Decir No puede ser una de las elecciones más difíciles de la especie humana. La negativa usualmente connota una necesidad de cambio, una desaprobación de lo que se da por sentado. Pablo Larraín decide indagar en uno de los casos más emblemáticos en decir No de la historia geopolítica reciente. El director, escritor y productor de la película se encarga de mentalizarnos en el No, en encontrar la fuerza en contrariar con el fin de conseguir algo mejor.
Gael García Bernal interpreta a René, un publicista reconocido por aciertos y fallos en campañas, le encargan el manejo de la imagen de una causa que podría costarle la vida: la derroca de Augusto Pinochet. Quizá No conozcan tan bien la historia chilena, vale únicamente decir que en 1988 se realizó un plebiscito para definir si el régimen del General Pinochet debía proseguir o si era necesario convocar a elecciones. René y el resto de la población saben que es una pantalla de humo, un distractor para mantener el poder del ya firmemente posicionado gobierno militar. El publicista acepta el reto, pese a fuertes reclamos de familiares y amigos.
Con 15 minutos en la televisión por 27 días, la oposición de Pinochet encabeza el bloque conocido como el No, un grupo heterogéneo de izquierda y revolucionarios reconocidos. El SÍ, por otro lado, lo manejan los cabecillas al poder, ministros del mismo Pinochet, quienes no solo cuentan con más recursos sino la certeza de que nadie sería tan estúpido de atacar al gobierno militar en poder. Para la sorpresa de todos, las campañas de Rene, aunque un tanto americanizadas para el gusto de sus compañeros del bloque, empiezan a cobrar efecto en la población silenciada.
La película es basada en la obra teatral de Antonio Skármeta, El Plebiscito, y fue nominada a mejor película extranjera durante los Oscars de 2012. Esta ofrece una mezcla exitosa de géneros, donde el humor, el suspenso y la acción siempre están presentes. Tanto la mezcla de material utilizado durante la campaña real de 1988, el uso de una Umatic 3:4 durante la grabación de la película, como el estilo emblemática de los 80’s, nos transporta al final de década llena de sangre y oportunidad para América Latina.
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