Hay una fuerza en nosotros, un llamado a las partes más escamosas y de sangre fría de nuestro cerebro, que quiere vivir por sobre todas las cosas y pueden diferenciar ello del resto de patrañas. La visión despiadada de esta creatura reptil, que siempre en habita nuestros interiores, puede ser calmada en una de dos medidas, mitigando su presencia con cordura y un sumergimiento entero al conformismo social, o, cediendo a ella para surgir con una concepción irreconocible por la sociedad, pero autosuficiente y hermético para el ser humano que co-habita el razonamiento de una mente con dicha bestia. Si soltamos todo vestigio de lo convencional, lo moral, lo impuesto, quedamos con un ser humano altamente disfuncional, en los términos clásicos de convivencia. No es de extrañar, entonces, la necesidad de ciertos cineastas por brindar un espacio a estas sub-personas en la pantalla grande, ficticias o basadas en la vida real. En esta índole de biografías fílmicas, pocas obras sobre salen como Das Baader Meinhof Complex.
Al igual que el Bronson de Tom Hardy a través de Nicolas Winding Refn, los personajes de la recomendación de esta semana son escandalosamente comprensibles. Jóvenes que crecieron en una época en la que les dijeron que su voz tenía un valor, que podían escoger la ideología de su preferencia y que podían morir por ella. Jóvenes quienes encontraron una vertiente para los pensamientos más sádicos y misántropos en una vida repleta de libertinaje. No dudo que la preferencia de los protagonistas por el Rote Armee Fraktion (la Facción del Ejercito Rojo en Alemania) fungió como base a las atrocidades que luego cometerían contra la Alemana Occidental, nación que los vio crecer. Pero, fuera de cualquier bandera de izquierda, había mucho más que eso. Como bien lo pinta Uli Edel, el contexto familiar y el perfil psicológico de la banda Baader Meinhof eran sumamente inestables. Con resentimiento fuertes contra la sociedad que los hizo maquinas de odio: sedientas de reconocimiento y un lugar en la tan historia elusiva que le contaron en las clases de estudio sociales. Un lugar en la memoria colectiva, bañado en sangre ajena y una muerte emblemática, digna de un héroe.
La película funge más como un recuento de sucesos que una narrativa tradicional, se despoja de la perspectiva omnipresente de un narrador moralista, en aras de conseguir un tono más similar a un documental cinematográfico que una película cualquiera. La crudeza y rapidez de la acción, la estaticidad y aceleración tácita antes de un ataque, el aburrimiento de estar encarcelado y los miles de pensamientos que descienden al detenernos a reflexionar. Si a esto se le agrega una excelente dirección fotográfica , se podrá notar como la presencia de obras como Der Baader Meinhof Complex hacen falta en Hollywood. Si deja por una lado el estilo único de contar lo que es, en esencia, una historia de acción y anarquía, la película es un tratado fehaciente a la mentalidad extremista a una de las facciones fundamentales más exitosas de la historia contemporánea.
Bajo el manto rojo del comunismo y con una red de seguidores en crecimiento constante, la banda Badder Meinhof se han de haber sentido inmortales. Incluso ante su muerte, las semillas sembradas por sus bombas a centros poblados, florecerían en la sangre ajena y el terreno reclamado de regreso al pueblo por la destrucción de infraestructuras relevantes. El mundo occidental, mal preparados para este tipo de celebridades nocivas para la juventud, debió reajustar sus gafas de bondad, luego de la bofetada certera que alcanzó la agrupación en números y seguidores, tanto en la cárcel como en aspirantes amateur.
Queda tan solo reconocer el trabajo excelente de los actores de la obra, decenas que luego pasaron a ser parte fundamental del cine alemán actual y reciente. Mentes y actuaciones como las de Moritz Bleibtreu (Run Lola Run) y Martina Gedeck (Das Leben der Anderen) facilitan la transición entre cine y un amigo apasionado, reasegurándote que plantar esta bomba y matar a estos enviados de gobiernos extranjeros será, a la larga, una parte fundamental de la revolución por venir.
Der Baader Meinhof Complex nos recuerda, a todos, ese lado de salvajismo inconforme que dominó nuestros pensamientos y acciones en juventud, presentándonos con la dura realización que nunca se fue, que habita y juega una parte fundamental entre lo consideramos bueno o malo, justificado o abusando nuestras más significativas intenciones idealistas.
Comentarios: 0