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Página principal > Reportajes > Narrativa > ¡Adiós amigos! Se nos fue el Gringo Moko
11 febrero, 2013  |  Por: Alejandro García En: Destacados, Narrativa, Reportajes

¡Adiós amigos! Se nos fue el Gringo Moko

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Alejandro García.

IMG_0018Un hombre/cuervo solía rondar el Parque Morazán, a veces caminaba con su redoble bien marcado hasta la sexta avenida, frecuentaba bares locales. Algunos dicen haberlo visto subirse con guitarra en mano a camionetas, otros juran conocerlo por otras tierras mágicas como Panajachel o Quetzaltenango, así dicen, ¿será cierto? Cantaba Bill Withers, a veces hasta Tom Waits, pero prefería croar sus propias canciones. Hace un par de días cuentan que regresó a casa.

 Ese trovador tan nuestro y tan ajeno nacido en California, pero chapín desde hace años, contagió con su pícaro brinconcito a muchos. Conocido por todos como “el Gringo Moko”, frontman de la ya mítica banda Calimosho que nos regaló por los últimos años parte de su alma y música recién se despidió de Guatemágica (como cariñosamente la renombró) para regresar a Califas y continuar el camino, que alguna vez y por mucho tiempo fue el Centro Histórico. ¡Bon voyage Gringo y gracias por todo!

 ¡No te vayas pinche gringo!  

Invocaba el Ishto Juevez el pasado jueves 7 en Reily’s durante el último concierto del Gringo en Guatemala, a lo que la acalorada multitud respondía: ¡pinche gringo! Pero aún así, a pesar de las plegarias del público, de los tragos, de los bailes, de cantar Stuck in the middle, el Gringo se nos fue, no sin antes, haber firmado un sonido único en nuestro país. Pero su semilla permanece y con ella, una pequeña revolución musical, ¿a quién se le hubiera ocurrido mezclar la cumbia con el country y folk?

Originario de San Leandro, California, Christopher Mark Dobel – identidad secreta del Gringo – admite haber estado en contacto constante con la música desde los 2 años. “Mi abuela  nos cantaba a mi hermana y a mi todas las noches por lo menos tres canciones” afirma en su casi perfecto español chapinizado. “Ella es pastora luterana, entonces nos cantaba mucho góspel” continúa “mirándolo para atrás, esa fue mi referencia musical”.

El Gring… perdón, Christopher resalta que siempre había un piano en casa, su abuela era organista de iglesia, entonces a veces que algún otro intérprete moría ella recibía los pianos, teclados y órganos. “Toda mi familia los tocaba” sonríe “mi mamá, mi papá, mi hermana, todos en algún momento de día se sentaban a chingar o expresarse o sacar algo.” Continuando con blues, swing, jazz y rock n’ roll básico, Chris continuó con el piano hasta los 10 años. “Soy un huevón para ensayar” admite entre risas, “y ya no quise saber nada del piano a esa edad, entonces empecé con la guitarra, mi papá me enseño los acordes básicos y así empecé a aprenderme canciones”.

Chris recuerda cuando se sentaba al lado de un reproductor con guitarra en mano y escuchaba la canción que quería “sacar” incesablemente hasta que sonaba exactamente igual “ese ejercicio fue bastante valioso para mí” comenta,  “así me aprendí todos los discos de Nirvana”. Sin embargo, encerrado en sí mismo, el Gringo admite haber sido muy antisocial y evitaba compartir con su familia “si sabía que alguien me oía desde afuera de mi cuarto, paraba porque no me gustaba que me oyeran” admite.

A los trece años, el joven músico amante del grunge se inscribió en un show de talentos en su escuela, “toqué Heart Shaped Box de Nirvana” cuenta, “fue un éxito, terminé saliendo con la chava que quería, me hablaban diferente pero me di cuenta que eso no era lo que yo quería; la gente me empezó a hablar, pero no lo hice por eso”.  Durante los siguientes años, imperó el oscurantismo musical del Gringo, pues dejó de presentarse, no compuso canciones en esos años, es más, cuando decidió salir de Estados Unidos, lo hizo incluso sin guitarra ni algún sueño musical “nunca quise ser músico” admite.

 Sympathy for the devil

En el 2008, Christopher cruzó la frontera “mi plan era jamás regresar a los Estados Unidos, no me gustaba el sistema, la política, la forma de pensar de las personas” comenta “miraba México muy parecido a los Estados, pasé ahí unos 8 meses antes de llegar a Guatemala, quería alejarme lo más posible de los que conocía”. En México el Gringo admite haberse sentido sumamente solo, “necesitaba un amigo, la gente que conocía me despedía de ellas el mismo día” afirma. Eventualmente llegaría a nuestro país a echar raíz.

Christopher trabajó durante dos meses en el orfanato Esperanza Juvenil en la zona 2 donde daba clases de inglés y volvería a empezar a componer. Para hacer un poco más de dinero regresó a la música. Iba al Parque Central, ponía su sombrero para recibir fichas y tocaba guitarra, no cantaba, sin embargo, “jamás pasaba nada” admite. Entonces convencido por otros músicos callejeros el Gringo (ahora sí) empezó a frecuentar y trabajar en las camionetas en donde interpretaba trova, música popular, canciones revolucionarias “a veces hasta Arjona” ríe “y algunas mías”.

Fue en esos viajes tambaleantes que el Gringo tendría que perder el miedo y volver a cantar en público, “no tenía de otra” afirma “de repente con los que iba me presentaban – ahora este gringo va a cantar una canción – entonces tenía que hacerlo, no podía decir que no entonces perdí esa inseguridad”. Entre esas vueltas y la gente que conocía, el Gringo se aclimató a la zona 1 capitalina y empezaría a frecuentar los bares locales, las 100 Puertas sería uno de su favoritos, ahí se vincularía con sus primero escenarios, gracias al cineasta Chofo Espinosa.

“Había una enorme complicidad entre lo que él estaba haciendo y lo que yo podía tocar con el acordeón” afirma Chofo, director de Aquí me quedo y Pol; “ con él teníamos gustos similares, la afición por la música balcánica, el estilo, etc. Nos complementamos muy bien”. Esta hermandad rindió fruto, el Gringo musicalizó algunas de las presentaciones de los cortos de Chofo en Las Gardenias que ligó al Gringo con otros actos.

Pat’za – o Patricia Volpi – fue la siguiente en adoptar el talento del Gringo e introducirlo a nuevos escenarios de Jack’s Place hasta Kapunká. “Después vino La Maga” sonríe con orgullo, “fue chistoso porque Pat’za es más suave, romanticona y un día que estaba ahí mientras ella tocaba estaba bastante tranquilo me dijo que cantara y después empezó a caer más y más gente, y bailaban; fue bien tuanis”.

El sonido tan peculiar del Gringo, su propuesta y ritmo fueron sin duda el aspecto principal por lo que gente empezó a enamorarse de él. Chris traía una rigurosa escuela de folk y country americano con profundos trazos de blues que, sazonados por el kilometraje del intérprete, adoptaron unos guiños pícaros de cumbia y música latina. “El brinconcito que tiene el folk va genial con el movimiento de la cumbia, el ver a la gente bailando y que se conecta es increíble” soríe.

 Guatemágica

Parte de la fama del Gringo fue por su incesante espíritu de viajero que hizo que, una vez aceptase su rol como músico, el llevar su sonido hasta donde pudiera. “El lago” como cariñosamente lo llama, fue una de las cunas más importantes de su desarrollo estos años.  Ahí en Panajachel iniciaría su segunda familia primo junto a uno amiga: Marina… perdón otra vez, la Quetzalterca. Juntos empezarían a tourear los alrededores en el 2011.

Gracias a músicos europeos que rondaban los municipios de Pana, el Gringo y la Quetzalterca afinaron no solo su sonido, sino su forma de trabajar. “Ahí también nació el nombre para la banda” asegura “Chris y Marina no pegaba” ríe “aquella fue bartender en Xela y sabía de la bebida (Calimosho), sonaba bien, a la gente le llamaba la atención y les gustaba”. Entonces, nació Calimosho. Durante viajes fue completado el cuarteto, Banykomio llegaría después que el Gringo jammeara con él en la Antigua.

Cuando regresaron a la capital el Gringo y Calimosho aún necesitaban de un cuarto miembro, “en Tzununá (Solola) donde con Marina conocimos a los europeos había de todo, violinistas, músicos de conservatorio, mara bien estudiada” subraya, “también conocí a un tipo que tocaba contrabalde y el Darks cabal fue único que pudo hacer algo”. Otro de los aspectos peculiares de la banda fue su inventiva, la percusión de la Quetzalterca consistía en un bote vacío, a veces de un lavadero que rasgaba.

El contrabalde consiste en un lazo o cuerda atado a un palo de escoba que desciende hasta un balde, como su nombre lo dice, simulando así un contrabajo por su sonido grave y profundo. “Todos llegamos a soltarnos mucho y a aprender de cada uno” resalta Marco Samanie, alias el Darkstafarai. “Nunca creí tocar swing o jazz y con aquellos aprendí mucho que me va a servir toda la vida”.

A pesar de fundar Calimosho, el primer rastro material que queda del Gringo es su disco como solista titulado Música Camionetera que admite fue un caos grabar “estaba muy nervioso” resalta, “todo fue bien descoordinado, pensé sacarlo en un día pero como la gente que llegaba no sabían ni qué iban a tocar, al final se hizo en dos”.  Con una enorme variedad de material, el disco debut del Gringo consiste en una serie de historias que vivió previo a la grabación, de una amiga cercana al cantante que vendía marihuana (Narquita linda), un tributo a los pegamenteros (Tip Top), hasta la primera canción que escribió en su vida que data de sus caminatas nocturnas en San Leandro, California (Wouldn’t you know).

El resultado fue un electrizante disco de catorce canciones que captura con elocuencia el sonido del gringo, la evolución y el amalgama de su música fermentada en nuestro país. Con ese material el Gringo y compañía continuarían el viaje durante los siguientes años. La propuesta y fama de la banda los llevaría de gira por todo el país, una de las canciones del disco del Gringo (Jumpin’ Jacobs) formaría parte de la banda sonora de Aquí me quedo, cinta de Chofo, además hicieron una aparición especial en la aún no lanzada Pol; el Gringo contribuiría a las grabaciones de Pat’za para la primera edición del Zona M en el 2011. Y así, el nombre del Gringo y Calimosho continuaría infectando todo a su paso.

“Al principio no me gustaba” comenta entre risas el Ishto Juevez, con quien empezó a colaborar desde el año pasado. “en esa época oía que nos comparaban mucho, que estábamos haciendo cosas similares entonces en un principio no quería saber nada de ese tipo”.  Durante un concierto en la Maga, el Gringo se acercó a Ishto y para prestarle su guitarra y al oírlo tocar esa noche entendió mucho de él y su banda, apreciando además su propuesta. Calimosho incluso llegaría a grabar su primer material discográfico Eshta es… en la cocina del Ishto. Eventualmente, el Gringo se uniría a Juevez y otro multi instrumentista el Primocaster para formar un trío blues rock que además interpretaba canciones originales de cada miembro.

 Homecoming

“El estar en Calimosho y lo demás proyectos fue como ser parte de una familia” afirma, “nos queremos un chingo pero era mucha la chingadera, no nos cuidábamos y la música tampoco evolucionó”. El Gringo admite haberse cansado de la misma rutina, de presentarse en bares, del ambiente “mucha party” resalta “¿después qué? Teníamos un pago culero, todos bien bolos y lo mismo la noche siguiente, algo estábamos haciendo mal, no había espacio para crecer como banda, producir las chivas o salir de gira, todo era muy autodestructivo”. Eso sería uno de los detonantes del Gringo para salir de Guatemala, sin embargo, hay un final feliz en esta historia.

Ixel Nuño. Es el nombre de la novia a larga distancia del Gringo, o más bien, de Christopher. Se conocieron el año pasado, Ixel iba de paso por Guatemala antes de ir a estudiar a Italia “ese era su plan, entonces teníamos que terminar, fue un rollo” comenta “sin embargo, ella regresa a su casa en San Diego el 15 de febrero, si quiero enseñarle que la quiero, tengo que cambiar mis planes y dejar este pedo egoísta”.

El estar más de 4 años lejos de casa, de su familia, terminó por calar hondo en el Gringo, ese músico cosmopolita, poeta vagabundo se enamoró de esta tierra y su gente “la mara acá es bien buena onda, me encantó conocer a toda la gente que conocí, viajar todo lo que viajé, ver todo lo que vi; pero se me olvidó que lo más importante el amor y respaldo de una familia”. Con apenas 25 años, Christopher ha vividoo y visto más que muchos de nosotros haremos en toda nuestra vida, sin embargo, no necesariamente debemos voltear a verlo con envidia. Su epifanía llegó entre el hastío y la nostalgia.

– ¿Qué planes tenés cuando llegués allá? – le pregunto.

– Ir a recibir a aquella al aeropuerto, abrazarla– contesta firme, con una amplia sonrisa que seguramente ahora mismo continúa poblando su rostro.

“Aquel aportó mucho a mi técnica” asegura el Ishto Juevez, “me abrió a esa intención de siempre estudiar más, conocer nuevos sonidos, revalorar y reconsiderar cosas que había olvidado”. El Ishto resalta que el Gringo tenía aún mucho que aportar a Guatemala, “introdujo un sonido nuevo y el coraje de ser fiel a sí mismo” afirma “lastimosamente aquí no hay mucho mercado para los músicos, si se quedaba en Guate solo iba a dar vueltas, afuera tiene más posibilidades”. A pesar del sonido único dentro de la escena guatemalteca, el futuro artístico del Gringo parecía poco prometedor.

“Fue parte de un movimiento irrepetible” resalta Darkstafarai, contrabalde de Calimosho; “trajo un tipo de música que en Guatemala no proliferaba, la fusión que él presentó fue el boom que fue lo que hizo que Calimosho tuviera pegue, considero que fue un momento único y una mezcla que creo que ni siquiera en el resto de latinoamerica ha ocurrido”.

Por otro lado, el Gringo no descarta un futuro musical en California “entregué mi vida a la música, voy a seguir cantando hasta que me muera” resalta “pero vivir de ella como lo hice acá, no creo; aquí el country y el folk son estilos inexplorados, en Estados Unidos hay demasiada gente que canta igual que yo, pero sí, iré a probar el agua, pero ya no a cantar en las calles, me cansé de eso”. Parte de conocer Guatemala, el Gringo fue expuesto a numerosos estilos de vida, entre ellos, el aspecto positivo de la música.

“En Cobán y Palenque vi gente que trabaja algo como terapia musical; yo canto con mucho dolor y es auto destructivo, el ver esa gente que canta con propósitos de sanación, de querer la vida, de vivir en harmonía, fue como que me voltearan la tortilla, quiero llegar a investigar más de eso cuando llegué a California, no tiene que ser Bob Marley” ríe, “pero hay tanto que podés hacer con la música”. El Gringo… perdón, Christopher apunta a presentarse en hospitales, centros de rehabilitación, asilos “chivas así serían bien tuanis” resalta “no sé si hay pisto ahí, pero quiero cambiar mi estilo de vida”.

“Es una persona muy noble y seguramente será extrañado” resalta el Ishto Juevez. Único e irreverente, el halo que dejó Christopher Mark Dobel, alias el Gringo Moko de Calimosho es uno ineludible, imborrable e inolvidable. De los cientos de presentaciones que dio durante sus poco más de cuatro años en Guatemala, el Gringo se convirtió un referente de la nueva oleada musical en Guatemala, peatones y conductores por igual sucumbieron ante la originalidad de su sonido y propuesta. De la Sexta Avenida, a Circus Bar en la Antigua, hasta llegar a darle serenata a la marea del lago de Atitlán, Calimosho (y el Gringo Moko) firma uno de los grupos que, a pesar de su brevedad, siempre recordaremos.

Christopher ahora regresa a casa. Atravesando la garganta de una interminable carretera mexicana seguramente recordará los olores, sonidos y amigos que conoció en Guatemágica, sin embargo, un abrazo de Ixel, las secuoyas y montañas de California lo llaman. Durante los últimos días en Guate Christopher – El Gringo Moko – Dobel caminó por el Morazán, cantó descalzo y erguido – sentado no sale bien la voz vos – ante el cielo nublado de la capital, hizo vibrar a “la mara” en su último concierto en Reily’s, fue a ver a Lila Downs y grabó los últimos detalles de su último disco aún por ser lanzado. Bon voyage pinche Gringo y gracias for everything.

LA FRASE

“I don’t know how much time we got  to get to the borderline”
El Gringo Moko – Jumpin’ Jacobs (Musica Camionetera)

Galería

Fotografías:

Oscar Villeda
Victoria Castañeda

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Escrito por Alejandro García

Zurdo. Soy fiel creyente en la comunidad y colaboración. Inquieto noctámbulo. A veces leo, a veces viajo, a veces tomo fotos, a veces hago música, muchas (muchas) veces escribo, a veces no. Orgulloso piloto de un Subaru intergaláctico.
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