en una paleta de colores?
Éste pensamiento me ha estorbado a lo largo de mi carrera como ilustrador. He recibido críticas completamente contrarias de artistas que admiro, y he perdido mi tiempo y paciencia tratando de hacer imágenes que toda la gente “importante” pueda apreciar a la vez.
Estaba dispuesto a sacrificar todas las partes de una pintura, desde colores hasta narrativa, para agradar a personas que a pesar de ser increíblemente exitosos, todavía eran humanos, cada uno con sus propios gustos y aversiones.
Mi inseguridad en la validez de mi trabajo rápidamente se convirtió en miedo de ser rechazado por veteranos de la industria del entretenimiento, y el resultado de ese miedo a su vez me impulsó a querer hacer de todos mis trabajos una pieza maestra. Está de más decir que esta forma de trabajar es inútil sin el necesario proceso de prueba y error.
Esta forma de pensar fue finalmente retada cuando escuché a uno de mis artistas favoritos mencionar que no disfruta el trabajo de Frank Frazetta, el famosísimo ilustrador de héroes de fantasía y maestro de la composición. No es decir que no apreciaba la técnica, o sus contribuciones a la industria: Simplemente no lo disfrutaba.
La diferenciación entre “apreciación” y “gusto” cambió mi percepción de lo que constituye el “buen arte”. Me di cuenta de que a pesar de que hay cierto conocimiento fundamental que aprender en cada disciplina artística, al final todo ese conocimiento no es más que una herramienta para transmitir un mensaje a la audiencia, y no una lista objetiva de lo que una pieza necesita para ser apreciada.
Concluí que si el trabajo de Frank Frazetta podía ser desfavorecido por otro de mis artistas favoritos, entonces no debía sentirme rechazado si recibía una mala crítica de mi trabajo, incluso si venía de alguien que admiraba.
Claro, todo esto no quiere decir que he parado de escuchar lo que la gente tiene que decir – la crítica es la forma más rápida y segura de mejorar – pero siento mucha más comodidad al experimentar con mi arte. Veo ahora que media vez los fundamentos (composición, color, luz, etc.) estén allí, la aceptación de mi trabajo queda simplemente a merced de los gustos personales de mi público.
Comentarios: 0