Una playera blanca, un pantalón de lona, el pelo ceñido hacia atrás y un par de chapulines eran la capa que cubría a aquel joven músico. Un poco de barba en el rostro, manos largas que tocaban con amor un par de acordes cada minuto y una acogedora sala de casa.
Una luz tenue envolvía el escenario de una entrevista que abriría los ojos de quienes no veían más allá de su nariz. André Maldonado es un joven amante del placer auditivo; generaciones han conocido de ese gusto y definitivamente, André no sería una excepción en su familia.
Es, sin embargo, un personaje poco común. Cerró ingeniería química en una de las universidades privadas del país, trabaja en una fábrica de solventes y se considera como una persona tranquila y relajada, “aunque me gusta bastante la fiesta…si me gusta mucho la cerveza” acentúa entre risas y miradas que lo delatan como en son de confesionario. Sus manos no sueltan un instrumento negro con curvas que enamoran y un brillo que refleja los años junto a André.
“No me gustan las broncas…son una persona amante de la paz” asegura con serenidad pero convencido de sus ideales pacifistas. “Si tengo que escoger un ideal, creo que ese sería mi ideal principal” concluye.
“The most beautiful passion of crazy lovers” V. O’Connor
La música ha sido parte de la vida de André desde los quince años –no especificó su edad actual-. El joven de Izabal realizó un viaje que cambiaría el giro de sus días. “Me vine a vivir a la capital y como ya no tenía bicicleta empecé a tocar guitarra” –ríe– mientras sus pies timonean los nervios de izquierda a derecha y viceversa.
“Empecé a escribir desde los primeros tres acordes que aprendí, escribí la primera canción y siempre, todos los días estaba tratando de escribir una canción nueva” comparte el joven mientras observa su guitarra, de reojo ve hacia la esquina en donde se acomodó su compañera y contaba su anécdota.
André perteneció a una banda cuando ingresó a la universidad y junto al grupo comenzó a tocar las canciones que le habían llevado horas de composición, lápices rotos, caras de ilusión, recuerdos y más.
“El instrumento que más domino es la armónica, toco guitarra y la voz” asegura André pero sus dotes musicales han sido admirados por quienes han tenido la oportunidad de escuchar su propuesta musical con un conjunto completo de instrumentos y la melodía que nos lleva a imaginar un mundo lleno de amor y una Guatemala llena de paz.
Ad honórem
“Lo hago porque me gusta. Muchas cosas de las que hago, las hago para ayudas sociales” comenta Maldonado mientras se acomoda en el sillón de su casa, sentado frente a una mesa decorada con elementos coloridos y un par de sillas que acomodan a otro par. “Es cuestión de pasión. No es cuestión de ganar dinero o algo así” agregó.
Con varios tíos músicos, un papá cantor y una experiencia llena de historias creadas, André siempre estuvo relacionado al mundo de la música. Si bien, su trayectoria dio el primer paso a los quince años, su genética le disponía apasionarse por deleitar la mente a través de un instrumento – incluyendo su voz-.
Muchos pensarán que fue la misma familia quien educó al joven en la música pero sus conocimientos parten de un primer libro que abrió y leyó. “Llegó un punto en el que llegué a mi tope y empecé a recibir clases”. Lo sorprendente de su educación musical no está en haber recibido clases, sino la proveniencia de las mismas. “Me dio clases un mariachi que vivía en la esquina de mi casa” dice con resplandor en los ojos que muestran el orgullo de haber compartido los conocimientos del mariachi retirado.
“De la música no se puede vivir”
La pasión de muchos de los grandes músicos ha iniciado con un camino lleno de tropiezos y caídas. En su mayoría, no han sido apoyados por quienes les rodean, a pesar de ser también amantes del placer del oído y André, a pesar de repartir su tiempo con actividades que le permitían compartir con su familia y amigos, también pasó por situaciones similares.
“Mira –dice- al principio toda mi familia me decía no que de la música no se puede vivir, que la música aquí y que la música allá y el patrón es que toda la gente te quiere hacer pensar que debes salir de la música como si fuera algo malo y la verdad la música no es nada malo; es más, yo lo considero un don” admite con su voz imponente.
“Ya cuando vieron que lo estaba haciendo en serio, me empezaron a apoyar…un apoyo de ala que bonito pero nunca de ala mijo tené grabate una canción” ríe André. Una charla amena. Llena de risas y recuerdos. Los minutos se consumían y el olor a nueva propuesta no desaparecía.
Limite Urbano
Así se llamaba la agrupación en la que André participó, comenzaron a tocar en varios bares y nuestro narrador comenta con gran algarabía que les iba bastante bien “nos pagaban muy bien, muchas veces mejor que a gente que se dedicaba a la música” dice mientras levanta ambas cejas en señal de asombro.
Una de las canciones escritas por el artista habla sobre la paz en el país; los jóvenes decididos y seguros de su talento, entraron a un concurso del Ministerio de Educación, grabaron la canción en un disco mismo que fue entregado a cientos de estudiantes y ahí la carrera dio un paso en firme con los ojos puestos hacia adelante.
Con salidas y regresos de algunos compañeros, comenzó una nueva etapa de la agrupación. Esta nueva banda –con nuevo guitarrista- comenzó a tocar metal. “Grabamos un disco con este grupo y estuve cantando como dos años con esta banda y luego todos se dedicaron a la ingeniería” comenta con ironía.
La música acompañada de más sueños
RO: ¿Existe algún músico con el que te anhelarías tocar?
AM: Interesante –dice mientras su mirada se mueve hacia arriba, hacia el techo esperando que una respuesta coherente bajase del cielo- yo creo que si hubo una persona, pero ya toque con él; era Giovanni Pinzón de Bohemia Suburbana – afirmó con una sonrisa en el rostro.
“Con él aprendí a cantar. Yo ponía sus discos e imitaba su voz, casi idéntico. Incluso me decían que buscara otra forma de cantar” asegura y ríe al contarlo. “Cuando estaba con Límite fue que pude cantar con él; estuvimos casi un año completo tocando juntos” comenta André que se dispone a develar detalles de esa amistad ingenua y creciente.
Tacita de plata
En 2013, André pudo grabar un disco completo con materiales propios. Tacita de plata es su álbum y contiene 12 sencillos llenos de experiencias, amores, desilusiones, deseos de una Guatemala en paz y sobre todo, de un extenso agradecimiento a la mujer que más ama en su vida, su madre.
“Yo tenía un amigo que tenía una deuda económica conmigo y él tenía un estudio de grabación y yo le pedí que me grabara; que me pagara grabándome 3 canciones. En el proceso de empezar a grabar, él me dijo que grabara todo el disco. Cosa que yo no tenía en mente y sé que de no haber pasado de esta forma, no hubiera pasado” expresa Maldonado.
Un plan que comenzó con 10 canciones para el material, terminó en una muestra de 12 pruebas llenas de amor por la música. Una sesión fotográfica y el apoyo de quienes le rodeaban, hoy André presenta su más fresca revelación, Tacita de plata. “El proyecto se fue armando y se fue poniendo bonito” aclara.
RO: ¿De dónde sale la inspiración para tus canciones?
AM: “De todo un poco. A veces de cosas que me ponen triste, otras que me mantienen contento. A veces de una frase sale una canción, a veces de un beso –acentúa y deja pasar algunos segundos mientras menciona- a veces de otras cosas –entre risas-.
Cinco han sido las musas de inspiración para André en este material. Una de ellas es su mamá, otra es la sociedad, amores y desamores además de encuentros cercanos. “Sí marca una etapa de mi vida bastante fuerte en la que incluso, lo más interesante es que ni siquiera podía componer canciones de lo mal que estaba” comparte con voz del recuerdo.
Cinco años lejos de las letras, pero jamás de la música. “A pesar de no haber compuesto en ese tiempo, siempre estaba tocando en bares y tocando por ahí, ya estoy bien” hace con voz nostálgica pero seguida inmediatamente con una risa que destapa la broma.
Los sueños nunca terminan. El músico espera poder ser reconocido a nivel internacional por aquellas sensaciones que cause a través de su pasión. “Eso quiere trabajo pero realmente no le he podido dedicar el tiempo que en realidad requiere” aseguró con ojos llenos de ilusión y espejismos de fama.
“Deleitarse en la música es cosa única mano. El mundo de la música es tan amplio, tenés tantas opciones, existen tantos géneros para elegir que muchas veces te aturdís. Eso es malo para quienes nos dedicamos a esto porque te quita tiempo y espacio para escuchar nuevas propuestas.
No había tenido la oportunidad de escuchar el material de André pero ahora que ya lo escuché me parece que el chavo no solo tiene talento sino que lo hace en serio por amor al arte. Como músico te digo que hacer música por pasión y no por pisto es lo más rico que podas hacer. Te llena tanto y cuando escuchas la música de André, se nota que así lo ha hecho” indicó El Cheto Solis, cantautor guatemalteco, cantante de las calles de Panajachel.
“Mi recomendación para él –recuerda la pregunta entre risas y reflexiones- que siga adelante. Que se enfoque porque puede llegar a ser tan grande como sus sueños lo lleven. El viento no tiene dirección fija mano y si él deja que el viento lo lleve, jamás se deberá estancar. Siempre para adelante a este bro y que se llegue a hacer toques a Pana” concluye Solis entre risas.
Su motivación, la fe. Su pasión, la música. Su sueño, ser reconocido en las calles por las que ande. Su guía, el viento. El nuevo proyecto, la presentación de su material. Optimista, sonriente, ilusionado; un joven lleno de talento que desborda por cada uno de sus poros y que con las esperanzas puestas en sus canciones.
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Youtube: Andre Maldonado- Cantautor Guatemalteco
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Fotografías: Luis Sajché
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