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Página principal > Reportajes > Narrativa > Una hora de historia, literatura y anécdotas con Aida Toledo
23 noviembre, 2015  |  Por: Mariana Pinto En: Destacados, Narrativa, Reportajes, Sin categoría

Una hora de historia, literatura y anécdotas con Aida Toledo

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[toggle_item title=»AIDA TOLEDO» active=»false»]

Es una poeta, narradora, crítica de literatura, investigadora y catedrática, perteneciente a la nebulosa literatura guatemalteca de la década de 1980. Es doctora en Literatura y Culturas Latinoamericanas, graduada de la Universidad de Pittsburgh, con una trayectoria académica que incluye trabajos investigativos en instituciones de Guatemala, México, Estados Unidos y Brasil.  Su vasta obra -compuesta por poesía, ensayos críticos, narrativa corta y publicaciones académicas- ha sido reconocida en diversas plataformas, tales como el Certamen 15 de septiembre, por poesía (2003), cuento (2010) y ensayo (2013) en los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango.

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[dropcap type=»circle» color=»#ffffff» background=»#3f9ce8″]E[/dropcap] n este mar de gente, vi emerger a una mujer de pelo oscuro, andar relajado y ojos curiosos, que comprobaba el nombre del concurrido local en donde me encontraba. Era Aida Toledo.

Después de saludarnos con gusto, tuve el placer de disfrutar con ella de una hora de conversación real, enriquecedora y sin silencios, más que para tomar un sorbo de café negro. Así es, sesenta minutos que se fueron volando.

En total, la transcripción de este encuentro franco se materializó en aproximadamente una decena de páginas. En este sitio me limitaré a presentarles el abstracto sintetizado del mismo, porque así lo dictan las reglas de la escritura online, pero les aseguro que cada momento de la charla fue invaluable. Sin embargo, (así es, hay un “sin embargo” que les conviene) quien escuchar la conversación completa, escriba a la página y con gusto se la comparto.

Y bueno, sin más preámbulo así inició el encuentro a las 5:00 PM


Obviamente quiero empezar a hablar de literatura, pero antes de entrar a ese abismo, quisiera saber: ¿cómo se ve Aida?

Pues mirá, siempre que me preguntan “mire ¿usted qué es?” yo me defino como escritora, porque es lo que realmente hago y con lo que realmente yo gozo. Tanto creativa, como de ensayos o investigación.

¿Y en lo personal?

Yo me considero poeta. Es un género que vengo cultivando desde hace mucho tiempo. Nunca digo profesora, aunque te di clases en Comunicación… no sé si te recordás de eso.

Nunca podría olvidarlo. Tú nos enseñaste un método de investigación social bastante innovador.

¡Sí! Fue una experiencia interesante para mí. Yo acababa de regresar de los Estados Unidos y recuerdo que los puse a observar los fenómenos de la Sexta Avenida, ¿cierto? (se ríe para sí) había gente que nunca había pisado esta avenida.

Definitivamente. Agradezco haber convergido contigo así. Por cierto, ¿dónde nació la pasión por la enseñanza?

Yo vengo de una familia de educadores. Mi papá era especialista en pedagogía y mi mamá, en orientación. Entonces, cuando te formás en una familia como esa, sabes la importancia de la docencia. Seguí un bachillerato en educación y me di cuenta que era una carrera para la cual estaba preparada. Después me preparé en la San Carlos y finalmente en Estados Unidos.aida2

¿Dónde nació el amor por las letras?

Eso aparece en la secundaria, me parece. A mí me tocó estar en un momento de la literatura guatemalteca en una época en donde había profesores escritores, como Ricardo Estrada, por ejemplo.

¿El mismo que redactó Otras cosas y santos mártires (1977)?

Justo él. No era mi profesor, sino de mi hermana, en el colegio Americano. Ella sabía que me encantaba leer y me dio la idea de ir a hablar con él. Lo conocí cuando yo estaba leyendo el Señor Presidente, pues en ese momento mis profesores nos ponían a leer cosas importantes cuando solo teníamos trece años. No sé si la gente de ahora sigue leyendo el Señor Presidente a esa edad…

Sigue siendo un libro dentro del currículum escolar, me parece.

Ojalá el texto se acompañe de un análisis…

¿Y esta inquietud te llevó a estudiar literatura? 

Sí, San Carlos. Pero antes de todo esto estudié Arquitectura. Fueron tres años y medio, avancé un poco más de la mitad de la carrera.

 ¿Qué cambió esta ruta?

De repente fue la época de las muertes, entonces me entró como un shock. Me quedé en mi casa, no quería hacer nada, y mi papá me recordó mi amor a las letras en un momento crucial en donde el impacto de la guerra impactaba todo…

¿En qué año fue esto?

Yo empecé la carrera de letras en el 82’, la terminé en el 85’ y me gradué hasta el 89’, porque nadie se graduaba en tiempo. Hice una tesis sobre los mejores cuentos de Estrada. Es un escritor un poco olvidado, pero a mi me parece que es como un eslabón en la narrativa corta de Guatemala, que nos ayuda a entender el trabajo de Luis de Lion, que por cierto fue alumno de Estrada en Derecho.

 


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[toggle_item title=»SOBRE LA GENERACIÓN DE LOS 8O’S» active=»false»]

Según la poeta, esta década está borrosa, pues aunque había una gran cantidad de gente culta que escribía, pero eran pocos los que lograban publicar o ser visibles; y para la autora, sortear  este reto era aún más grande para las mujeres.
El foco de la literatura y coyuntura solía ser la USAC, debido a que se había instalado desde la década de los 70 con la revista de literatura llamada Alero. En la Landívar, entre finales del setenta y todo el ochenta, aparece Abrapalabra y editoriales que la circundaban. Al final de la década, San Carlos quedó más aislada y muchos intelectuales comenzaron a trabajar en el Ministerio de Cultura, tal como Juan Fernando Cifuentes, uno de los mayores promotores de la literatura de mujeres.
(Sobre este periodo) “Mucha de la información la conocen los individuos que están vivos y que están en espacios donde la comparten”, comenta Aida; sin embargo, asegura que si esta historiografía no se documenta, se perderá en el tiempo.

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 ¿Cómo era estar en Letras, generando literatura en esta época de conflicto?

Todos manejábamos una línea bastante cínica, pero es que no podía ser de otra forma, porque era el momento del acabamiento. Estábamos en San Carlos, donde era más duro, donde podíamos ver la muerte siempre de cerca. Estábamos en constante alerta, con cierto temor, pero no a la muerte, porque sabíamos que era efímero.

En tu caso, ¿cuándo empezaste a publicar?

Pues en 1985 publicamos un opúsculo con pequeñas narraciones llamada Discuentos. Nos juntamos 4 personas de la Facultad de Humanidades, tres de Letras y una de Arte, dos mujeres y dos hombres. Nos ayudó Mario Calderón, estudiante y director de un grupo de teatro en esa época.

¿Qué temática se abordabas en estos textos?

Yo hacía una revisión de la sexualidad, los límites del cuerpo… y por eso me metían en la línea feminista, pero yo más bien considero que era introspectiva y filosófica. Había una vena existencialista, pero esto venia de las lecturas que yo tenía en Letras. Y en el 87’ mi novio de ese entonces tenía un amigo llamado Rafael Gutiérrez que estaba buscando escritoras para publicar en el periódico Tzolkín. Él le contó de mí y salimos en una página con Amada Cabrera.

Y tu primera obra vino a principios de los noventa, ¿verdad?

Pasó en enero de 1990, a pesar de que estuve escribiendo durante toda la década. Fue hasta que hubo coyuntura, algo destinal. Fíjate que hay una coincidencia que me gusta mencionar: Ana María Rodas publica su primer libro en la década del setenta con un grupo de gente más joven que ella generacionalmente, igual que yo, justo a la misma edad. La conocí hasta el 88, a pesar de haberla leído antes y resultó que teníamos muchas cosas en común, como podés ver en los libros. Es divertido, ¿verdad?

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 ¿Cuáles son estos números mágicos?

Los 36 años. También le pasó a Nora Murillo, una escritora garífuna. No sé si sea coincidencia, pero lo que si sucedió fue el fenómeno de que las mujeres un poco mayores que el resto de sus contemporáneos, publicaran sus libros con un grupo más joven porque su estética iba con ese momento.

Me hablas de muchas autoras, pero quisiera que me dijeras, en contexto, ¿cómo se percibía al género femenino en la literatura en este tiempo?

Era muy precario. El mayor problema era el desconocimiento, que venía de ¿dónde estaban ustedes? ¿quién las había publicado?, ¿cuáles eran las revistas? No sé si conocés una publicación hecha por Solares, una antología de cuentos que se llama De Francisco a Francisco, en donde solo aparece una mujer entre 50 autores de narrativa corta. La entrada al mundo de la literatura hoy es fácil, a comparación de ese momento… en donde estábamos completamente invisibilizadas.

¿Entonces qué las motivaba a seguir escribiendo?

Era como un impulso intrínseco en la escritura. Ibas preguntando porque no sabias quien publicaba y, cuando ya tenías una pequeña publicación, era tan pequeño el espacio que no pasabas de ahí. Sin embargo, la poesía como género tiene una característica especial: no se ha detenido en su producción. ¿Por qué? Hay como tretas literarias o de la tradición, de que el género siga generándose. Nosotros veníamos en la línea del arte por el arte, porque estábamos escribiendo a pesar de estar viviendo el momento, sin comprometerse políticamente en la escritura, pero si estábamos comprometidos con la escritura como una manera de resistencia. Esa no se detiene.


 

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[toggle_item title=»LA LLEGADA DE LOS ACUERDOS DE PAZ» active=»false»]

Aida Toledo comenta que los Acuerdos de Paz, emitidos el 26 de diciembre de 1996, abrieron espacios o fisuras en las que entraron las minorías; y junto con todas ellas, las mujeres. Para la artista, esta ruptura ocasionó consecuencias importantes, tales como: surgimientos de autores con orígenes y características heterogéneas, nuevos motivos literarios, relativización de contenidos, nuevos estilos del género y más.
En ese momento, la Universidad de San Carlos ya no tenía tanta publicación, y la Landívar había incrementado su actividad. Para este año, la escritora ya había ganado el certamen permanente del 15 de septiembre en 1992, por su libro Realidad más extraña que el sueño y tenía la potestad de exigir más publicaciones de su trabajo, pues “cuando ganas esto, no les queda otro remedio” comenta con orgullo.

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IMG_6329Es muy interesante el fenómeno guatemalteco que vino con la Firma de la Paz. Siento que vino a olvidar muchas cosas, que aún están cercanas. 

Hay como un borrón, ¿verdad?

Así lo percibo. No sé.

Creo que es cultural, porque había una necesidad de los artistas jóvenes de olvidar. Además, era como una propuesta estatal que te decía: “ya dejen de pensar en eso. Ya no den marcha atrás. Olviden. Empiecen una nueva vida”. Y efectivamente creo que esa generación se fue con esa idea, pero toda la década del ochenta quedó bajo una niebla. Por alguna razón los del setenta si han salido más, con premios y libros publicados.

¿Cómo afectaba esto a la literatura?

La escritura se vuelve más rápida, totalmente relativizada, en el sentido que da igual que seas de izquierda, derecha o centro… de Marte. Lo que haces lo realizas porque quieres, y hay un poco de nihilismo.


En los ochenta mencionabas que los autores eran cultos, ¿esto se diluyó en este momento?

Yo digo que se ha hecho esto que la crítica de Savater y los otros llaman el pensamiento light, así como la filosofía y estética light. Se ha relativizado mucho, y digamos que los escritores y artistas no tienen la culpa, es la época: la temporalidad, las comunicaciones… ya no tienen necesidad de asumirse como ratones de bibliotecas.

O a interiorizar contenidos, a menos que sea una acción consciente, diría yo.

Ese es un error de época. Nos afecta el medio, la atmósfera, la excesiva velocidad de la comunicación. Y esto se marca en la literatura en general…. Pues si recuerdas venimos de la microficción, y eso no es fácil. El motivo es que te concentrás tanto en la síntesis, en media página, ¿cómo escribes textos más largos?

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 ¿Qué proyectos tenías en esa época?

Yo recuerdo que en el 98’, estábamos haciendo una antología con Anabella Acevedo para la Landívar de escritores jóvenes, que no hubieran pasado de 30 años. Se llama Tanta imagen tras la puerta, un volumen de literatura en Abrapalabra. Una persona muy joven que no entró fue Pablo Bromo.

¡Qué mal!

Si… preguntamos a Echeverría, a Payeras, a todos, pero nadie me lo mencionó. En cambio, como cuestión del destino en el 97, dimos un taller en el Ministerio de Cultura y llegaron tres escritores bastante jóvenes: Lizardo Bolaños, Gabriela Gómez y Juan Manuel Juracán.

A nivel personal también fue la época en que viajaste  a Estados Unidos, ¿cierto?

Fijate que me fui en enero de 1995 con una beca Fullbright, porque aquí no había carreras de maestría. Conocí a un profesor que vino a dar unos cursos libres en la USAC mientras yo trabajaba ahí, Jorge Rogachevski, mi ángel guardián, que me animó a aplicar.

¿En qué se enfocaban estos estudios?

Pues como en la USAC saqué un profesorado y licenciatura en enseñanza media en Literatura, y luego otro en Pedagogía, cuando me fui a Estados Unidos obtuve una maestría y un doctorado en docencia e investigación. Regresé un año y meses y me volví a ir para el Doctorado. Al graduarme busqué un trabajo y viví allá hasta que mi hija se quiso regresar.

 


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[toggle_item title=»EL VERTIGINOSO HOY» active=»false»]

Después de haber vivido en Norteamérica, haber acumulado estudios y vivencias en la docencia, Aida regresó a Guatemala en 2010. Con un espíritu más maduro, la artista sigue interviniendo en la sociedad  por medio de la docencia académica, trabajos de investigación críticos, nuevas obras y prácticas para ejercer su ciudadanía. Además, es la coordinadora para Guatemala de un grupo de académicos -donde la mayoría son mujeres-, provenientes de México, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, que hace historia de las mujeres de Centroamérica.
Sus esfuerzos para evidenciar la década de los ochenta en la literatura continúan y me confía que el próximo año saldrá publicado un artículo-ensayo suyo, en honor al Dr. Albizures, y explica “ creo que tengo algunos hallazgos o aportes, cosas que no se sabían de la vida literaria de este tiempo”.
En su faceta creativa, en estos últimos años ha publicado obras como: Un hoy que parece estatua (2010), Como en historia de Faulkner (2010) y Nada que ver (2012). Y también ha indagado en otras técnicas artísticas, pues me compartió: «el otro día escribí un libro en una silla. Pensé en la dirección en que quería que se leyera, lo escribí, lo laqueé y alguien lo compró. Es interesante hacer esos experimentos».

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¿Cómo te sentiste al regresar a Guatemala después de este periodo en el extranjero?

Uno va cambiando, va sintiendo el país de nuevo. A mí me ha costado, sobre todo que ha sido bien impactante notar que allá tenía más tiempo para escribir, y aquí tengo menos tiempo, pero tengo más intensidad; o sea que aquí pueden haber momentos muy crudos, como el que tenemos ahora, que se vislumbra la fuerza de todos los grupos sociales, que te promueve escribir otro tipo de literatura.

Hablando de fuerza social, ¿cómo viviste los levantamientos colectivos sucedidos este año?

http://www.esquisses.net/wp-content/uploads/2015/11/aidaToledo.mp3

 

También fuiste a estudiar a México, ¿verdad?

Hoy día, acabo de terminar un post doctorado en la Universidad de Aguascalientes de México, haciendo un trabajo de investigación sobre escritoras mayas contemporáneas. Se publicó un libro, como parte de un proyecto que venía del departamento de investigación de la URL titulado “Mujeres y empoderamiento”. Me fue bien.

En el estudio latinoamericano, ¿en qué países has publicado?

En Guatemala, México y Brasil.

Y en cuanto a tu escritura creativa, me comentabas hace poco que acabas de presentar un libro nuevo en Tuxtla Gutiérrez.

Si, es uno que acaba de salir. Es un libro de cuentos, compuesto por los textos que me hicieron ganar el premio en Xela (Como en historia de Faulkner).En síntesis, es el momento que recuerda una mujer, que se levanta con cuerpos encima, muertos y no puede gritar que está viva. No es muy voluminoso, pero me gustó mucho. Y en otras interpretaciones, unos estudiantes hicieron un video llamado Necropsia, yo solo les di el embrión, y lo produjeron precioso. El director fue Gerardo del Valle.

¿Qué anhela Aida en este momento?

Todos tenemos dos vidas: la que soñamos y la que vivimos… (se queda pensando un rato y dice) Creo que eso sale en una película. Yo quisiera tener el espacio de escribir una novela que he pensado, pero para eso necesito una beca. Me la estoy buscando, porque creo que no hay otro motor de arranque para mí que la escritura creativa. Siquiera un año.

¿Con un año basta?

Tengo mi plan para escribirla en poco tiempo, con estrategias como la que muestra el texto No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben, de Eugenia Gallardo. Estoy segura que eso es lo que necesito.

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Aida Toledo

Escrito por Mariana Pinto

Soy mexicana de nacimiento, pero me considero una ciudadana de mundo. Aborrezco la rutina, soy cinéfila, melómana, bibliómana, y tengo la necesidad permanente de expresarme creativamente por medio de la escritura y la fotografía.
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