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Página principal > Reportajes > Narrativa > Los colores y vidas de Eny Hernández
28 enero, 2013  |  Por: Alejandro García En: Destacados, Narrativa, Reportajes

Los colores y vidas de Eny Hernández

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Alejandro García.

192– No soy artista, no me considero uno – me interrumpe Eny firmemente, tan firme como la composición de muchas de sus obras, con un semblante profundo y una mirada fría y decidida. – tampoco fotógrafo no, no quisiera hacer esto el resto de mi vida, es, no sé, una etapa.

Es difícil creer que semejante talento visual, tan encaminado y respetado no considere una vida devota a los lentes, aperturas y obturadores. – Eny, si se lo propone, tiene un futuro brillante en la fotografía – afirmó el curador y catedrático universitario el Doctor Miguel Flores Castellanos durante un conversatorio del trabajo del fotógrafo. Más allá de las palabras de expertos, de publicaciones, de críticas y exposiciones, el trabajo de Eny habla por sí mismo. Sus escenas, texturas, personajes y composición son igual de poéticos como cautivadores, seductores, coquetos, irónicos, satíricos y atrevidos son el legado de un trabajo único y sobresaliente., las voces que colorean las vidas de Eny Roland Hernández.

Brincando tumbas 

“En mi casa no había cámaras, no tuve acceso a cultura, exposiciones, nada” afirma Eny, “mi familia ha sido un estándar del papá trabajador que te manda a la escuela, te dice –usté va a ser perito contador porque de otra carrera no va a sobrevivir -, yo quería ser bachiller para salir más rápido pero me dijeron que no”.

Eny es el último de cuatro hijos de una familia estrictamente católica y trabajadora, de pequeño vivía en la zona 3, en el gallito “en los ochentas era buenísimo ese barrio, no había droga” acentúa “mi niñez me la pasé re alegre, puro barrio, tenía el cementerio cerca para molestar, además, siempre fui muy visual, me encantaba ver tele y jugar Nintendo” esto último el fotógrafo afirma que pudo haberlo marcado desde un principio. Devoto series animadas como GI Joe, Transformers y los Caballeros del Zodiaco; y de juegos como Street Fighter y Mortal Kombat, parte de la afición de Hernández a los colores explosivos puede atribuirse a estas aficiones. “Cuando nos escapábamos del colegio con mis amigos un grupo se iba a jugar billar y el otro a las maquinitas, yo siempre me iba a las maquinitas” ríe, “por eso no sé jugar billar”.

Esa psicodelia más las tradiciones religiosas de su familia calaron hondo en la formación del joven Eny. “Mi mamá nos llevaba a las iglesias; octubre a Santo Domingo, Semana Santa a ver procesiones” afirma el además egresado del Colegio Católico San Pablo, “como te dije la niñez me la pasé re bien, para mí era normal estar firmes, no hablar, pero de adolescente empecé a tener conflictos y a cuestionarme cosas, ya cuando me gradué decía – ¡Puta! ¿Por qué tengo que estar callado siempre? ¿Por qué no me puedo cuestionar las cosas? – pero tarda el cambiar todo tu chip”.

 Durante toda la secundaria Eny no estuvo expuesto a ninguna manifestación artística. El fotógrafo egresó como perito contador y resalta el haber pasado “de noche” por las clases creativas. Música, Artes Plásticas y demás eran asignaturas que no aportaban mayor cosa a su formación, “desde pequeño me mataron cualquier creatividad, me gustaba dibujar antes pero me lo ahogaron, mientras, bien pisado en las mates” ríe. El siguiente paso era la universidad, Eny optó por una licenciatura en Sistemas porqué “si trabajaba de los de soporte me la pasaba más de ahuevo, tenía internet gratis y así” afirma, “hubiera estado más aburrido si me quedaba como contador”. Tras aprobar un curso de reparación de computadoras, Hernández aplicó a un puesto al Banco Industrial y así transcurrieron 6 años más, un cuadro gris y triste comparado a la explosión que conocemos del fotógrafo. 

Y a los siete días… 

Durante su niñez y juventud Eny cargó con la cruz de la matemática, por lo que optó por estudiar Sistemas. Lo suficientemente afortunado encontró la salvación lejos de ella e incluso una resurrección creativa. “Un amigo me contó que estaba estudiando Ciencias de la Comunicación y que no llevaba mates y le dije –no, ¿en serio? Qué pisados, me voy a meter – no les dije a mis papas ni nada” afirma “ahí ya pude hacer cosas más creativas con las clases de publicidad”. Entonces Eny recibió su primera cámara “una Sony de 1.2 megapíxeles” acentúa “y empecé a tomar fotos de iglesias, edificios, todo bien tradicional, arquitectura, sin gente; pero no lo veía como algo artístico, era un hobby para mí”.

Durante sus estudios como comunicador recibió su primera clase de fotografía 1 en la UMG “la perdí” ríe, “dejaban los ejercicios que era practicar las aperturas, las velocidades pero simplemente no las hacía; no he sido muy técnico como para saber todo eso”. Sin embargo, había luz al final del túnel. Durante su examen final, la clase fue a la Antigua para poner en práctica todo lo aprendido, cuando Eny entregó la foto para la evaluación empezó a causar controversia “el profesor no creía que yo la había tomado” su inconsistencia durante el curso obligó al catedrático a desconfiar de su estudiante.

“Era el curso de fotografía 1, era lógico que los alumnos entregaran fotos centradas y fuera de foco” acentúa el licenciado Arnulfo Guzmán, catedrático de Eny, “el curso consistía en pocas horas de clase y Eny apareció con una foto que parecía haberla tomado un fotógrafo experimentado”. Después de discutir ambos, Guzmán solicitó la hoja de contactos para probar su inocencia y según cuenta, toda estaba llena de muy buenas fotos “en mis 10 años de experiencia como docente no he vuelto a ver nada igual” afirma.

El licenciado Guzmán no solo podía atribuirse el haber encauzado el talento de Eny, sino también el haberlo inspirado “él nos decía que sí se podía vivir de la foto” afirma “eso me encendió la chispa, la foto no era mi pasión pero me gustaba, era mejor que seguir en el banco”. Aún dentro Eny empezó por mandar su portafolio a cualquier anuncio que encontraba de –se necesita fotógrafo-. “Después de varios intentos finalmente me contestaron de una ONG en Panajachel” comenta.

No era algo muy artístico afirma el fotógrafo. El trabajo consistía en documentar un proyecto de viviendas, fotografiar el antes de la construcción de la casa y el día a día de ella. “Me pagaban bien, pero tenía que dejar el banco” continúa “por un lado tenía mi trabajo fijo, llevaba 7 años ahí, acababa de sacar carro, tenía mi estabilidad pero había llegado hasta donde podía haber llegado; por otro lado tenía la oportunidad de hacer algo nuevo y relacionado con la foto”.

Ante la costumbre, la estabilidad laboral y la incertidumbre de aceptar un trabajo de únicamente cuatro meses, Eny dejó el imperio para mudarse al lago en el 2007 “pensé que en esos cuatro meses ya miraba qué hacía”. Con el dinero que recibió al renunciar compró su primera cámara profesional, una Canon D40, un lente angular, uno de retrato y un telefoto «me quedé sin nada de ahorros» afirma.

En Pana trabajó un año y un mes aproximadamente, después de los tres meses iniciales su contrato se fue prolongando hasta los trece meses totales, una vez terminado su contrato, en el 2009 regresó  a Guatemala, durante su cuarto año de la licenciatura renunció a ella y sobrevivió un tiempo tomando eventos y bodas “fue una mierda” declara. No obstante, frente al desierto que enfrentaba se divisaba un oasis.

El templo

Una de las plataformas para fotógrafos guatemaltecos, tanto experimentados como emergentes durante los últimos años ha sido Foto>30, la edición del 2009 vería el nacimiento de Eny Roland Hernández con su “paisajismo cursi” como él lo cataloga. “Mandé mis fotos a FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales)” comenta, “el tema era paisajismo, entonces mandé algunas del Centro Histórico pues es lo que tenía cerca”, un total de 15 fotos de Eny fueron seleccionadas para el encuentro fotográfico de ese año “ahora que las veo son bien cursis vos, algunas todavía me gustan, pero argh…”.

Otra de las oportunidades que le brindó Foto>30 a Eny, aparte de su primera exposición, fue la de atender a cursos gratuitos donde obtuvo retroalimentación de su trabajo. El joven fotógrafo fue especialmente atraído al taller del mexicano Irving Domínguez. “Fue muy reservado durante las clases” resalta Irving, “el hielo se rompió cuando asistí a la ceremonia de premiación de un concurso que él ganó; desde ahí ya me impresionaba su uso del color y los balances que logra, tanto con la luz natural como con la iluminación de estudio”.

Consecuente a la exposición y su premiación vinieron algunas publicaciones que empezaron a hacer eco el nombre de Eny en la fotografía y el arte guatemalteco. Para continuar con este proceso, la siguiente cuna para el fotógrafo fue su primer trabajo como fotoperiodista en el diario Siglo XXI, donde su trabajo brilló particularmente en la primera época de La Magacín. Nuevamente probando las aguas, Roland se aventó a aceptar una plaza temporal de 3 meses –finalmente sería año y medio – que, terminaría por afinar su estilo y composición.

Esto no solo sirvió para pulir el estilo de Eny, su nombre siguió rebotando entre los personajes y figuras del ámbito artístico que retrataba. Regina José Galindo, David Marín, Dr. Sativo, Jorge de León, entre otros fueron inmortalizados por él. “No contábamos con mucho presupuesto” afirma “íbamos y tomábamos con lo que encontrábamos, ese trabajo explotó mi creatividad, mi imaginación”. Eny admite que en esa época, la fotografía finalmente se convirtió en su pasión “y la Magacín me abrió la cabeza a los retratos, que es lo que más me gusta ahora” admite.

Año y después, docenas de portadas y con miles de historias encima, Eny dejaría Siglo, “me fui por el cambio de diseño y el estilo” comenta “pero también ya había cumplido un ciclo, estoy profundamente agradecido con esa época por la experiencia y el crecimiento, me gocé muchísimo ese trabajo, los domingos pensaba que ya quería que fuera lunes para ver con qué artistas íbamos”. Al salir del periódico le dio tiempo a Eny para dedicarse de lleno a proyectos personales.

La consagración 

“Eny tiene una tremenda propuesta estética” afirma el Doctor Miguel Flores, “sabe cómo manejar la belleza, especialmente el trabajar sin tapujos ni reservas temas tan controversiales”. La experimentación y libertad creativa que tuvo Eny durante su estadía en Siglo XXI hizo que ganase un estilo explosivo, una composición expresiva y sobre todo una narrativa atrevida, coqueta e impredecible, no era de sorprenderse los trabajos consecuentes a ello. Eny continuó exponiendo en trabajos como El amor en los tiempos de liquidación, Porno gráfica, Aquí es Toy y en Todos 4rte. 

Su experimentación maduró en nuevas composiciones: montajes, manipulaciones y la picardía de Hernández lo presentó como un brillante fotógrafo, como un artista cuyo trabajo es importante voltear a ver. Su trabajo que una vez llegaba a las manos de los lectores dominicales, ahora era orgullosamente expuesto en La Casa Azul, La Casa Roja, la Alianza Francesa, CCE; y guiñaba el ojo al lado de otros tremendos creativos como Álvaro Sánchez, Norma Nájera o Alejandro Azurdia. Eny continuó experimentando con la religión, que una vez lo abrazó, sofocó e inspiró, nuevamente formaría parte de su trabajo.

El sobresaliente trabajo realizado en Las Magdalas o la Fabrica de Santos lo han consolidado no solo como un fantástico fotógrafo por su composición, sino, como un escritor, un inventor, un cineasta incluso, al presentar y experimentar con la narrativa de sus imágenes. El contexto que rodeo a Eny de niño le ha dado suficiente material por crear, componer y descomponer a gusto. Su formación sumado a la curiosidad de niño moldearon una tremenda mente creativa lista para estallar.

¿Judas? 

Uno de los pilares durante su evolución y consagración fue el mexicano Irving Domínguez, quien ha permanecido pendiente de su evolución, aplaude su dinamismo y la habilidad de crear imágenes contundentes, “veo la consolidación de un estilo y temas propios” afirma, “sin embargo, creo que el trabajo más intenso está por venir”. 

“No me considero un artista, no quiero ser etiquetado” afirma firmemente Eny Roland mientras hojea su brillante y colorido portafolio, “no quiero ser fotógrafo toda mi vida, siento que es una etapa”. Podríamos castigar abiertamente de esta decisión, reprender a un fantástico fotógrafo de darle la espalda a una aún más impactante y sobresaliente carrera, sin embargo, el trayecto de Eny ha sido uno de peldaños, una constante evolución. De paisajes inertes, a retratos llenos de color y vida, hasta llegar a la experimentación de hoy, solo podemos esperar lo inesperado de Eny.

Por otro lado, Miguel Flores afirma ser muy temprano para decidir sobre su futuro artístico, “él está iniciando una carrera y el ambiente guatemalteco no se presta para hacer mucho, no se pueden hacer castillos en el aire” resalta, “para plantear una carrera en el arte él no necesariamente va a ser fotógrafo, el video por ejemplo; me imagino que siempre va a basar su carrera en la imagen, no se va a desvincular”.

“Tiene mucho potencial y es cuestión de ver cómo y hasta qué punto desarrolla los temas que ha elegido” declara Irving; “sus temas controversiales y libres hablan mucho de la historia y presente en la vida de Eny, y estoy seguro que evolucionará en temáticas que sus asiduos estaremos esperando” continúa su antiguo catedrático Arnulfo Guzmán. Y como estos tres personajes, muchos más esperan la siguiente exposición de Eny Hernández, incluso al menos un rollo. Permanece incierto el futuro del Eny, no por su comentario final, sino más bien por lo impredecible que ha sido su carrera. Este temerario fotóg… – inserte su título predilecto – nos ha llevado a polos opuestos, a caminos interminables, a cavernas ocultas y solo queda asomarnos de vez en cuando para ver qué nuevas sorpresas están por venir.

Enlaces

http://www.enyroland.com/

http://enyrolandfoto.blogspot.com/

Galería

Fotografías: Eny Roland Hernández

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Escrito por Alejandro García

Zurdo. Soy fiel creyente en la comunidad y colaboración. Inquieto noctámbulo. A veces leo, a veces viajo, a veces tomo fotos, a veces hago música, muchas (muchas) veces escribo, a veces no. Orgulloso piloto de un Subaru intergaláctico.
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