Hay protagonistas de protagonistas. Los hay llenos de cualidades, creaturas bendecidas por sus dioses con dotes y fortunas magnánimas, personajes que nos inspiran a tratar de ser mejores personas y anhelar más de nosotros mismos. Bueno, eso o sentirnos mal por nunca poder ser como ellos. De igual manera los hay para inspirar lo peor en nosotros, protagonistas anárquicos, con ambiciones apocalípticas, masoquistas y con ganas constantes de asesinar al prójimo. Entre estos dos extremos queda una categoría más, el relleno de la dona literaria, por así decirlo. Por abarcar una parte sustancial de la literatura actual, no temo decir que son los protagonistas peor definidos: los indecisos, los que buscan no hacer daño pero lo hacen, los que actúan sin actuar, los que son y presentan un panorama bastante cotidiano para el lector. Como joven universitario me preguntaba el porqué nos atrae más esta última categoría que las primeras dos, qué necesidad tendremos de que nos cuenten historias anti climáticas, sin verdadera trascendencia en el universo artificial que creó el autor con su pluma. Por qué es más interesante un protagonista que describe lo que podría ser nuestra vida, a uno que nos presenta una realidad fantástica e incomparable al mundo real. Esta duda me siguió por años, hasta conocer a Nick Hornby.
Admitiré con franqueza que la forma que conocí a Hornby es quizá una de las formas más humillantes para conocer un genio inglés de la narrativa postmoderna: vi su nombre en los créditos de películas basadas en sus novelas. Que pena, yo lo sé. En mi defensa, la película con la que me familiaricé con el autor británico fue High Fidelity, dirigida por Stephen Frears y protagonizada por John Cusack…
Según tengo entendido, conforme me dice “la ciencia” (ciencia en este caso se refiere a números que me saco de la manga), al oír el nombre John Cusack hay un 33.3% de probabilidad que pensaron “es una basura de actor”, un 33.3% “era un buen actor, hasta que hizo 2012”, un ferviente 33.3% pensó “Fuck yeah! John Cusack!” y un 0.1% (seres que dudo estén leyendo esta recomendación) que pensó “¿Quién?”. Por el momento, al primer 66.6 les ruego colaborar, les insto a considerar que John Cusack tiene una carrera enorme en la cinematografía contemporánea y que, si bien no sabe seleccionar bien sus papeles, en algún momento de su vida amaron a Cusack. Todos amamos a Cusack en algún momento, como el asesino de Grosse Pointe Blanke, como agente policía detestable en Con Air, como Lloyd Dober en Say Anything… o como el chavo que encuentra un portal a la mente de John Malkovich en Beng John Malkovich. Todos, sin excepción. Con eso finalizo este breve receso y continúo.
…La película cuenta con uno de los personajes protagonistas más encantadores de la cinematografía temprana del siglo 21 por una simple razón. El director y los guionistas decidieron que Rob, personaje principal de tanto la obra como el film, rompería la cuarta pared y se dirigiría a la infinidad de hombres en el público. Jóvenes a quienes les habían roto el corazón y habían roto corazones ajenos y nunca antes habían tenido alguien que les describiera lo genialmente caótico que es ser un hombre post-moderno que ama la música. Lo peor del caso es que funciona, la película logra involucrar a los hombres en sus propias inseguridades mientras mantiene una banda sonora impecable, chicas atractivas en escena y emociones que usualmente ocultamos para aquellos martes por las tardes que sufrimos crisis existenciales.
En ese momento entendí el porqué no todos los protagonistas podían ser extremos, porqué se necesita la masa de jalea que le da forma y soporte a los héroes exagerados y antihéroes caóticos. Al adquirir el libro comprendí, a veces hace falta alguien tan humanamente defectuoso como uno para poder describir nuestra condición humana, nos haga sentir frustrados por lo difícil que es cambiarla pero nos insta a por lo menos, aunque sea por aburrimiento, intentarlo.
High Fidelity cuenta con Rob Fleming, el dueño de una tienda de discos en sus treinta, quien pierde a su novia, Laura, al ella sentir que la relación no tiene futuro. El joven-adulto, ahora liberado de las responsabilidades casi matrimoniales de una relación seria en los post-veintes, decide pasar su tiempo (mitigando el dolor que siente tras la partida de Laura) creando listas para reorganizar sus prioridades, su vida y el pasado conflictivo que tuvo con mujeres. Sin embargo, la lista que lo motiva a tanto empezar a actuar como recobrar sentido a su existencia, es una que desarrolla al inicio de la novela y revela paulatinamente conforme pasan las hojas, las cinco mujeres que le han roto el corazón, y como ellas lo han hecho en la creatura amorfa que es ahora.
Hornby se encarga de intercalar un soundtrack entero en el libro, canciones que el narrador protagonista menciona que van perfectamente con el ambiente descrito. A esto se le puede agregar la mente casi infantil de Rob, divagando constantemente en fantasías casi caricaturescas que merman la realidad con lo que puede percibir los ojos del lector. Es fácil sentirse identificado con Rob como hombre, uno tiende a compartir más con personajes que no se toman en serio y éste sabe perfectamente lo fuera de contacto que está con la idea de hombre serio de treinta años.
Pareciera como si Hornby intentara guardar algo de si mismo en Rob, algo que es universal para todo hombre pero resguardado en cada momento de nuestra vida. No he logrado articular que puede ser esta cosa pero la percibo cada vez que abro el libro y leo un pasaje al azar:
“I don’t hear anything back from her. A couple of days later I try again, and I say the same stuff. Still nothing. Now this is more like it, if you’re talking about rejection: someone who won’t even return your phone messages a decade after she rejected you.”
Es una especie de sarcasmo defensivo que me recuerda más a Holden Caulfield que a otros protagonistas. No sé. De igual manera en la presentación usual de 320 páginas, la novela logra acercarnos a la vida de Rob a un punto que permite justificar el cinismo con el que percibe la realidad que lo rodea y, por consiguiente, como ve a las mujeres.
Por otro lado, no puedo dejar de mencionar los personajes secundarios de High Fidelity. Son la colección ecléctica de los amigos, conocidos y ex novias que uno quisiera tener. Personas llenas de características absurdas, encantadoras y desesperantes, seres demasiado semejantes a la verdad como para no ser seres que rondan las calles alrededor de Championship Vinyl, la tienda de Rob. De estos, sobresalen compañeros de trabajo de Rob, Barry y Dick, quienes agregan varias de las mejores interacciones entre hombres que he visto descritas en novela.
Como nota final deseo instar a que lean tanto el libro como que vean la película. Son una de esas breves instancias en las que la producción cinematográfica le rinde tributo al libro (aunque el primero esté ambientado en Nueva York y el original en Inglaterra). Tanto Cusack como Rob logran personficar ese anyman, el amigo que todos poseemos y nos habla con la mayor honestidad posible, aunque no se lo pidamos. Si algo, he oído que High Fidelity es un manual para madurar de forma inmadura. Por mi lado, lo considero una de las muchas muestras que autores intelectuales ingleses son genios. Hornby logra capturar, quizás sin querer, los aspectos más gratificantes de crecer y los matices más oscuros de envejecer.
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