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Página principal > Recomedaciones > Literatura > Top 5 poemas que celebran la irreverencia
9 junio, 2015  |  Por: Joe Fuentes En: Literatura, Recomedaciones

Top 5 poemas que celebran la irreverencia

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Joe Fuentes

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  1. Harold Pinter – After Lunch

And after noon the well-dressed creatures come
To sniff among the dead
And have their lunch

And all the many well-dressed creatures pluck
The swollen avocados from the dust
And stir the minestrone with stray bones

And after lunch
They loll and lounge about
Decanting claret in convenient skulls

Malditas criaturas de rapiña. Pinter es extraordinario en presentar figuras antropomorfas detestables. Su estilo único crea caricaturas en nuestras mentes sobre-imaginativas de los 90s, pulsando colores y acciones desagradables a través de una luz color azul de televisor. Es la única forma que consigue describir esta peste. Cínicos, buitres en busca de bocados gordos, desgarrando sueños ajenos y pequeñas empresas por igual; todo con el único objetivo de ensanchar su barriga distendida de lombrices y malas intenciones. La irreverencia encuentra hogar en una crítica corta y efectiva, digna de una animación corta en Vimeo que disfrutaría mucho ver.

  1. William Shakespeare – Sonnet 130

My mistress’ eyes are nothing like the sun;
Coral is far more red than her lips’ red;
If snow be white, why then her breasts are dun;
If hairs be wires, black wires grow on her head.
I have seen roses damasked, red and white,
But no such roses see I in her cheeks;
And in some perfumes is there more delight
Than in the breath that from my mistress reeks.
I love to hear her speak, yet well I know
That music hath a far more pleasing sound;
I grant I never saw a goddess go;
My mistress when she walks treads on the ground.
And yet, by heaven, I think my love as rare
As any she belied with false compare.

Escojo esta pieza de El Bardo porque siempre me saca un carcajeo. Frente a una infinidad de poemas románticos, en busca de capturar el imaginario de enamorados, el Soneto 130 rompe con cualquier pretensión a melcocha. Shakespeare remplaza la descripción clásica de una belleza inspiradora por la de una mujer poco vistosa. Quizás fue el resultado de un ejercicio, un intento de hacer un poema antiromántico, algo digno del estilo picaresco a surgir unos doscientos años más tarde, o quizás deseaba fastidiar a una enamorada con inseguridades de su físico.

Sea como haya sido, la descripción pesimista y fatídica de un amor basado en más que en belleza física, es única. Aclamo este poema porque acumula un sentimiento de antaño, algo en él te llama a declamarlo en una cantina corrida, a una mujer llenita, con facciones horrorosas pero que por alguna razón no puedes dejar de admirar. Admiro como Shakespeare consigue voltear la descripción en las últimas dos líneas del poema. Consigue redimir al declamador con un hook llamativo y cariñoso, a pesar de haberle establecido el mal aliento como un descriptivo latente de su amor. Es un texto que celebra los amores poco comprendidos, aquellas relaciones llenas de críticas externas pero que jugosamente funcionan y perdurar, mucho más de lo que cualquier puede prever.

  1. Arthur Rimbaud – Oración de la tarde

Como un ángel sentado en manos de un barbero,
empuñando mi jarro de canales hirsutas,
en arco el hipogastrio y el cuello; un gambiero
en la boca; en el aire, impalpable volutas.

Como la sirle cálida de un viejo palomar,
mil sueños en mí dejan, sus dulces quemaduras
y mi corazon triste, parece ensangrentar,
el sombrío oro joven de aquellas chorreduras.

Luego, cuando he engullido mis sueños con cuidado,
treinta o cuarenta tarros he bebido, y me inclino
devoto hasta que el agrio eructo he soltado.

Dulce como el señor del cedro y los hisopos,
hacia los cielos foscos, alto y lejos, orino,
con el consentimiento de los heliotropos.

Cuando encontré un libro de Rimbaud a Q10.00 en la Feria de Libro de Guatemala, pensé que adornaría mi repisa con cierto aire de opulencia y snobismo. Mis pensamientos rondaban similar a un Gatsby, adquiriendo colecciones enteras de textos, sin planes de jamás voltear una hoja. Sin embargo, como pasa de cuando en cuando, un día me quedé sin material de lectura y tuve que recurrir a algo en la repisa de exuberancia. Al azar escogí el tomo de Rimbaud y en similar aleatoriedad abrí una página del libro. Fue así como llegué a Oración de la tarde.

Si a primera lectura no entienden la mitad de las palabras del poema, no hace falta sentirse mal, es perfectamente normal. Me tomó varios intento, junto un diccionario en mano, poder resolver el significado de esta emblemática pieza. Rimbaud presenta al mundo un legado del borracho de media tarde. El típico amigo que a cierta hora bebe más porque forma parte de quien es y no tanto por ganas o necesidad. El poema porta el uso de eructos agrios y orina apuntada al cielo. Es en la elegancia implícita de Rimbaud que encontramos un poema digno de retratar.

A diferencia de un Bukowski o un Burroughs, el joven autor utiliza simbolismo y leves chispas de surrealismo para retratar algo que todos conocemos demasiado bien. Ese deseo implacable por el siguiente trago, sin haber terminado el actual.

  1. Michael Mlekoday – «Prayer for the Destruction of Justin Bieber»

1
The elevator music in my spine
is Ani DiFranco cocking a pistol.
I crack my knuckles like Biggie
drumming the roof of his casket.
Even Anne Frank got more music
than you, motherfucker.

2
The year my grandfather died,
I found a Pete Rock tape
and twisted my hat backwards
like an exorcism gone wrong.
It was the year I stopped believing
in magic and then found it
stuck in the snare. This music
would chew through its own leg
to find me.

I have been to dance parties
where everybody wriggles
out of their own skins
and steps into each other’s.
I have seen queers and queens,
boys and girls, give up
their own bodies for another
while the speakers church
the dancefloor into a firepit.
We vogue and krump out
space for ourselves in this
world. We shake our hips
like rugs and find forgiveness.

4
One time I was in a car with a hipster
douche. I was turning the radio dial,
and when I accidentally stopped
between stations, he started
arhythmically nodding his head
to the static and, no shit, asked
if this was a new dubstep station,
and I know that’s not your fault,
Bieber, but Goddamn it,
this is bigger than you.

5
I do like Taylor Swift.
She writes her own songs.
You actually paid four
different people to help you write
«Baby baby baby oh, like baby
baby baby no.» I’ll bet
the only people you ever
let touch you are ventriloquists.

6
When I miss my skyline and sister,
I play the anti-folk record
we sang to on the way to the ultrasound.
When I put on mascara and hope
only the right people notice,
I hit every note of «Purple Rain.»
I have a playlist for each
of my dead friends.

7
If there is a God, She does not hear prayers
in Autotune. When I pray, I lip-sync
so I can keep dancing. When I pray
for your destruction, I see Jesus
C-walking on water, the cords
from his headphones coming together
at his chest like a rosary.
He is not listening to you.
He is listening to every person
who has dissected themselves
to touch the melody from the inside.
God is a breakdancer. God is a DJ
who still gets down on vinyl,
a drag show with perfect lighting,
a band mercying a half-empty
basement into full bloom.
God is a soundtrack
you have never Heard
 

No me cabe la menor duda que Michael Mlekoday aborrece a Just Bieber y que, al igual que él, millones de ciudadanos del mundo rezan por su destrucción sistemática, precisa y completa. Ahora bien, si me preguntan si el poema de Mlekoday es sobre Bieber, la respuesta sería: no, presten atención, lectores perspicaces. El poeta joven usa al cantante juvenil como vehículo, condensa una frustración musical, muy personal y franca, a quien esté dispuesto a leerlo o escucharlo.

El poema es un ataque concreto al estado de la música actual. Pocos poetas contemporáneos pueden jactarse de presentar una muestra tan contundente de preferencias musicales. Mlekoday, a través slam poetry, entrega una carta abierta al mundo, un asalto a los gustos juveniles que exige respuestas de todos. A lo mejor no es la pieza más elocuente y le falten décadas de entrenamiento para llegar un nivel similar a otros poetas irreverentes en esta lista, sin embargo considero va por buen camino. Desde la descripción cómica de un hípster bailando a la tonada de estática radial hasta el admitir admirar a Taylor Swift, el escritor le habla a cada uno de nuestro crítico musical frustrado.

1. Jack Kerouac – How to Meditate

-lights out-
fall, hands a-clasped, into instantaneous
ecstasy like a shot of heroin or morphine,
the gland inside of my brain discharging
the good glad fluid (Holy Fluid) as
i hap-down and hold all my body parts
down to a deadstop trance-Healing
all my sicknesses-erasing all-not
even the shred of a ‘I-hope-you’ or a
Loony Balloon left in it, but the mind
blank, serene, thoughtless. When a thought
comes a-springing from afar with its held-
forth figure of image, you spoof it out,
you spuff it off, you fake it, and
it fades, and thought never comes-and
with joy you realize for the first time
‘thinking’s just like not thinking-
So I don’t have to think
any
more’

En 1950 Kerouac descubre la meditación. Como parte de una ola de creativos, quienes adoptan el vasto espiritualismo oriental, el autor intenta describir algo indescriptible. Intenta plasmar como la interiorización consigue trascendencia a través de negación, olvido y resignación. Y Kerouac siendo Kerouac lo consigue de forma majestuosa y emblemática.

La métrica y uso de palabras compuestas (como “trans-healing” y “I-hope-you”) a lo mejor le suene conocido a admiradores del Jack. Sin embargo en esta pieza hay más que juegos de palabras complicados. Hay un verter de sudor, de vulnerabilidad, de intentar condesar algo que nunca se consigue concretar del todo, una meditación ideal. La publicación The Portable Jack Kerouac, recopilada por Ann Charters reúne piezas similares a esta, poemas y divagaciones con un hilo conductor oriental, que lentamente madura al autor a perfeccionar su estilo único. A mi parece How to Meditate sobresale con una latente frustración de una de las mentes más grandes del siglo pasado.

 

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Escrito por Joe Fuentes

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