Conocemos la historia, el mito, la música, las leyendas que nacieron ahí, los tres días y noches, la gente, Hendrix, Santana, The Who, la película, los fallidos intentos por tratar de replicar la magia de 1969; conocemos todo eso, pero hay tanta historia tras bambalinas, tanta magia antes del festival más importante en el desarrollo de la música contemporánea. La cima del verano del amor empezó en el motelucho de un joven soñador, endeudado sí, pero soñador.
La historia abre con Eliot y su familia quienes manejan El Monaco,un motel en White Lake, New York. Originalmente el festival iba a ser realizado en Wallkill también en Nueva York, sin embargo, el comité organizador se enfrentó ante la oposición de los vecinos locales. Elliot organiza cada año un pequeño festival de música y ese año obtuvo el permiso por 1 dólar por la Cámara de Comercio de la cual es también presidente. Elliot quien busca soluciones para mantener vivo el negocio de sus padres y se entera que el festival busca lugar para realizarse ofrece el terreno de El Monaco para el mismo.
Eliot tiene que unir fuerzas con su vecino Max ya que el terreno de El Monaco no ofrece las condiciones para el festival, así que Max, interpretado por el siempre entretenido Eugene Levy cede su granja mientras Eliot entrega su motel para los hippies que llegarán a Woodstock. Es curioso resaltar que el festival ya había vendido 100,000 entradas antes de haber asegurado una locación, a pesar que luego sería un evento gratuito.
Dejemos a lado el hecho que Ang Lee es uno de los directores más sofisticados de nuestra era, no pensemos que dio vida a Crouching Tiger, Hidden Dragon, Brokeback Mountain y más recientemente Life of Pi, incluso dejemos que nuestro geek interior olvide Hulk por un momento,Taking Woodstock es quizás el trabajo más fresco del director taiwanés. Lejos de la elegancia oriental, lejos de ser un pesado drama y lejos de una apabullante producción, Destino: Woodstock (por su nombre en español) es el filme más sutil e íntimo del realizador, no escatima en detalles, pero no exagera en ellos tampoco.
Advertencia, si en Taking Woodstock esperan ver a Hendrix o Joplin o Baez y demás versiones de otros músicos que tocaron en el festival, o si quieren experimentar un extra corporal viaje psicodélico, este no es el film para ustedes. La cinta trata más bien sobre qué fue de la vida tras bambalinas en la fiesta del siglo, cómo fue el caos y humor detrás de festival.
Contada a través de un extenso mosaico de personajes, de los más coloridos que he visto en una película recientemente, tenemos poco menos de dos horas para ir al centro del universo, a un implícito viaje en ácido y la ágil narrativa del guión y su director. Los típicos hippies de la época, vecinos puritanos, un travestí encargado de la seguridad, un joven veterano de la guerra de Vietnam, un grupo teatral cuyo acto principal es el nudismo combinado con la ingenuidad del comité organizador de White Lake forman una fantástica composición que solo pudo haber ocurrido en el mismo Woodstock.
Con un peculiar sentido del humor, la cinta no falla en capturar la elocuencia y personalidad de la época.Taking Woodstock no es solo un retrato del verano del amor, a pesar de capturar con elocuencia la cultura hippie y la oposición que recibían, es un atractivo filme, es jamás pretencioso, es pasivo y amigable. Sin nada más que decir, paz y amor.
Una especial dedicatoria a Richie Halens, cantante de folk y blues que abrió el festival de Woodstock y murió ayer por un ataque cardiáco.
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