Alter Ego N °8 – Jorge Carro L.
No puedo decir que conocí a Tasso Hadjidodou, a pesar de haber compartido con él muchas actividades culturales, viajes y cientos de desayunos y comidas, incluyendo casi una década en la Asociación Enrique Gómez Carrillo, él como vicepresidente y como yo presidente (Pinche presidente, ¿qué otra cosa puede ser un presidente?).
No puedo decir que lo conocí, quizá porque al igual que Rubén Nájera lo intentara 10 años antes, ambos grabamos horas y horas con los recuerdos que Tasso iba dejando en muchos cassettes que ya desgrabados y comparados, muestran reiteradas ausencias y por qué no decirlo, sospechosos silencios.
Silencios y ausencias que Tasso cuidó celosamente como las razones por las cuales habiendo nacido en Bélgica siempre viajó con pasaporte griego. Frente a esos silencios, esas ausencias y muchos sí pero no, se me hizo imposible cumplir con las “memorias” que la Asociación Gómez Carrillo me solicitó. Preferí respetar esos silencios y esas ausencias, y ahora que Tasso se marchó dejaré los apuntes y las grabaciones para que alguien más talentoso pueda rescatar una larga vida, vivida tras la máscara de un hombrecito que todos llamaban Tasso.
Tasso fue como un ángel guardián más que un promotor cultural, como intentan calificarlo los que dicen haberlo conocido. Yo lo descubrí acaso en 1973 en la galería El Túnel de la zona 1 y lo vi como lo era entonces: un pequeño y escurridizo sabio, con los bolsillos llenos de lápices y bolígrafos.
Con los años Tasso fue un ángel sentencioso y multilingüe que nos acompañó. Había agregado a su imagen, una agenda llena de papelitos e invitaciones hasta que con los años, finalmente, se adosó un bolso sin fondo, del que nunca se separaba y en el que transportaba libros, fotografías, dibujitos, más invitaciones, recortes de periódicos y revistas… También sus silencios.
Quizá guardaba en su bolsa y en sus bolsillos, recuerdos infantiles de sus paseos por el Parque del Cincuentenario en su natal Bélgica o los de sus andares por los caminos de Grecia que tanto amaba y hasta quizá ocultaba en ella las razones por las cuales le fue tan difícil abandonar la zona 1.
Tasso se merece este tributo y muchos más.
Quise a Tasso por lo que era y por lo que no era.
Quise a Tasso por lo que nos regaló en su larga estadía en Guatemala y lo quise por su humor y su sabiduría, por su ironía y su pasión por los strudel con helado.
Quise a Tasso por francófilo, por griego y por lector apasionado.
Quise a Tasso porque por años estuvo y estaba en todas partes, en galerías de arte y en conferencias, en teatros o en librerías o en la Alianza Francesa.
¿Cómo pudo Tasso ser tan múltiple y tan diplomático?…
¿Cómo pudo ser Ausencia y ser Presencia?…
Dijo Beltrand Russel: “Las dos virtudes más importantes en un ser humano son la inteligencia y la bondad.” Y Tasso, reunió ambas virtudes: inteligencia y bondad. Por eso mismo guardaré para el 14 Bak’tun, mi curiosidad por conocer los reiterados silencios que Tasso guardó en su memoria junto con sus fantasmas cotidianos.
Comentarios: 0