Alter Ego N° 21 – Jorge Carro L.
Está por concluir el ciclo “Borges en la Landívar” en el Mini Auditorio de la Biblioteca de la Universidad Rafael Landívar y una vez más, asumo que los que se llenan la boca de Borges no lo han leído y ya estoy por creer, como Mempo Giardinelli, que no llegaremos a diez mil los que hemos “leído-leído” (en todo Iberoamérica) al autor de “El Aleph”.
Los muchos que dicen admirar a Borges, desconocen, por ejemplo, el permanente elogio de la violencia que hizo el descendiente del Coronel Francisco Isidro Borges, militar argentino de origen uruguayo, hijo de exiliados argentinos, que participó en los enfrentamientos (matanzas) contra los indígenas y en la Guerra del Paraguay, al cual le dedicó el poema, “Al coronel Francisco Borges”.
Muchos de los que dicen haber leído a Borges desconocen u omiten el elogio que éste hizo de dictadores como Pinochet o de los militares que derrocaron a Perón o años después a Isabel Perón. Recordemos al mismo tiempo, que Borges desdeñaba a Carlos Gardel por no haber sido uno de esos malevos que hicieron del lenguaje del cuchillo su forma de comunicarse.
Borges que sin duda fue un cobarde de pro, hizo suyas, muchas veces, las palabras de Shakespeare, «Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes gustan la muerte sólo una vez.”
También estoy convencido que los que dicen conocer a Borges y no han tenido el enorme placer de leerlo, desconocen que “convirtió su muerte en un acto literario”, como señaló Ariel Dorfman.
Y es que una cosa es el Borges de sus libros y otro el mito que sin pausa, el propio Borges elaboró hasta cansarse de ser el mismo, es decir, el Otro Borges, ese al que (literatosamente) le ocurrían cosas; ese Borges que caminaba por Buenos Aires y que se demoraba, acaso para mirar sin ver, el arco de un zaguán o una puerta cancel posiblemente inexistente; ese Borges del que el propio Borges tenía noticias por el correo, como si se tratara de un personaje Macedonio Fernández .
Como Dorfman “creo que Borges estaba siempre escapándose de sí mismo y volviendo a sí mismo.” Y al igual que Martín Caparrós entiendo que “Borges siempre fue un hijo”, ya que “solo los hijos pueden hacer literatura, o por lo menos un tipo de literatura como la de Borges, tan tendiente a la inmortalidad. Digo, porque cuando uno es padre ya sabe que no es inmortal, ya han produjo al que lo va a enterrar y saben que las cosas se acaban. Borges vivió siempre en la postura de aquel que no sabe que se acaba. Y al mismo tiempo, por si acaso, cuando murió, creo que murió del todo eliminó absolutamente la posibilidad de continuarlo. Me parece que su obra, su estilo, habían llegado a punto de perfección en el que era imposible continuarlo sin caer en el ridículo. Los hijos, aquel que vive como hijo, por definición es aquel que no tiene hijos, por lo tanto su obra también está planteada como algo que no puede producir nada más allá de sí misma. Que solo está hecha para producirse a sí misma.”
Por tanto, estoy cansado de reconocer que no hay nada más argentino que Jorge Luis Borges, ese Borges que se pasó su larga vida –como dice Caparrós – “apropiándose” de un país que no era suyo porque su bisabuelo coronel peleara en Junín o porque, tal vez, a su abuelita la raptaron los indios. Estoy cansado porque toda esta “apropiación”, Borges la usó para perpetuar esa vieja Argentina ganadera y terrateniente, hasta finalmente ningunearla.
Aún así, cansado de Borges, no me privaré del placer de leer una y otra vez su obra.
(Bibliografía: “Harto The Borges”, documental de Eduardo Montes-Bradley , con la participación de Horacio González, Martín Caparrós, Christian Ferrer, Ariel Dorfman, Franco Lucentini, Paolo Collo, Osvaldo Bayer, Luis Sepúlveda y Mempo Giardinelli. © 2000 by Eduardo Montes-Bradley)
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