Haciendo buen uso de la tecnología, específicamente de la conectividad del Internet, me encontré en el parque de La Antigua queriendo tomar fotos de algo que no hubiese tomado antes, por lo que colaboré con google para una lluvia de ideas. Dentro de los resultados, algún cibernauta que tuvo para bien subir un post en su blog donde recomendaba lugares para visitar en esa ciudad colonial, tomé a bien la sugerencia de ir a la terminal de buses.
En cualquier otra parte tomar fotos de los “Chicken bus” puede ser un poco desalentador, sobre todo porque muchas de estas terminales pueden estar en zonas hostiles, sobre todo para alguien caminando solo con una cámara. En La Antigua fue completamente lo contrario, los propietarios de estas máquinas parecen estar felices y sentirse orgullosos de alguien queriendo tomar fotos de un medio de transporte colectivo que en su vida anterior fue bus escolar.
Los colores, diseños y adornos que engalanan las camionetas son una mezcla de los gustos del dueño y al mismo tiempo la forma de pertenecer a una familia: esta línea de buses es azul porque pertenece a esta compañía y sigue esta ruta, los otros son rojos porque van para un lugar diferente y pertenece a otra organización, etc. Y cuando uno de estos no está en camino, seguramente está siendo acicalado.
Algo que es posible notar es que estos buses juegan un pequeño papel dentro de la inmensa identidad colectiva del país, es una especie de costumbre que forma parte de la cultura. Nosotros, como locales estamos acostumbrados a verlos todos los días, bajando como bólidos por Las Cañas o llegando como si nada a la terminal, yo aprendí que vale la pena darse un tiempo para verlos y admirarlos como obras de arte, hasta que alguno casi te choque en la Roosevelt.
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