A veces solo necesitamos un poco de magia. A veces solo necesitamos un poco de magia, y qué mejor que recurrir a la tradición milenaria de Japón, a su misticismo, a su creatividad, a su locura incluso para encantarnos con su arte. Uno de los representantes más importantes del arte nipón es el trabajo visual, este ha evolucionado hasta ser la bella representación de comics o productos audiovisuales, mejor conocidos como anime y Hayao Miyazaki es uno de esos hechiceros que si somos fans del arte oriental o no, debemos abordar.
El nombre de Miyazaki retumba en los oídos como el autor de fantásticas cintas como Ponyo, el épico viaje de Howl’s Moving Castle, y la tierna balada que es Spirited Away, con la cual incluso ganó un Óscar como Mejor Película Animada sobre Ice Age y Lilo & Stich. Quedo corto en palabras al decir que es un escultor de historias, un brillante traductor de cuentos y un inolvidable artista visual, y pudimos escoger cualquier de sus obras para recomendar, pero quisimos empezar con la épica aventura de la La princesa Mononoke.
La historia abre con el príncipe Ashitaka, el héroe de la película, quien rescata a su pueblo del ataque de Nago, dios de los jabalíes, poseído por un demonio. El príncipe de Emishi logra matar a la bestia antes de que llegué a su pueblo, no sin antes ser también infectado por la misma maldición que Nago. Esta herida le da ciertas habilidades sobre humanas, pero también significa una muerte segura a Ashitaka. El oráculo del pueblo sugiere al héroe que puede encontrar la cura al oeste de Emishi, de donde viene Nago. Sin embargo, se ve en medio de una intensa guerra entre los humanos, los dioses y habitantes de los bosques, donde conoce a la princesa Mononoke, parte de la tribu de los lobos quienes odian a los humanos por maltratar sus tierras.
Visualmente nos encontramos frente a un bellísimo lienzo, Miyazaki y su animador Masashi Ado no escatimaron en detalles durante la realización de esta cinta; las vastas planicies, los profundos bosques, la noche azul, los días, los ríos y demás elementos naturales se agitan con pulso propio. Por otro lado, la meticulosa construcción de los personajes es otro aspecto que compone la riqueza del filme, sus expresiones y facciones, su sutileza y exageración, sus heridas, sus lágrimas, sus suspiros, cada hombre y bestia rebalsa por cuán reales se ven.
En esencia nos encontramos ante una cinta épica, con una apabullante creación artística y un libreto lleno de la magia y mística dignos de la cultura japonés, pero además se nos es presentado además con humor ingenioso, con picardía y coraje. La princesa Mononoke es además, un fiel retrato de la avaricia del humano, de su soberbia, codicia y total desinterés ante las repercusiones de sus actos y quiénes puede afectar. Sin embargo, no podemos esperar una victoria de ninguno de ambos bandos, es más la riqueza de la armonía entre la tierra y la carne, entre el bosque y los humanos, de forma ágil el director (y guionista) nos sumerge en una aguerrida lucha moral.
Sumergidos en la sabiduría nipona, La princesa Mononoke es una bella cinta llena de pasión, de magia y aventura; con épicas peleas, feroces escenas, una bella composición y profundos diálogos, Hayao Miyazaki tejió una encantadora película, llena de ingenio y exquisitez visual, con una bellísima banda sonoda que acompaña un guión con carácter y sobre todo, una explosiva e impredecible creatividad, como lo es el resto de su filmografía.
“No puede alterar tu destino, sin embargo, puedes correr a encontrarlo si lo deseas”
Oráculo de Emishi, pueblo de Ashitaka – La Princesa Mononoke
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