Mi segundo viaje solitario del año me llevó a nadar en las pozas de agua turquesa de Semuc Champey. Un lugar que no conocía –lo cual era un pecado- y que personalmente tenía algún tiempo teniendo en mente visitar.
Imagínense al río Cahabón, y toda su fuerza, entrando a una caverna subterranea. Lo que queda arriba, a la vista, es una serie de piscinas naturales de agua fresca que baja por las montañas desde una gran cantidad de nacimientos, esto es Semuc Champey, el lugar donde el río se esconde en la montaña.
Para mí, la experiencia ha sido una de las mejores que he tenido, desde el obvio hecho de maravillarme ante un monumento natural como este, hasta las personas que conocí y la comida que probé. Un tiempo de purificación y respiración profunda, un regreso a la exploración como vehículo de mi encanto por la fotografía.
La generosidad del lugar esconde la turbulenta corriente del Cahabón y nos deja a nosotros en un paraíso. Al final, las aguas de las pozas se vuelven a encontrar con el río, que sale de vuelta a la superficie y se lleva con él, durante el resto de su vida, un poco de Semuc Champey. Así como me pasó a mí.
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