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27 octubre, 2014  |  Por: Oscar Villeda En: Destacados, Fotoreportaje, Reportajes

La cosecha dorada

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Durante milenios, la miel de abeja fue la única forma de conseguir azúcar, grandes civilizaciones como egipcios y griegos la consideraban milagrosa y los romanos la creían como parte importante de la dieta diaria. La miel llegó a América por medio de los colonizadores quienes trajeron una gran cantidad de colmenas.    Desde sus inicios en la recolección de miel silvestre, hasta la crianza de abejas en colmenas, incluyendo un período de abandono agravado con la introducción del azúcar de caña proveniente de América, la apicultura sigue siendo hoy en día una actividad viva y constante, los beneficios de los productos creados por las abejas no son un secreto.

Pequeños elementos de un gran conjunto. No podemos poner nuestra atención en el producto sin reconocer a quienes lo producen. La abeja Apis Mellifera –las más populares entre los apicultures- es un insecto social que tiene la particularidad de acumular alimento, reservando víveres para el período invernal o el seco, rellenando con miel las celdas vacías dentro del panal. Sin duda son animales sobresalientes, tienen una organización social, comparten vivienda, alimentos y trabajo y viven en comunidades que pueden contar con entre 10,000 y 40,000 miembros. La reina es la encargada de la procreación de nuevos individuos, pueden llegar a poner cerca de un millón de huevos a lo largo de su vida. Luego están los machos de la colonia, los zánganos, su única función aparente es la de fecundar a la reina, por lo que son expulsados de la colmena en tiempos de escases. Esta fecundación sucede solo una vez, en el llamado “vuelo nupcial”, los zánganos mueren al terminarla. Todos los demás individuos son las hembras obreras, quienes se encargan de las tareas de mantenimiento y defensa de la colmena y de la recolección de néctar y polen. Se puede pensar en una colonia de abejas como un superorganismo en el que nadie está a cargo pero todo funciona con armonía.

¿Cómo se crea la miel? Una abeja obrera colecta néctar y lo guarda en el “buche melario”, que es una especie de compartimiento especial diseñado con ese propósito. Al llegar al panal regurgita la miel a la boca de otra abeja que se encarga de procesar el néctar que luego lo devuelve para depositarlo en una celda de almacenaje. Cada vez que se hace esto, las abejas agregan una encima especial llamada sacarasa o invertasa, la cual convierte el néctar –básicamente agua con azucar- en fructuosa y glucosa, esto ayuda a preservar lo que próximamente será la miel. En un principio, el nectar tiene un contenido de agua de cerca del 70%, las abejas guardan la miel en las celdas para condensarlas por medio de ventilación, en ocasiones batiendo sus propias alas como ventiladores si es necesario. Cuando el nivel de agua en la solución baja a menos del 19%, las abejas sellan cada celda para conservar la que ahora es miel, que en este estado de almacenamiento, puede durar para siempre.

Un regalo que se sigue dando. Las abejas tienen un gran impacto en nuestra alimentación, no solamente por la miel. Un tercio de la producción mundial de cultivos en el mundo, depende de la polinización –llevar polen de una flor a otra- realizada por las abejas y otros insectos cuando se alimentan. Por otra parte, el propóleo que producen a partir de la resina de algunas plantas para proteger la colmena es un antibiótico natural, ellas la usan para mantener sana a la colonia y puede ser utilizado por humanos por sus propiedades antisépticas y cicatrizantes. El polen apícola es considerado como un alimento reconstituyente por su alto contenido de aminoácidos y minerales, también es un buen energizante por sus carbohidratos.

La merma. En algunas regiones del mundo, las abejas melíferas están desapareciendo. En Estados Unidos, desde 1945 la cantidad de colmenas para cosechas se ha reducido de 4.5 millones a solamente 2 millones en 2007. Se cree que este declive que podría generalizarse a otras regiones, es producto de una combinación de causas que van desde el incremento de monocultivos, lo cual limita en grandes áreas las plantas de las que se pueden alimentar las abejas; el uso desmedido de pesticidas y fertilizantes sintéticos; y las propias enfermedades contra las que deben luchar.

Apoyo mutuo. Se pueden hacer esfuerzos desde el nivel individual hasta colectivo para ayudar a que las abejas mantengan una vida saludable, sembrar flores amigables con las abejas en nuestros jardines, calles, parques, etc. Esto también ayudaría a otros insectos polinizadores que terminan por ayudarnos de vuelta. La buena salud de las abejas se puede traducir a una buena salud para nosotros.

Tuve la oportunidad de visitar el apiario de Hugo Figueroa, quien se ha dedicado a la apicultura desde hace 15 años y ofrece una variedad de productos derivados de las abejas. El trabajo de Hugo y de muchos otros apicultores toma un valor todavía más grande mientras más se conoce acerca de las abejas y los beneficios que pueden significar para nosotros. Sin duda, los apicultores juegan un papel muy importante en la conservación de las abejas, debemos estar agradecidos con ellos.

Les dejo el link de Amcono S.A por si gustan consumir un poco de miel de abeja y conocer acerca del proceso de cosecha: Amcono S.A en Facebook.

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Escrito por Oscar Villeda

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