Todas las madrugadas, antes que salga el sol, el cielo se mira al espejo. Se arregla las nubes, pinta luces y sombras en sus ojos; por último, cuelga de su cuello una medalla tan brillante que entonces amanece. El cielo es vanidoso, necesita del espejo todo el día para que le recuerde lo bello que es. Gracias al cielo y bendito el espejo, entre los dos, nos regalan todos los días colores para acompañarnos en los días fríos, lluviosos o soleados; en las noches románticas, tristes o solitarias.
El espejo está localizado en la región norte de Guatemala, es una laguna de 4 kilómetros cuadrados que se extienden en un océano de bosque tropical de la selva maya. La laguna Lachuá obtiene su nombre del kekchí “li chu há” que significa “agua fétida”, una característica obtenida por la alta concentración de sulfatos y minerales como el calcio y magnesio.
Al día de hoy, sigue siendo un misterio la formación de la laguna, aunque una de las teorías aceptadas indica que el origen de este humedal se debe al colapso de una concentración de yeso y calizas, provocada por el agua de lluvia. Por tanto, la laguna Lachuá se podría considerar como una dolina –también llamados cenotes-, estas son depresiones circulares en áreas cársticas, con drenajes subterráneos y cuya profundidad puede variar por decenas de metros, también son caracterizadas por su forma de embudo.
La laguna se encuentra en el centro de un área protegida de una extensión de 14,500 hectáreas. Es hogar de grandes mamíferos como tapires, jaguares y pumas; aparte de brindar albergue a una gran cantidad de plantas, peces, reptiles e insectos. El balance dentro del ecosistema es todos los días asediado por el avance de la agricultura, el desarrollo de infraestructura vial y el constante acoso de cazadores y leñadores furtivos; por lo que es necesario destinar atención a la conservación de esta y muchas otras reservas naturales de Guatemala que todos los días ceden un poco más al maltrato de la ambición humana desmedida.
Comentarios: 0