Alter Ego N° 23 – Jorge Carro L.
Con «El Capitán Beto» y con «Manolito» -ahora nanosatélites argentinos- espero que se comience a «humanizar» el submundo satelital.
Para muchos «Manolito», el entrañable amigo de Mafalda e hijo de emigrantes gallegos como yo (aunque no tan torpe como el intenta escribir este comentario) es más conocido que el Capitán Beto, que fue dueño de aquel anillo acaso mágico que nos contaba Luis Alberto Spinetta en «El anillo del Capitán Beto», canción incluida como primer track del álbum “El jardín de los presentes”, grabado allá por 1976 en los estudios CBS de Buenos Aires, cuando el rock en español no era un buen negocio.
El Capitán Beto fue un colectivero de Buenos Aires convertido en astronauta que surcaba el espacio, posiblemente no tan celeste y blanco, con su colectivo-nave, enfrentando peligros de los cuales se protegía una y otra vez con su anillo, al mismo tiempo que sufría de tristeza y soledad por estar, acaso irremediablemente separado de la Tierra, de su gente y de su ciudad; tristeza y soledad que lo habitaban como me habitan a mi 37 años después.
Siempre pensé (cosa que a veces distraídamente hago) que Spinetta seguramente compuso el tema de esta, para mi inolvidable canción, inspirado en «El engranaje » una inconclusa obra de Jean-Paul Sartre, que seguramente leí allá por 1954 ó 55, en una edición de Losada que perdí sin saber dónde.
Quizá el Capitán Beto, fue un engranaje de esa cosa que llamamos progreso y que muchas veces de progreso no tiene nada.
Estoy seguro que si en lugar de astronautas a ultranza (la mayoría con raíces militares) tuviéramos conductores de buses como el Capitán Beto o niños como Manolito, el espacio sideral sería más bello y obviamente, más humano.
Con la mirada puesta en el cielo que se alegró con la “visita” de Manolito, pude superar quiméricamente lo que mis ojos náufragos de tantas lecturas, habían sufrido en un triste encontronazo con la mundana realidad, en las respuestas que monseñor Mario Molina, arzobispo de Los Altos, diera en un matutino dominical referente al Papa Francisco el pasado 17 de noviembre.
Bueno es disentir, pero no de la forma despectiva en que lo hizo Monseñor, uno de los biblistas que más respeto.
Deseo suponer de todo corazón que muy posiblemente el entrevistador (tan ser humano como monseñor Molina) no entendió algunas respuestas, pues de no ser así, es que el Arzobispo de Los Altos tomó partido junto a religiosos a los que les molesta el comportamiento del Papa Francisco, tan lejano a la pompa y al boato romano y tan cerca del de Jesús, del de Francisco e Ignacio de Loyola.
En resumen: estoy contento por las sonrisas que los nanosatelites “Capitán Beto” y “Manolito” llevaron a los cielo y estoy triste por las respuestas de quienes no comprenden que también la iglesia católica debe actualizarse, de lo contrario, no hemos leído bien la “Exhortación” de Francisco, sobre todo en lo inherente a los “Desafíos de la inculturación de la fe” y los “Desafíos de las culturas urbanas”.
“La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”; aconsejan los escoses.
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