Por Pablo Bromo.
Lo primero que pienso cuando llega noviembre es en abrazos y barriletes.
La idea de volar es algo que me pega muy fuerte y quisiera viajar lejos para no quedarme acá, en este encierro de melancolías y rarezas. ¿Quién de ustedes no quisiera sentir esa libertad de planear sobre la puta ciudad, con sus casitas y montañas, que se ven allá abajo como minúsculas prolongaciones de nosotros mismos… y al mismo tiempo mandarlas a la mierda y viajar lejos para no volver? Sea con boleto o sin boleto, la sicodelia y el ambient son dos géneros opuestos que nos hacen viajar.
Con esta premisa, acá van dos recomendaciones poderosas con toneladas de melancolía y euforias amaestradas para el mes más alucinado del año.
Disfrutemos juntos del chiflón, los abrazos, los viajes, la cercanía de gente nueva o conocida; y lo mejor de todo, acompañados de música infinita que sale de los parlantes como promesas para tiempos mejores.
Acá van estas dos joyas.
LOSCIL
Lo más sincero que puedo decir de Loscil es: ¡a-la-ver-ga-con-Loscil!
Su música es alucinante y sus más de diez discos lo hacen (para mí) el músico ambient más intenso después de Aphex Twin, The Orb o Brian Eno. Además, con exploraciones en dub o techno house minimalista.
Lo terrible de este cabronazo es que cada track es un mantra o una plegaria zen llena de esperanza. Y eso se agradece. Sus sonidos son exquisitos y merecen ser escuchados una y otra vez. Ya sea en carretera o en el encierro voluntario de paredes, sofás, ventanas y celajes oportunos.
Menciono a Loscil porque hace unos días encontré un disco que grabé con su música (hace tiempal) y sólo he podido sentir gratitud al escucharlo en en el tráfico de ida a vuelta al trabajo. Por eso lo dejé en el estéreo y hasta me quedo escuchándolo en el parqueo del edificio mientras pienso en tantas cosas gracias al beat del “superbajo” que le mete a destiempo.
Si sos melancólica o melancólico, Loscil te hará la vida más fácil.
Este canadiense, al igual que los Boards of Canada, te dará la dosis necesaria para que tripeés lo adecuado y no en exceso. Pues, de una manera abusiva y elegante, pero con rigor y trip asegurado (a lo Apparat en aquella banda sonora para teatro de Dostoievski).
Así que disfrutátelo.
Sentí, viajá, viví intenso hasta el borde de cada rola. Sus discos First Narrows, Plume y Endless Falls son piezas para tener en tu colección.
Su música es lo mejor que puedo recomendarte para noviembre.
Además de abrazar con ganas y no perder la sonrisa.
TAME IMPALA
Si de estruendos sicodélicos se trata, Tame Impala junto a bandas como The Flaming Lips, The Horrors o Pond se llevan mis mayores aplausos.
Estos locos son necesarios para el viaje noviembresco, que en definitiva será bien agraciado con texturas y matices intensos; que derretirán a cualquiera con ese repicar de pedales, efectos y destiempos que les sale tan fácil.
Estos australianos, al igual que sus compadres de Cut Copy, INXS, AC/DC o The Church, son el mejor ejemplo que la música australiana no sólo es Empire of the Sun o Kylie Minogue.
Su música es una travesía por la sicodelia más intensa, y a la vez es un delirio estimulante para los que viajamos con sonidos, texturas y la profundidad del estruendo. Su larga lista de discos no sólo homenajea a los Pink Floyd, sino que también explora hasta el límite todo el alucín performático que los caracteriza.
La primera vez que los escuché supe que Led Zeppelin había dejado una gran estela en el universo de los engasados progresivos, sí, pero también supe que había algo más (no sólo Kula Shaker o Animal Collective).
Su sicodelia te transporta a los mejores momentos de Supertramp o al shoegaze ochentero y alucinado de My Bloody Valentine, banda a la que creo le pasó mal factura bandas como Pixies, Nirvana o los Smashing.
La cosa es que Tame Impala tiene historia y bien merecida. Sus discos han sido bien apreciados por fanáticos del rock duro al igual que por engendros (como yo) que nos gusta lo espacial, somnoliento y delirante.
A lo que voy es que a estos chavos les resulta fácil hacer su música como un experimento lleno de excesos comprimidos en lisérgicos sonoros y temperamentales, que recuerdan tanta época sesentera que ahora los visuales pueden revivir de manera digna y fácil.
Su disco Lonerism y el anterior Innerspeaker son dos joyas que perdurarán por años, y espero de todo corazón que ustedes los puedan sincronizar en el Spotify o poner a descargar ahora mismo. Claramente se puede distinguir que Kevin Parker encuentra donde aterrizar las voces y las guitarras para que todo vaya al ritmo concreto del viaje. Todas sus rolas en estos dos discos son un mantra “loco” para esos atardeceres que nos esperan e inundan.
Y por qué no, para los amaneceres a medio papelito de ácido o plática alucinada. Más honesto no puede estar servida su música sobre la mesa.
Entonces sólo queda decir: “A disfrutar se ha dicho”.
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