A veces bandas sacan discos malos. Discos que son el resultado de caminos experimentales que toma el grupo o de una necesidad de “expresar sentimientos que nunca habían logrado transmitir antes”. Si bien no todos las bandas pasan por una fase de discos desechables, la mayoría lo hacen antes de encontrar un nicho. El resultado de lo anterior es que se puede ver el progreso natural de un grupo con el pasar de los años, así como “fans devotos” fingen amar las primeras producciones auditivas porque representan lo que la agrupación “en realidad quiere decir, mano”. Sin embargo, Bloc Party es la excepción que confirma la regla.
Verán, el primer álbum de la agrupación británica, Silent Alarm, lanzado en 2005, es quizá la mejor muestra de lo que el indierock iba a ofrecer en los siguientes cinco años. Los ritmos pulsantes de sonidos sintéticos y la mezcla estridente de guitarra, glockenspiel y bajo, ellos detrás de la voz personificante de Kele Okereke, vocalista de Bloc Party, consiguieron inspirar decenas de bandas a emular lo que ellos lograron hacer con apenas dos años de producción. La aclamación universal del disco entero, no solo los hits que consiguieron altos puntajes en billboards internacionales, consiguió un lugar para Bloc Party siendo nombrado por varios medios como “la siguiente lógica progresión en el sonido del rock británico, post-Blur”. Nadie se esperaba el giro que tomaría el sonido de la banda cuando lanzaron el segundo, A Weekend in the City, y tercer, Intimacy, álbum.
No es que fueran fundamentalmente discos de mala calidad, al contrario, consiguieron seguidores devotos al nuevo sonido. Pero, la melancolía que personificó la música de la banda durante este periodo se asemejaba más a The Mars Volta que a Franz Ferdinand. El resultado del cambio fue una recepción polarizante tanto de fans como de críticos. En dicho sentido, la incursión hacia nuevos sonidos había sido modernamente exitosa y, si bien tales cambios drásticos han derrocado a bandas con enorme potencial antes, la devoción ferviente de los seguidores británicos de Bloc Party permitió que lanzaran el cuarto álbum de su carrera, Four.
Luego de quedar sin contrato durante el 2009 y 2011, así como incursiones de miembros de la banda en proyectos personales, la banda se reúne por bajo el sello independiente Frenchkiss Records. El retorno del conjunto trajo el regreso de sonidos que lo hicieron reconocido en 2005 con Silent Alarm, así como una evolución más vibrante a las piezas más lentas del nuevo álbum.
Four cuenta con la colaboración de Alex Newport, aporte notorio a la progresión del sonido de la banda que un día se forzó la comparación con The Mars Volta, banda que produjo Newport en los inicios. A esto se le agrega la aceptación favorable de decenas de críticos fuertes de la música, anunciando el regreso a las raíces que le hacía falta a la banda. Sería desconsiderado decir que Four tiene más en común con Silent Alarm que con A Weekend In The City o Intimacy; es más el siguiente paso lógico en el camino para fusionar los estilos que han personificado a la banda por más de una década.
La primera canción, So He Begins To Lie, es la perfecta antesala para el sonido que merma el álbum entero: sucio, imperfecto, sufriendo roces con sonidos sintéticos pero enfocados a la fuerza de los instrumentos de los integrantes y la voz Okereke. Luego sobresale el tercer track, Octopus, canción que quizá recuerde a Banquet de Silent Alarm por sus vocales, guitarra y batería fácil de recordar, pero cuyo avance notorio en manejo de ritmos crea una ruta nueva para la banda que no había explorado antes. Similar, Real Talk y Kettling proponen experimentos casi minimalistas en nuevos estilos que tanto el rango de Okereke logra eficazmente como el resto de la banda adopta sin esfuerzo. En una incursión a vocales y ritmos más pop, V.A.L.I.S.(referencia a la novela y vida personal de Phillip K. Dick) es quizá una de las canciones más alegres y bailables de la banda en más de 7 años, ofrece el descanso perfecto entre las distintas tonalidades del álbum. Por último, We Are Not Good People ofrece un cierre un poco más violento que lo demás discos de la banda, con guitarras retando los gritos del vocalista y baterías llenas de fuerza. Es un final fuerte que promete mucho para el futuro, sobre todo con las últimas lyrics del álbum:
“We’re not good people,
this is a warning”.
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