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Página principal > Reportajes > Narrativa > CAP: El laboratorio de la creatividad
5 octubre, 2015  |  Por: Josseline Pinto En: Destacados, Narrativa, Reportajes

CAP: El laboratorio de la creatividad

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DSC_0516Pareciera que en el pequeño cuarto de La Casa Roja, donde se reúne el Creatorio Artístico Pedagógico (CAP), hay espacio para todo. Espacio para los grabados recién hechos, los pinceles secándose, las pinturas y dibujos terminados. Espacio para equivocarse, pensar, producir. Hay incluso paredes vacías para colgar y muebles llenos para seguir acumulando. Hay papeles de todas las clases, colores y texturas, la mayoría usados, con la posibilidad de reinventarse y reformarse una última vez. En el CAP hay espacio para todo y TODOS; el único requisito es llegar con la mente completamente abierta y dispuesta a desaprenderlo todo. En este reportaje, hablamos con las creadoras del CAP en su salón de clases, para conocer el génesis y desarrollo de una de las metodologías más experimentales, humanas e innovadoras en enseñanza artística en Guatemala, de frente a Garabatos y ensayos, la exposición de fin de año de sus alumnos, que inaugurará el próximo 10 de octubre.

 

“Sin psicología, sin pedagogía, sin nada”

Era 1996, cuando Esperanza de León y Flor Yoque se conocieron en un taller del artista Daniel Schafer en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Enap). Tenían apenas 18 años. Querían ser artistas, pero descubrieron que entre lo que Schafer les enseñaba y lo que recibían de la Enap, había años luz de diferencia. En el taller finalmente podían ser libres y adquirieron el derecho a equivocarse, algo que las bellas artes consideran la inmediata muerte de la pintura. Cuando “Dani”, como ellas lo llaman, se fue de la Enap, comenzaron a sentir la mayor de las indignaciones con la escuela y su método. Pero su enojo no quedó en berrinche y transformaron toda su ira en ideas para un espacio virgen de creación artística y pedagogía para niños. Años después lo llamarían CAP.

“Después del taller con Dany, nos dimos cuenta del gran efecto que puede tener un maestro de arte cuando te inspira y te reta”, comienza Flor, sentada en medio del cuarto lleno de pinturas. Ella después de la Enap DSC_0466estudió pedagogía y hoy en el cuartito donde hacemos la entrevista, está recortando cartulinas con grabados de sus alumnos y a su derecha, hay una pila de las ya recortadas.  “Entonces decidimos que sin psicología, sin pedagogía, sin nada, solamente por intuición y por el deseo, comenzar un programa de pedagogía artística que después llamaríamos CAP. Era un campo virgen, nadie estaba haciendo lo mismo, pero justo por eso lo más difícil, fue que nos creyeran”, agrega.  Llegar con 19 años ante directores de fundaciones, maestros de artes plásticas, centros culturales y escuelas, sin haber terminado la universidad y sin siquiera tener otros estudios, fue el mayor reto. Sin embargo, una vez que comenzaron, jamás pudieron parar.

“Habíamos creado un taller de arte, enfocado en la técnica, pero con una fuerte carga cognitiva y emocional, porque queríamos crear humanos creativos, no artistas robot”, le acompaña Esperanza, sentada solo unos centímetros lejos de su compañera. Ella también tiene tijeras en sus manos, y corta cartulinas blancas llenas de patrones de colores, como si fueran los primeros acercamientos de Mondrian con la pintura cuando era niño. Ella para complementar los estudios de su compañera, estudió psicología. “Estos son los trabajos de los alumnos de 4 años”, agrega. Lo que ahora es el CAP, tiene 15 alumnos de 3 a 20 años de edad, y cada uno lleva un proceso personal muy distinto.

“Al niño en el colegio le enseñan a que funcione para otros. A que saque buenas notas para quedar bien con su papá o sus maestros. Entonces el niño está aprendido a funcionar para los demás, no para él. Mientras en el colegio les están enseñando a funcionar para otra cosas, nosotros les estamos enseñando a desaprender. DSC_0468Por eso uno de los requisitos que nosotros pedimos, no es la habilidad en el niño, sino  el deseo que tenga por aprender”, comenta Flor. De este requisito, parte su metodología de trabajo, como una “escuela” de arte experimental, enfocada en 3 puntos específicos: investigación curricular, la producción de obras de arte, exposiciones y conocimiento, y la CAPacitación a otros maestros. “La metodología de nuestras clases si tiene un acercamiento serio”, explica Esperanza. “Sí hay una comprensión de la técnica y del conocimiento de la composición pictórica. Los niños trabajan con acuarelas, grabado, pinturas con distintas texturas. Hay un fuerte componente cognitivo, no solo es práctico. Y esa es la debilidad de la educación artística en general. Es como un encandilarse y enfocarse nada más en la técnica. Entonces nuestra metodología es un desarrollo técnico, con un fuerte componente cognitivo y emocional”, dice mientras sigue cortando las cartulinas blancas con mucha paciencia.

 

«Nuestra motivación fue la incomodidad»

La primera vez que les abrieron las puertas con el proyecto, fue en la Fundación Paiz. Allí, los primeros talleres eran un poco más técnicos, pero aún eran libres de guiar a los niños por ejercicios sensoriales y constructivos que activaban su cuestionamiento, resolución de problemas, y sobretodo su creatividad. Seguían estudiando en la Enap, y allí se maquetaron las primera pruebas y errores del futuro CAP.

“Mientras estudiábamos pasábamos mucho tiempo en la biblioteca tejiendo ideas. Nuestra motivación para el proyecto fue la incomodidad de no gustarnos cómo nos enseñaban, ni nuestra experiencia con el arte”, continúa. “Sentíamos que debía haber algo más entonces comenzamos a leer muchísimo y de allí surgió CAP. También Jorge de León era nuestro compañero y él estuvo involucrado desde el comienzo”. Ahora el CAP en concepción lleva más de 15 años de existir en diferentes formas, aunque como Creatorio Artístico Pedagógico, este es su tercer año.

 

“Tenemos muy claros nuestros ejes de trabajo”

Después de la Fundación Paiz le siguieron otros proyectos más pequeños o cortos, hasta que se vino encima un proyecto mucho más grande. “Nos enteramos que el Ministerio de Educación abrió la convocatoria para presentar reformas al currículum nacional base, que iba a estar enfocado en las artes”, explica Esperanza. “Junto a Jorge de DSC_0486León, presentamos nuestra propuesta y quedó seleccionada. Fue un momento clave para sentar las bases, porque tuvimos que escribir un libro, capacitar a más de 300 maestros y viajamos por un año revisando cómo se estaba llevando a la práctica”, agrega. Este proyecto duró los 4 años del gobierno  y les dio la claridad que necesitaban para estructurar lo que en el futuro sería CAP.

Jorge de León, al comienzo de CAP dio algunas clases, junto a Flor y Esperanza, pero después su papel sería una colaboración más indirecta. Según él, lo que pretendían con la estructuración de su primer curso, era justamente pensar en un «ideal» para la enseñanza del arte. “Creo que pensaba en la posibilidad de afectar la mente de los niños, provocar que fueran autocríticas y demás. Pensé en el arte como medio de generador de pensamiento, y por eso creí en el proyecto”, menciona.

En el salón, Esperanza y Flor siguen cortando. Cuando la primera pila de cartulinas se acaba, alguna se levanta y trae más de alguna de las mesas del estudio. Todo debe estar listo para la exposición. “CAP ahora es la escuela de la situación y la circunstancia, porque cada año nos toca construir un programa diferente para cada grupo. La experiencia de los chicos del año pasado no va a ser la misma a la de los años siguientes, porque el programa se adapta a las necesidades de cada niño”, comenta Flor. Cuando comenzaron, hace tres años, el grupo era solo de niñas, porque entendían que aunque la deficiencia del sistema era cruel con todos, las niñas aun así tenían menos acceso. Sin embargo, por la naturaleza de las personalidades, el grupo se fue deshaciendo y decidieron aceptar también a niños.

“Ahora tenemos muy claros nuestros ejes de trabajo. Los niños trabajan todo el día, pero al final siempre dejamos un espacio para analizar, porque es a través del análisis y de la crítica que ellos mismos, a través de su experiencia, hacen conclusiones. Tenemos niños de 3 a 20 años y cada uno tiene una metodología adaptada. A los niños más pequeños les ponemos a hacer ejercicios más sensoriales y platicamos sobre eso, les leemos cuentos y conversamos. A los adolescentes ya les planteamos conceptos y profesionalización como artistas, para aquellos que quieran serlo», continúa. Uno de los alumnos del CAP, es Miguel Reyes, de 16 años, quien ya ha expuesto su trabajo en una galería en la ciudad, pero aún se define como estudiante, más que artista. “CAP significa un lugar de aprendizaje donde al estudiante se le brindan herramientas, conocimiento y experiencias y él decide qué hacer con eso”, menciona.  “Pero después de eso, yo en el CAP me siento en paz. Aceptado con cosas buenas y defectos. Me ayuda a conocerme a mí mismo porque nada se me impone”, agrega. «El CAP me reta como artista en las experiencias y a desarrollar una obra, enfrentarme a críticas, defender mi obra y por qué la hice».

Él fue uno de los estudiantes que participó en la exposición Let’s do it del Nuevo Museo de Arte Contemporáneo. La exposición era una versión de la muestra Do it, curada por Hans Ulrich Obrist, en la que artistas contemporáneos de todo el mundo escribieron instrucciones para realizar obras de arte cada vez que se montara la muestra. Los alumnos más grandes del CAP, junto a otros alumnos de escuelas de arte, fueron quienes realizaron la muestra, incluyendo un performance de Erwin Wurm, en el que tuvieron que meter sus cuerpos dentro de un sudadero. Esta clase de experimentación es lo más importante para el CAP y son las prácticas que sus estudiantes lo que más aprecian.

 

 

 

“CAP surgió por que no encajábamos en ninguna parte”

Antes de que el CAP se formara oficialmente en 2012, hubo un último escalón en su búsqueda. Esta vez, ambas estuvieron involucradas en las reformas de la Escuela Municipal de Arte. “La lucha más grande aquí fue que se le diera atención personalizada a cada niño y cambiar la percepción de que lo que estábamos haciendo no eran paisajes bonitos”, comenta Flor. Fue un reto que tardó 9 años, pero finalmente dejaron su aporte en las metodologías que hoy implementa la escuela.DSC_0518

“Con eso nos dimos cuenta que necesitábamos hacer algo para nosotros, porque no encajábamos en ninguna parte. No conocíamos ninguna institución que estuviera en función de los niños, entonces nosotros queríamos ser esa institución”, agrega. Así surgió finalmente la idea de CAP. Al principio, además de tener solo niñas, tampoco tenían un espacio físico como el de ahora. Era más nómada, y todos los meses buscaban un nuevo lugar. “El primero año se sostuvo del apoyo de artistas, fundaciones, centros culturales y nuestro propio aporte. Todos los meses estábamos en un lugar diferente. Un rato estuvimos en la galería 9.99, cuando todavía no era 9.99. Después en el estudio de Yasmin Hage, en la Enap. Ahora ya estamos permanentemente en La Casa Roja”, menciona Esperanza.

 

En plena entrevista, se escucha que tocan a la puerta. Es uno de los alumnos que viene a trabajar una pieza para la exposición Garabatos y ensayos. Su nombre es Juan y viene del interior del país.  “Lo que más me gusta es que pueda y me dejen pintar”, dice cuando le pregunto qué es lo que más le gusta del CAP. Es tímido, de pocas palabras, pero desde que llegó tomó una caja de madera a la que le fue tallando patrones y figuras para hacer un grabado y nadie puedo (ni quiso) quitarle la concentración. Él es uno de los niños apadrinados de la escuela.DSC_0496 «Es un esfuerzo mantener los precios que mantenemos, porque queremos que vengan niños de todas partes, de colegios privados y de la zona 18, la 1era de julio, de donde sea. Puedan o no pagarlo, queremos que vengan si sienten que quieren hacerlo”, menciona Esperanza. Por eso muchos de sus alumnos, ellas calculan que un 40%, están apadrinados. “Lo que hacemos es conseguir a alguien que quiera ser padrino, que nos ayuda a sostenerle con sus materiales, la colaboración con los maestros, y lo que el niño necesite. Así nos aseguramos que podamos hacer algo por él”. Juan sigue trabajando su caja, le pone tinta a cada lado y presiona fuerte una cartulina blanca sobre el patrón. Flor está a su lado. «Nosotras de entrada queremos hacerlos sentir que no somos las maestras de la escuela, y tenemos clases en donde lo que tienen que hacer es  equivocarse. Lo llamamos ‘la mañana del error’, entonces en ejercicios como esos, lo válido es equivocarse. Otras veces escribimos, por ejemplo. No tenemos una clase de dibujo, una de pintura, etc. Damos una clase de acuerdo a las necesidades que vemos ese día”, explica guiando a Juan por el mejor proceso.

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“Lo que más nos interesa es el proceso y la construcción humana. Nosotras miramos un gran peligro en que ellos se crean artistas antes de ser artistas, por ahora ellos son estudiantes de arte”, continúa Esperanza. “CAP tiene un fuerte interés en los procesos de Captación de información de ellos, y los procesos emocionales y estos se terminan de formar en el individuo hasta los 21 años. Por eso buscamos primero que ellos trabajen en la parte humana y sensible, antes de pretender ser artistas”, continúa. Por eso el nombre de su exposición, Garabatos y ensayos, sugiere que lo expuesto serán los mismos procesos de formación de los estudiantes. 

La lucha que CAP ha mantenido por los últimos 3 años, no es una que pase desapercibida, y otras instituciones hermanas que también buscan el ideal de educación artística, las admiran. Inés Verdugo, fundadora de Puro Arte, un Centro de Creación Artística dirigido a personas con necesidades educativas especiales, menciona que “La educación de CAP es valiosa porque su motor es la persona, ‘no la etiqueta de alumno’. A través de una educación artística, busca un cambio social que se basa en la construcción de la propia vida. Esto me parece muy valioso”, cuenta. “Una de las veces que visité CAP los chicos realizaban con Flor un ejercicio donde respondían a la pregunta ¿Quién soy? Esto te brinda conocimiento de uno mismo y lo logran con el acompañamiento sobre la construcción de la propia vida partiendo cada uno de su propia realidad. He visto niños y jóvenes comprometidos con su trabajo, que se comprometen con sus investigaciones y comienzan un proceso personal tan rico que te marcan para siempre. Esto es algo que admiro”.

 

EL FUTURO

El artista Jorge de León, menciona que la pedagogía artística es importante para «encontrar soluciones distintas y ver una situación de varios puntos de vista, no es como la matemática que es exacta. Creo que el CAP puede ser una parte de un total que de una manera distinta de ver las cosas». Estos planteamientos de problemas a los niños, siempre llegan a través del autoconocimiento, y los procesos de cada uno durante este año, son lo que se mostrará en DSC_0505la exposición. Óscar Sánchez es el papá de Joaquín, un niño de 10 años, inquieto, despierto y curioso, a quien lo que más le gusta es dibujar. «En el CAP puedo dibujar y me enseñan a hacerlo, pero no son tan cuadradas. Me divierto mucho y puedo simplemente crear», dice Joaquín. A su padre, las escuelas de arte tradicionales le parece que «tratan de que los niños aprendan a pintar perfectamente, que jamás se equivoquen o no puedan ser libres. Pero el arte es más lo creativo, experimental del artista. Mi hijo comenzó a estudiar arte y es muy inquieto. En CAP no le ponen límites, sino que lo retan. Esa es la verdadera enseñanza», menciona. 

“Lo único que tenemos seguros es que queremos crear una necesidad y que CAP pueda comenzar a trabajar en ella. Nosotros queremos dejar apoyo, educación y una necesidad de arte como bisagra social”, menciona Flor. “El arte es el vehículo para que el niño tenga una buena experiencia de aprendizaje y pueda ver el mundo de distintas maneras y nosotros funcionamos como ese puente. Lo que más nos interesa transmitir en CAP es que todos tenemos la posibilidad de reproducir. Por eso es pedagógica, porque tiene brazos para repartir y enseñar. En el grupo de los adolescentes tienen como proyecto, dar un taller al festival de la avenida de los arboles a niño, y tenemos otros niños que ya han dado sus primeras visitas guiadas en museos y galerías”, continúa. Sin embargo, lo que más motiva a la asociación, es poder ser inclusivos en todos los aspectos y darle la oportunidad a niños de todas las edades y procedencias de comunicarse y encontrarse a través del arte.

Esperanza deja de cortar los papeles y ahora comienza a arreglar un poco los materiales.  Toma goma, tijeras, herramientas de construcción, espejos, y lo va acomodando alrededor del cuarto lleno de pinturas en las paredes. Flor también terminará pronto de cortar y ambas seguirán trabajando y esperando a que más niños lleguen a trabajar lo que presentarán en la exposición. Pero para ellas, solo estar juntas en su espacio, es ya una experiencia artística.

 

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Garabatos y ensayos: un acercamiento al camino antes del arte

La exposición de fin de año de los alumnos del CAP se inaugurará el próximo sábado 10 de octubre a las 3 p.m., en el Imaginatorio ArtSpace (Vía 6, 3-30 zona 4) y estará en exposición hasta el 29 de octubre. Más información: www.facebook.com/events/1498327633823844/. 

Para contactar al Creatorio Artístico Pedagógico: www.facebook.com/Creatoriocap, creatoriocap@gmail.com

 

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Escrito por Josseline Pinto

Investigadora independiente, poeta, y curadora de arte contemporáneo. Si el día tuviera 48 horas, igual no dormiría. Co-fundadora y directora del proyecto curatorial MANIFESTO-espacio.
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Comentarios: 1 respuesta

  1. Pingback:Nómada .::. El arte desde el Tercer Mundo (o el viaje en un huevo a Los Ángeles)

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