Y entonces entra Bill Murray con una patada voladora a las recomendaciones de Esquisses. Se recupera de reverenda muestra de masculinidad, arregla su fino cabello plateado, se endereza la corbata en su cuello (parece indumentaria de película de Wes Anderson, no tenemos forma de saber que no lo es) y saluda con las palmas juntas, agachando la cabeza conforme dice “Namaste”.
Broken Flowers es una de esas películas que dicen tanto y dicen nada a la vez. No, esa no es la forma de empezar esta recomendación. Jim Jarmusch. Sí. Si nunca han visto una película de Jim Jarmusch, esta quizá es la mejor introducción a lo que pueden esperar. Es esta o su saga de Coffee and Cigarettes, o Ghost Dog o Deadman. La verdad es que cada película de Jarmusch es una bebida caliente distinta, unas te aceleran a un punto de frenzy, otras te bajan a un nivel de contemplación meditativo, mientras otras te inducen episodios alucinógenos a medio sorbo. El barrista de estos brebajes, por otro lado, mantiene su marca sobre ellos, como si le rociara una especie de mezcla de paprika y canela a todo lo que hace y todo mejorara de sabor por ello.
Con esto encontramos el vanilla elephant té de chai, acompañado de un porro de marihuana, que es Broken Flowers. Es relajante, es graciosa, es un buen compañero con quien compartir problemas existencialistas de nuestra sociedad plástica y urbana.
La historia sigue al magnate mujeriego retirado llamado, muy adecuadamente, Don Johnson. Bill Murray protagoniza un don Juan Tenorio quien desea encontrar, no por una necesidad real sino por curiosidad mórbida, a la mujer que le escribió una carta informándole que tiene un hijo de casi 17 años. Debe entonces pagar el precio de saber la verdad, realizando un recorrido por su extenso repertorio de relaciones amorosas. En el camino encuentra como el paso del tiempo ha marcada a las mujeres que un día sedujo y como su tiempo con ellas las alteró de forma irreversible.
Está demás decir que Murray hace un trabajo genial porque el es un Dios y mis palabras no le harían honor. Así que sigamos.
Sí, a trama pareciera chick-flick de los 2000’s pero no lo es. Es una especie de comedia-seca dramática con toques de misterio detective. La mezcla la unifica más que nada la amistad entre los personajes de Bill Murray y Jeffrey Wright, Winston. Winston y Don son el tipo de amigos que uno quisiera tener, el tipo de pareja cuya química los mantiene al borde de odio y abrazos, constantemente. Son cool, son viejos y se juntan a fumar porros a escondidas de la esposa de Winston. Queda entredicho que todos quisiéramos ser como ellos cuando seamos grandes.
La historia despega con los recorridos de Don a sus amores antiguos, mostrando la versatilidad de Jarmusch para realizar una road-trip movie, sin perder el estilo que lo personifica. La cámara nunca pierde esa cercanía incomoda, la fotografía es siempre impecable y la música… Okay, haré un par de oraciones sobre la música.
Van a ver la película y querer bajar Ethiopean Jazz. Es un hecho. Winston le da CDs a Don para alimentar sus viajes y el soundtrack de la obra. La música mantiene el ambiente casi noir malogrado que, en mi humilde opinión, lleva a esta película a otro nivel.
Es notoria la influencia de la música de Jarmusch en películas. Quizás las canciones no funcionarían si las oyéramos un día en la radio, pero tras oírlas puestas en escena, dan ganas de ser Don y recorrer la ciudad en busca de amores pasados. Aunque, si soy franco, siempre dan ganas de ser Bill Murray.
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