Alter Ego N° 24 – Jorge Carro L.
Hace dos o tres semanas, en la BBC Radio 4, Ruth Rendell, la escritora y miembro del Partido Laborista británico sugirió que “la lectura ya no es algo natural para todos”.
Según Rendell, parece ser que la lectura se ha convertido en una suerte de actividad para especialistas, y eso, de ser verdad, genera terror en el corazón de quienes disfrutamos leyendo.
¿Tiene razón Rendell? No lo sé, mientras tanto pienso en todos los chicos que leyeron “Harry Potter” (con la misma pasión que nosotros leímos a Emilio Salgari y Julio Verne); y hurgando en internet me encontré con que precisamente en el Reino de la Casa de Windsor, se publican alrededor de 150.000 libros al año y que aun frente a la recesión y la tecnología digital, en el pasado 2013 se invirtieron 1.400 millones de libras esterlinas en libros impresos.
Sin embargo, las bibliotecas británicas cierran y las librerías tienen dificultades para sobrevivir. Y como si esto fuera poco, la “culta” BBC TV no dedica ninguna emisión a la literatura.
¿Importa realmente que en el futuro sólo un grupo pequeño y selecto, lea novelas, biografías, crónicas, etc.? Evidentemente sí, y aunque esto no tiene que ver con el alfabetismo, si tiene que ver con el conocimiento.
¿Cómo entendernos a nosotros mismos y al mundo, si no es leyendo “algo”? ¿No es así como nos hemos consolado, estimulado y supuestamente mejorado durante cientos de años?
Puedo parecer un maniático diciendo que la ficción y la ética están íntimamente ligadas, porque estoy convencido de ello.
Leer (no recuerdo quién lo dijo) favorece el conocimiento, haciéndonos ver que las cosas no son tan complicadas, ya que la lectura desata los nudos gordianos del conocimiento.
Bueno, además está la cuestión de la cultura, de la estética, del placer.
Soy lector de tiempo completo desde que salí del jardín de infantes, y hoy, a unos días de cumplir 81 años, no se me ocurre dejar de serlo, aunque desde hace algunos años comencé a leer libros en la tableta que me acompaña en mis viajes.
Los lectores no desaparecemos, algunos (los menos jóvenes) debemos evolucionar beneficiándonos de los recursos que el progreso y muchas bibliotecas ponen a nuestras disposición; por ejemplo, la Red de Bibliotecas Landivarianas pone a disposición de sus usuarios (estudiantes, catedráticos, académicos, lectores en general) más de 430,000 volúmenes y documentos en sus anaqueles, amén de 50,000 libros para ciegos; y para leer si lo desean en la comodidad de sus casas (a la hora y el día que se les ocurra) cerca de 200,000 e-libros y 1,000 audiolibros. Y como si todo esto fuera poco, sus bases de datos ponen a disposición de los investigadores (que obviamente también son lectores), más de 12 millones de documentos, publicaciones académicas arbitradas, críticas, etc.
Mientras evolucionamos, sugiero fraternalmente, no dejarnos influenciar por los alarmistas de siempre, y recordar una y otra vez, que “leer es crear” (Francisco Umbral) y que “la lectura es el arte de construir una memoria personal a partir de experiencias y recuerdos ajenos” (Ricardo Piglia)
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